Una vida en la Ant¨¢rtida
Dos pioneros de la investigaci¨®n ant¨¢rtica destacan el creciente protagonismo de Espa?a en este campo
La Ant¨¢rtida ha sido el ¨²ltimo de los continentes en ser descubierto y colonizado por los humanos. Es, por un lado, el m¨¢s fr¨ªo, ventoso e inh¨®spito que existe y, por otro, el m¨¢s inaccesible desde los centros de expansi¨®n de las civilizaciones europeas.
Por el trasiego mar¨ªtimo derivado de la amplitud de los dominios geogr¨¢ficos espa?oles en la historia, con mucha probabilidad fueron nuestros navegantes quienes lo avistaron por primera vez, cuando en 1603 el nav¨ªo Buena Nueva, al mando de Gabriel de Castilla, se adentr¨® hasta muy al sur a trav¨¦s del mar de Hoces o Paso de Drake. Aunque la primera llegada a la Ant¨¢rtida bien documentada fue la del brit¨¢nico William Smith en 1819, quiz¨¢s hubo cazadores de focas sudamericanos que lo hicieron con anterioridad y lo mantuvieron en secreto. Pero Smith descubri¨® adem¨¢s en la ant¨¢rtica Isla Livingston restos del nav¨ªo espa?ol San Telmo, que hab¨ªa naufragado all¨ª pocos meses antes de su visita, tras verse desviado hacia el sur por la tempestad cuando intentaba pasar el cabo de Hornos. Con el buque desaparecieron en aquellas latitudes los 644 hombres de su tripulaci¨®n.
Las circunstancias hist¨®ricas de nuestro pa¨ªs en el siglo XIX lo mantuvieron alejado de las exploraciones mar¨ªtimas subpolares que se desarrollaron entonces. Lo mismo ocurri¨® cuando, ya a principios del siglo XX, tuvieron lugar las incursiones en el interior del continente por las expediciones comandadas por los brit¨¢nicos Scott y Shackleton y por el noruego Amundsen, quien finalmente ser¨ªa el primero en alcanzar el Polo Sur geogr¨¢fico el 14 de diciembre de 1911.
Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial algunas naciones empezaron a poner su mirada en la Ant¨¢rtida y se sucedieron las expediciones. Tambi¨¦n comenz¨® a haber un creciente inter¨¦s de la comunidad cient¨ªfica e investigar la Ant¨¢rtida fue incluido como un objetivo importante durante el A?o Geof¨ªsico Internacional, que el International Council of Scientific Unions (ICSU) acord¨® celebrar en 1957 y 1958. Ese ser¨ªa el tercer A?o Polar Internacional en la historia, tras los anteriores celebrados en 1882-1883 y en 1932-1933. Los resultados cient¨ªficos del A?o Geof¨ªsico Internacional fueron notables y al finalizar este, se acord¨® mantener un ¨®rgano interdisciplinar en el seno de ICSU para seguir promoviendo y coordinando la investigaci¨®n internacional en la Ant¨¢rtida. Eso dio lugar al establecimiento en 1958 del Scientific Committee on Antarctic Research (SCAR). Un a?o despu¨¦s se firmar¨ªa el Tratado Ant¨¢rtico, que terminar¨ªa entrando en vigor en 1961, un acuerdo que pretend¨ªa evitar que la Ant¨¢rtida se convirtiese en escenario de conflicto internacional, que dejaba en suspenso las reclamaciones territoriales, instauraba un r¨¦gimen de gesti¨®n multinacional, manten¨ªa el territorio desmilitarizado y promov¨ªa la investigaci¨®n cient¨ªfica.
Espa?a sigui¨® al margen de lo que ocurr¨ªa en la Ant¨¢rtida hasta que, con la llegada de la democracia, empez¨® a despertarse un creciente inter¨¦s que llev¨® en 1982 a que nuestro pa¨ªs se incluyera entre los que reconoc¨ªan formalmente los principios del Tratado. Pero, para estar en pleno derecho, ten¨ªa que contribuir de modo continuado al conocimiento cient¨ªfico de la Ant¨¢rtida, lo cual no entraba a¨²n en el inter¨¦s de los organismos oficiales. Sin embargo, algunos de nuestros cient¨ªficos, en su mayor¨ªa del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), participaron de modo individual en expediciones con otros pa¨ªses y acabaron por conseguir, hacia la mitad de los a?os 1980, que Espa?a se involucrara en la investigaci¨®n ant¨¢rtica. As¨ª se organizaron en esos a?os expediciones por el Instituto Espa?ol de Oceanograf¨ªa (IEO), la Armada y una iniciativa privada. Como resultados positivos, en 1987 Espa?a ingres¨® como miembro asociado en el SCAR, en 1988 se estableci¨® la Base Ant¨¢rtica Espa?ola Juan Carlos I y ese mismo a?o se produjo la admisi¨®n de Espa?a como miembro consultivo del Tratado Ant¨¢rtico, lo cual la integraba plenamente en las decisiones sobre la Ant¨¢rtida.
Durante un tiempo breve, pero que nos pareci¨® inacabable, fue como si una ceguera nos hubiera borrado el paisaje de los ojos
Un buen n¨²mero de personas y de instituciones contribuyeron de modo decisivo para llegar a ese punto y tambi¨¦n en los desarrollos que se produjeron a partir de entonces.
El establecimiento en 1988 del Plan Nacional de I+D y la inclusi¨®n dentro del mismo de un Programa Nacional de Investigaci¨®n en la Ant¨¢rtida, abr¨ªa para la comunidad cient¨ªfica espa?ola la oportunidad de presentar proyectos que, si eran aprobados tras la consiguiente evaluaci¨®n, pod¨ªan llevarse a cabo. Entre otros centros de investigaci¨®n, desde la Universidad Aut¨®noma de Madrid (UAM) presentamos una propuesta para realizar investigaciones de car¨¢cter geol¨®gico en varios lugares de la Isla Livingston, donde se encontraba la reci¨¦n inaugurada Base Juan Carlos I y donde se contaba con apoyo del buque Las Palmas. A partir de ah¨ª, la UAM ha mantenido la investigaci¨®n ant¨¢rtica entre sus quehaceres habituales, por lo que hoy procede destacarla como uno de sus ejes de actividad cient¨ªfica internacional en la conmemoraci¨®n de su 50 aniversario.
Aquel primer proyecto nos llev¨® a ambos a la Ant¨¢rtida en la campa?a 1989-90. Ten¨ªamos que desplazarnos lejos de la base y entonces ni los medios de transporte ni las comunicaciones eran como los de ahora. Entre otros lugares visitados, acampamos durante varios d¨ªas en la remota pen¨ªnsula Byers, en el extremo occidental de la Isla Livingston. Es el ¨¢rea m¨¢s extensa destapada de hielo en todo el archipi¨¦lago, y con alto inter¨¦s geol¨®gico. Un vasto terreno desolado y azotado por el g¨¦lido viento austral. Una ma?ana est¨¢bamos all¨ª, aislados, atravesando entre la niebla su meseta interior con nuestra impedimenta a cuestas y la mirada fija en las rocas (observamos rastros de volcanes y restos de un bosque petrificado), cuando, repentinamente, la luz se extingui¨®. Durante un tiempo breve, pero que nos pareci¨® inacabable, fue como si una ceguera nos hubiera borrado el paisaje de los ojos. De inmediato nos dimos cuenta que se trataba de un inesperado y completo eclipse solar, pero la experiencia vivida de tal fen¨®meno c¨®smico en la grandeza y absoluto retiro de aquellos parajes ser¨ªa formidable y a¨²n hoy, tres d¨¦cadas despu¨¦s, inolvidable. Es s¨®lo una muestra de esa otra vertiente que a?ade a la labor cient¨ªfica la vivencia de la muy especial naturaleza ant¨¢rtica.
Por otra parte, a finales de 1990 uno de nosotros, Jer¨®nimo L¨®pez, realiz¨® investigaciones junto con Pedro Nicol¨¢s, tambi¨¦n profesor de la UAM, en el continente, en las Ellsworth Mountains, cerca del paralelo 80? S, alcanzando la cumbre del monte Vinson, que, con 4.897 metros, es la m¨¢xima altitud de la Ant¨¢rtida, siendo los primeros espa?oles en conseguirlo. En el primer quinquenio de los a?os noventa nuestro grupo realiz¨® diversas campa?as en las Islas Shetland del Sur, que condujeron a la publicaci¨®n de varios mapas topogr¨¢ficos, en colaboraci¨®n con el Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, que resultaron b¨¢sicos para elaborar una serie de mapas geol¨®gicos y geomorfol¨®gicos, todos ellos muy apreciados internacionalmente y que siguen siendo hoy en d¨ªa los mejores existentes de esas remotas ¨¢reas.
Desde entonces la actividad en este campo ha sido creciente. Es significativo del inter¨¦s universitario por estas investigaciones que la lecci¨®n inaugural del curso acad¨¦mico 1992-1993 en la UAM versara sobre La Ant¨¢rtida y las regiones glaciares del Globo, tema que corri¨® a cargo de uno de los firmantes de este texto (Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n). En 1992 se public¨® un volumen sobre la Geolog¨ªa de la Ant¨¢rtida Occidental, como resultado de la sesi¨®n internacional que organizamos desde la UAM dentro del congreso geol¨®gico celebrado en Salamanca. En 1996 tuvo lugar el VI Simposio Espa?ol de Estudios Ant¨¢rticos en La Cristalera, la residencia que la universidad tiene en Miraflores de la Sierra. Hacia mediados de los a?os 1990 otro grupo de la UAM, dirigido por Antonio Quesada, inici¨® investigaciones de car¨¢cter biol¨®gico, estudiando ecosistemas ant¨¢rticos de agua dulce. Este equipo, al que luego se incorporaron Ana Justel, Javier Benayas y otros miembros de la UAM, promover¨ªa posteriormente la instalaci¨®n de un campamento espa?ol estable en la pen¨ªnsula Byers, anteriormente mencionada. Los dos grupos de la UAM citados han mantenido su actividad investigadora ant¨¢rtica hasta la actualidad, con nuevas incorporaciones.
En 1990 Espa?a pas¨® a ser miembro de pleno derecho del SCAR y uno de nosotros, Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n, fue designado representante en dicha organizaci¨®n. Le suceder¨ªa en 1995 Jer¨®nimo L¨®pez, que posteriormente fue nombrado vicepresidente del SCAR para el periodo 2002-2006, precisamente cuando se produjo una profunda reestructuraci¨®n y modernizaci¨®n de esta organizaci¨®n internacional, participando en 2002 en la recogida del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Cooperaci¨®n Internacional concedido al SCAR. M¨¢s adelante fue nombrado presidente del SCAR para el periodo 2012-2016, y en 2018 Miembro Honorario de esta organizaci¨®n que en la actualidad cuenta con 44 pa¨ªses miembros y 9 Uniones Cient¨ªficas Internacionales del International Science Council. ?l es el actual presidente del Comit¨¦ Espa?ol del SCAR y en la UAM radica la p¨¢gina web de dicho comit¨¦.
La presencia de miembros de la UAM se ha dado tambi¨¦n en los ¨®rganos internacionales que se ocupan de la administraci¨®n de la Ant¨¢rtida, a trav¨¦s de una destacada participaci¨®n desde hace m¨¢s de veinte a?os en las Reuniones Consultivas del Tratado Ant¨¢rtico y en el Comit¨¦ para la Protecci¨®n del Medio Ambiente Ant¨¢rtico.
La UAM y sus investigadores tuvimos una relevante participaci¨®n en el A?o Polar Internacional 2007-2008, el cuarto que se celebraba en la historia, cincuenta a?os despu¨¦s de la edici¨®n anterior. Se contribuy¨® con investigaciones sobre el terreno dentro de varios proyectos coordinados internacionalmente y la universidad organiz¨® varios actos que tuvieron gran repercusi¨®n, entre ellos la programaci¨®n dentro de su ciclo de conciertos, por primera y ¨²nica vez hasta ahora en Espa?a, de la Sinfon¨ªa Ant¨¢rtica, de Vaughan Williams. En esa etapa, se celebr¨® la exposici¨®n ¡°Atrapados en el Hielo¡±, organizada por la Obra Social de Catalunya Caixa y el Museo de Historia Natura de Nueva York. La cual, tras itinerar por diferentes ciudades espa?olas, fue visitada por m¨¢s de 600.000 personas. Adem¨¢s de lo anterior. ICSU y la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial nombraron a Jer¨®nimo L¨®pez miembro, y en la etapa final copresidente, del comit¨¦ que entre 2004 y 2010, se ocup¨® de la organizaci¨®n, seguimiento y supervisi¨®n del A?o Polar Internacional. Fue tambi¨¦n el encargado de presentar en el acto de clausura el informe final de esta actividad que involucr¨® a m¨¢s de 50.000 participantes de sesenta pa¨ªses.
Aparte de la presencia indicada en diversos ¨®rganos internacionales, desde la UAM se ha contribuido en las estructuras que gestionan la actividad polar en Espa?a. En 1997 el mismo investigador pas¨® a ser gestor del Programa Ant¨¢rtico, dentro del Plan Nacional de I+D. Ante la entrada en vigor en 1998 del Protocolo para la Protecci¨®n del Medio Ambiente Ant¨¢rtico (conocido como Protocolo de Madrid, por haberse firmado all¨ª en el a?o 1991) este profesor de la UAM fue el principal promotor de que se creara un ¨®rgano de coordinaci¨®n interministerial para los temas polares, que ser¨ªa a partir de 1998 el Comit¨¦ Polar Espa?ol. Fue entonces nombrado primer secretario del mismo, hasta el a?o 2003; puesto que ocupa desde 2017 otro profesor de la UAM, Antonio Quesada, el cual a su vez hab¨ªa sido Gestor del Programa Polar en el periodo 2014-2017.
Desde la UAM se ha contribuido y se sigue contribuyendo, por tanto, para avanzar en el conocimiento de la Ant¨¢rtida, con una participaci¨®n activa en destacados foros internacionales y tambi¨¦n a trav¨¦s de varios centenares de publicaciones cient¨ªficas, muchas de ellas en medios internacionales altamente reconocidos. Las aportaciones han sido fundamentalmente en los ¨¢mbitos de las ciencias de la tierra y de la vida, en materias como geolog¨ªa, geomorfolog¨ªa, procesos geodin¨¢micos, microbiolog¨ªa, ecolog¨ªa, impactos humanos y contaminaci¨®n.
En la actualidad Espa?a tiene dos bases en la Ant¨¢rtida y cuenta con la participaci¨®n del buque Hesp¨¦rides, env¨ªa expediciones cada verano austral y posee una comunidad cient¨ªfica reconocida internacionalmente y t¨¦cnicos capaces de asegurar las operaciones. Esto es el resultado de un esfuerzo colectivo mantenido y logrado durante algo m¨¢s de tres d¨¦cadas, que sin duda convendr¨¢ sostener, rentabilizar y desarrollar. La Universidad Aut¨®noma de Madrid, tan involucrada en esta labor, seguir¨¢ contribuyendo a ello.
Jer¨®nimo L¨®pez Mart¨ªnez y Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n son profesores de la Universidad Aut¨®noma de Madrid e investigan en la Ant¨¢rtida desde los inicios del programa espa?ol.
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