Viaje al coraz¨®n del Amazonas en busca de un pez colosal
La pesca artesanal del paiche, el segundo pez de r¨ªo m¨¢s grande del mundo, es todo un arte. He acompa?ado en su faena diaria a unos pescadores de la Amazon¨ªa peruana que adem¨¢s, han sabido convertirlo en un recurso sostenible para su comunidad
Jairo Natorce Pacaya llevaba el futuro escrito en su nombre. De sus 40 a?os ha pasado 17 como guardaparques de la reserva nacional Pacaya Samiria, as¨ª que a estas alturas de la vida, con un ojo perdido por una mordedura de serpiente, mil refriegas contra los furtivos y sin familia, confiesa que le encanta vivir aislado en el Puesto de Vigilancia 2 y se considera "casado con su trabajo" en esta gigantesca reserva natural, la segunda m¨¢s grande de la Amazon¨ªa peruana con la que, ?casualidades del destino?, comparte apellido.
El puesto de vigilancia que Jairo gestiona a turnos con otro guardaparques es una vieja casa de ladrillo que Fujimori us¨® como refugio de pesca en la ribera del r¨ªo Pacaya, en el coraz¨®n del Amazonas peruano, y que hoy sin luz ni agua ni nadie que zurza sus remiendos luce fantasmal en medio de una selva que amenaza con devorarla. Acodado en la baranda de la escalinata del PV2, mirando las aguas marrones del r¨ªo infectadas de pira?as y cocodrilos, pienso que si pasara de repente por aqu¨ª la lancha de Apocalypse Now no me sorprender¨ªa en absoluto.
Hemos elegido el PV2 de los guardaparques del Sernanp (Servicio Nacional de ?reas Naturales Protegidas por el Estado) para poner el campo base de nuestra peque?a expedici¨®n. Pens¨¢bamos instalar las tiendas de campa?a bajo la foresta, como scouts amaz¨®nicos, pero a Jairo le brill¨® el ojo bueno mientras lanzaba una carcajada; "ah¨ª fuera no dur¨¢is ni un par de horas". As¨ª que dejamos de lado toda veleidad rom¨¢ntica e instalamos las carpas dentro del sal¨®n de la casa. El pragmatismo siempre fue el mejor arma de los antih¨¦roes.
Dos horas en coche desde Iquitos a Nauta y luego otras 10 horas remontando el r¨ªo Ucayali en barco "r¨¢pido" (no quiero ni imaginar lo que hubiera sido en el "lento") nos han llevado hasta este coraz¨®n de un parque protegido en la Amazon¨ªa peruana que tiene la misma extensi¨®n que la provincia de Badajoz, 1.025 especies de vertebrados (el 36 % del total que viven en la Amazon¨ªa), 500 de aves y algunos mam¨ªferos en peligro de extinci¨®n como el delf¨ªn rosa o el manat¨ª que confirman, seg¨²n los expertos, la buena salud ambiental de esta reserva.
Un monstruo bello
Pero a m¨ª lo que me ha tra¨ªdo a Pacaya Samiria es un pez. Un bello y monstruoso pez de r¨ªo. Se llama paiche (Arapaima gigas), puede medir m¨¢s de tres metros y pesar m¨¢s de 250 kilos. Es el segundo pez de r¨ªo m¨¢s grande del mundo. Me acompa?an, o m¨¢s bien, yo acompa?o a ellos, Pedro Miguel Schiaffino, famoso y televisivo chef peruano, experto en cocina amaz¨®nica; Sacha Hormaechea, cocinero espa?ol de renombre (y colaborador de este diario), y Andrea Ortiz de Zevallos, socia de Schiaffino en una idea que fue la que me cautiv¨® cuando supe de ella y la que me indujo a viajar al Amazonas: la ONG Despensa Amaz¨®nica.
El paiche se pesca en estos r¨ªos y lagunas de Pacaya Samiria desde tiempos inmemoriales. Pero la lejan¨ªa de todo vestigio de civilizaci¨®n hace que solo se pueda comercializar en los mercados locales, donde a los pescadores les pagan unos 10 soles (2,7 euros) por kilo. La ONG Despensa Amaz¨®nica de Pedro Miguel y Andrea trabaja con las comunidades locales del Amazonas para mejorar la cadena de valor de los productos que cultivan o pescan a fin de que puedan llegar hasta los restaurantes y mercados de Lima con un mayor valor a?adido. Y una de las comunidades con las que m¨¢s colaboran es la cooperativa de 32 pescadores de la aldea de Breta?a, un lugar irreal con 1.200 personas viviendo en pleno Pacaya Samiria, a "un d¨ªa y una noche" de bote de la carretera m¨¢s cercana.
Pacaya Samiria para viajeros
Mi viaje a Pacaya Samiria ha sido un tanto particular, pero la reserva es tambi¨¦n muy recomendable para viajes tur¨ªsticos. Pacaya Samiria es uno de los grandes pulmones verdes del mundo. Un para¨ªso para los amantes de los animales y uno de los lugares salvajes m¨¢s asequibles del Amazonas peruano para un viajero por la cercan¨ªa a Iquitos de una de sus entradas. Hay muchas empresas que ofrecen estancias en lodges y cruceros por el parque (est¨¢ prohibida la entrada por libre; hay que hacerlo con una de estas agencias autorizadas). La laguna m¨¢s visitada es la cocha El Dorado, en la cuenca baja del Yanayacu, una de las zonas con mayor diversidad de fauna. Las excursiones parten desde la aldea 20 de enero, cerca de Nauta; es la zona con m¨¢s refugios y campamentos de la reserva. Otros dos circuitos recomendables son la cuenca baja y media del r¨ªo Samiria, visitando las lagunas Yarina, Fortuna y Ungurahui. Y la cuenca baja del Pacaya, donde abundan las lagunas y el bosque permanece inundado gran parte del a?o. M¨¢s informaci¨®n, en la web de Peru.Travel
Cuando Pedro y Andrea conocieron a los pescadores de Breta?a ellos ya hab¨ªan conseguido tramitar el permiso del PROMAPE, el Programa de Manejo Pesquero del gobierno peruano, que les certificaba como pesca sostenible y les autorizaba a su comercializaci¨®n. Pero, ?c¨®mo comercializar un pescado obtenido en el culo del mundo, donde hay m¨¢s posibilidades de avistar un OVNI que un cubito de hielo? El trabajo de Despensa Amaz¨®nica con esta comunidad desde 2014 ha logrado capacitarlos para que una vez pescado el paiche, lo manipulen y preparen all¨ª mismo con criterios higi¨¦nicos. Adem¨¢s, en vez de venderlo entero le han ense?ado a hacer diversos cortes, que ponen en valor las mejores partes del pez. Luego lo env¨ªan a Iquitos en barcos que manda Despensa Amaz¨®nica con arcones refrigerados para mantener la cadena de fr¨ªo; una vez desde Iquitos, se lleva a Lima en avi¨®n, donde el paiche se sirve en los restaurantes de Schiaffino y en los de otros chefs como una delicatessen del Amazonas. Y los pescadores, en vez de 10 soles, reciben entre 40 y 60 soles por kilo (10 a 16 euros). Lo que redunda en su calidad de vida y en el mejor desarrollo de su comunidad. Una operaci¨®n redonda.
Leones, Jaguares y Catalanes
He venido a experimentar en primera persona c¨®mo se pesca el paiche. Una docena de pescadores nos espera en la caba?a de los Leones, a orillas de la cocha (laguna unida al cauce principal por estrechos canales) Yarina. Los 32 est¨¢n divididos en tres cuadrillas operativas: los Leones, los Jaguares y los Catalanes (en referencia a un ave pescadora -jurar¨ªa que un tipo de mart¨ªn pescador- habitual de los cauces amaz¨®nicos a la que llaman catal¨¢n). Cada cuadrilla tiene una caba?a en la cocha donde durante la temporada de pesca (de junio a fin de septiembre) pasan turnos de 15 d¨ªas pescando y 20 de descanso. La caba?a es austera, abierta por los cuatro costados, de tablones de madera sobre pilotes para aislarla del barro y las alima?as. El men¨² es tambi¨¦n austero: pira?a para desayunar, pira?a para almorzar y pira?a para cenar. Con un poco de suerte, si la caza se da bien, habr¨¢ carne de majaz, un roedor del tama?o de un perro. Tambi¨¦n son austeros ellos, los pescadores, gente aguerrida, con nombres como Clopper, Fredman, Fredny o Peluche, parca en palabras y curtida en sacarle a la selva todo lo que necesitan para vivir. El lugar donde a ti te parece que todo lo que se mueve puede matarte es para ellos su hogar. La inmensa mayor¨ªa no ha salido en su vida de Breta?a y Lima es para muchos un lugar tan remoto como la Luna.
Pero son duros, honestos y saben hacer su trabajo. Me embarco en la flotilla de canoas. Siempre van tres. La del boyero, con un ¨²nico tripulante que hace las veces de oteador o rastreador. Y las dos de las redes, con dos tripulantes cada una: el proero, delante (con un gran remo) y el redero detr¨¢s, listo para lanzar la red cuando proceda. Y en una de ellas, sentado en un list¨®n de madera, ocho horas bajo un sol de justicia, haciendo equilibrios para que no vuelque la fr¨¢gil embarcaci¨®n, un servidor. Un marciano ca¨ªdo del cielo.
Ali?o amaz¨®nico
Adem¨¢s del paiche, Despensa Amaz¨®nica trabaja con otras muchas comunidades y productos amaz¨®nicos. Otro de los proyectos importantes es el del tucup¨ª negro, una salsa hecha con yuca brava que se fabrica en el pueblo de Paucarquillo desde ¨¦pocas ancestrales y que tiene gran valor en la cocina peruana contempor¨¢nea como ali?o.
La curiosidad biol¨®gica -y tambi¨¦n la perdici¨®n- del paiche es que es un pez que para vivir en aguas poco oxigenadas como estas desarroll¨® una especie de pulm¨®n que le permite respirar aire para compensar el poco que obtiene a trav¨¦s de sus branquias. Por eso cada 20 minutos tiene que salir a superficie a respirar. Como un mam¨ªfero marino. Los paicheros de Breta?a se apostan donde el boyero cree que puede haber paiches, ya sea en medio de la laguna o pegados a la tahuampa, el bosque inundado de las riberas, donde al pez le gusta refugiarse.
Y esperan a que "boye". A que el paiche se delate al salir a respirar. Esperan horas si hace falta. En silencio, con el estoicismo de un anacoreta y la paciencia del cazador. La mirada fija sobre la superficie. El silencio hace da?o. Solo se escucha a lo lejos la bulla de los monos aulladores, el chi¨²-chi¨² del pihuicho o el tamborileo de una tormenta lejana. Los observo all¨ª sentados, inm¨®viles cual faquir sobre la exigua canoa, y me admiro una vez m¨¢s de la capacidad del ser humano para obtener recursos de cualquier h¨¢bitat.
Homenaje a la paciencia
De repente, un paiche "boya". Sale a respirar. Son apenas tres segundos. Pero se delata, y es su fin. Sin que ninguno diga nada, sin necesidad de ¨®rdenes, ambos proeros empiezan a remar en direcci¨®n contraria formado un c¨ªrculo mientras los rederos sueltan la malla para rodear el lugar donde han visto al pez. Todo dura un par de minutos. La celeridad prima. Si el pez se mueve, cuando hayan cerrado la red estar¨¢ ya fuera. Una vez cercado, otra vez a esperar. 20, 30, 40 minutos a que vuelva a boyar. Para confirmar que est¨¢ dentro del copo. La pesca artesanal del paiche es un homenaje a la paciencia. Una vez cerciorados de que est¨¢ dentro, poco a poco, muy lentamente van tomando red, cerrando el c¨ªrculo hasta que el pez, intuyendo el peligro, empieza a dar coletazos y empujones. Es un momento brutal. Al paiche se le remata a martillazos a¨²n en el agua (digamos que es la parte menos rom¨¢ntica de este noble arte), porque ser¨ªa imposible subir vivo a un bicho de un cuarto de tonelada dando coletazos en una min¨²scula canoa que apenas que te muevas, vuelca.
?La pesca ha terminado. Volvemos a la caba?a, donde Pedro Miguel Schiaffino y Sacha Hormaechea van a trocear el paiche y a cocinar una parte para el v¨ªdeo que estamos rodando. Luego hay paiche a la brasa y chelas (cerveza) para todo el equipo. Es el festejo merecido despu¨¦s de tres largos d¨ªas de sol y sudor en la cocha.
Me cuentan que el paiche se sobreexploto tanto en esta cocha Yarina que en 2010 solo quedaban unos 900 ejemplares. Hoy, con la gesti¨®n sostenible que hacen los Leones, los Jaguares y los Catalanes, pescando solo en las temporadas permitidas y las cuotas establecidas, manteniendo alejados a los furtivos y con el asesoramiento del PROMAPE y de Despensa Amaz¨®nica se calcula que viven unos 10.000. Hay pesca asegurada para las futuras generaciones. E ingresos dignos para que 32 familias se sientan orgullosas de lo que est¨¢n haciendo.
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