Dicen
Cuentos familiares, fotograf¨ªas, rumores, verdades a medias y esos silencios tan cargados de significado: todo es indispensable para conocer el pasado
Nuestro conocimiento del pasado est¨¢ configurado por una amalgama de saberes. Estudiamos historia en los colegios y en las universidades, leemos novelas y libros hist¨®ricos, vemos pel¨ªculas y documentales, observamos fotograf¨ªas que nos ayudan a visualizar aquello que ya no existe o que se ha transformado con el paso del tiempo, a trav¨¦s del arte entendemos sensibilidades pasadas. Tambi¨¦n, con suerte, nuestros mayores comparten sus experiencias de vida con nosotros. El pasado es una fuente inagotable de conocimiento: reconstruirlo en su totalidad es una labor imposible e infinita, su interpretaci¨®n var¨ªa seg¨²n pasa el tiempo y se encuentran nuevos datos, se aplican nuevas teor¨ªas. Adem¨¢s, el pasado no es s¨®lo historia, es tambi¨¦n memoria. Y la memoria no remite ¨²nicamente al dato o al detalle hist¨®rico. La memoria aporta una interpretaci¨®n afectiva e ¨ªntima del pasado que no por ser subjetiva es menos valiosa. La memoria que el archivo hist¨®rico no recoge nos abre la puerta a un tipo de conocimiento necesario, nos invita a entrar en espacios donde a la historia no le gusta tanto transitar. Reflexiono sobre todo esto despu¨¦s de leer Dicen, de Susana S¨¢nchez Arins (editorial De Conatus).
Dicen?recorre la cartograf¨ªa de la represi¨®n falangista en los pueblos gallegos en torno a las R¨ªas Baixas durante la Guerra Civil y los primeros a?os del franquismo. En el centro del horror de las vejaciones y palizas, los paseos y desapariciones, est¨¢ el t¨ªo abuelo de la autora, ¡°manuel de portar¨ªs¡± (no son erratas, en el texto no hay may¨²sculas). S¨¢nchez Arins se enfrenta a la figura de su t¨ªo a trav¨¦s de un discurso que imita la oralidad (de ah¨ª el t¨ªtulo Dicen) y que reproduce los silencios, las verdades susurradas, las elipsis y el miedo a contar, tanto de la propia familia de la autora como de sus vecinos. La voz narrativa de Dicen est¨¢ llena de lirismo y a¨²na magistralmente la belleza y el horror.
En su b¨²squeda por rellenar los silencios heredados, por dar cuerpo a los rumores de la infancia, en su af¨¢n por recuperar la memoria truncada por el trauma de la violencia, la autora se documenta, investiga, recurre a los archivos. Y ah¨ª es donde la memoria se encuentra con las limitaciones de la historia. No hay menci¨®n de las actuaciones de su t¨ªo porque ¡°los fondos de falange est¨¢n higienizados (¡) quien no quiso figurar en ellos tuvo tiempo de borrar sus huellas¡±. As¨ª, el archivo se vuelve c¨®mplice de la impunidad y del silencio, de la mentira por omisi¨®n de la verdad. Se critica la memoria por su subjetividad, pero, como se?ala la autora, a menudo ¡°la verdad no sale al encuentro en los fondos archiv¨ªsticos¡±. La verdad, en ocasiones, se descubre a trav¨¦s de los restos de las v¨ªctimas, como ese ¡°ramillete de huesos¡± que recibe la hermana de Castor Cordal (quiz¨¢s una de las v¨ªctimas de ¡°manuel de portar¨ªs¡±) despu¨¦s de siete d¨¦cadas de su desaparici¨®n. El correlato de su verdugo, sin embargo, reside ¨²nicamente en la memoria de los que sufrieron su crueldad y en los herederos de esa memoria.
La disciplina hist¨®rica, con su metodolog¨ªa y su rigor, es indispensable para el conocimiento del pasado. Pero tambi¨¦n lo es el archivo de memoria en el que se incluyen narraciones orales, cuentos familiares, fotograf¨ªas, rumores, verdades a medias y esos silencios tan cargados de significado. Dicen es un intento de reconstruir, a trav¨¦s de todos estos ingredientes y la imaginaci¨®n literaria, un pasado irresuelto que nos interpela, especialmente ahora que los que cantan loas al franquismo han entrado en las instituciones.
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