Pedro Guerra: el compositor que habita en los m¨¢rgenes
D?NDE estabas la primera vez que la escuchaste?¡±
En casa, con pap¨¢ y mam¨¢, la pusieron en el viejo tocadiscos. Dejaron sus tareas cotidianas para encontrarse. Bailaron con torpeza la canci¨®n de invierno y de verano.
Haciendo el amor por primera vez en una playa con el marido de la peluquera, manchada de arena. Luego, r¨ªos de babel en una cama.
En una tienda del barrio, con amigos, protegidos por un cristal imaginario. Risas enlatadas suenan dentro del recuerdo pero la m¨²sica subsiste.
Caminando de la mano en una avenida abarrotada, alguien la llevaba puesta en un coche de choque. Las palabras se escuchaban cada vez m¨¢s lejanas, estaban entrando en las casas.
En un concierto que no era para m¨ª y finalmente fue cena para dos. Tan lejos y a la vez tan cerca.
Jugando a imaginar, con los hijos de Eva, que las f¨¢bricas no escup¨ªan humo, si no aire limpio para mover molinos de viento, m¨¢s altos que los edificios.
En el pasillo de mi edificio, esperando al ascensor, un vecino abri¨® la puerta y las notas nos desnudaron. Contigo en la distancia.
Dentro del caf¨¦ Libertad 8, el bar de los micros abiertos, de los poetas, de las balas perdidas, de los so?adores descalzos, de los cuentistas, de los salvavidas del arte.
Juli¨¢n Herr¨¢iz, atento como siempre al otro lado de la barra, presenciaba el milagro: un m¨²sico canario cantaba ¨¦stas y otras canciones con estrella. Era el comienzo del cuento del ¨¢rbol d¨¢til de los desiertos. Condenado a pasar de generaci¨®n en generaci¨®n como el apellido, a vivir d¨¦cadas distintas sin perder ninguna s¨ªlaba.
¡°?D¨®nde estabas la primera vez que la escuchaste?¡±
Aqu¨ª, dentro de un v¨ªdeo de Malditos Domingos. Malditos Benditos, Benditos Malditos.
Aquella vieja canci¨®n, Contam¨ªname, sabe a primera vez, a recuerdo y a emoci¨®n nueva al mismo tiempo. La morena melod¨ªa no ha perdido encanto ni impulso, est¨¢ sujeta al suelo, como las ra¨ªces. El tiempo dir¨¢ hasta donde llegar¨¢. A¨²n, todav¨ªa, siempre.
El sonido de los p¨¢jaros y los ecos de la gente acompa?en al artista en su canto. La luz pinta su rostro, los ¨¢rboles sus cabellos. Justicia po¨¦tica.
Escuchar a Pedro Guerra cantar es la palabra en el aire, golosinas, identidad. Una ofrenda, volver a los 17, Neruda en el coraz¨®n.
Imaginaci¨®n, tolerancia, humor, iron¨ªa, musicalidad, la danza inquieta del hechicero, ¨¦tica, vitalidad a pesar de las miserias de la existencia. Los ¡°secretos que hay en los libros que yo no leo¡±.
Cientos de gaviotas volando. El barrio viejo, el nuevo. Ojos y bailes en lugar de humo. Besos y labios contra la rabia, los malos sue?os. M¨²sica para cuando aprieta el fr¨ªo.
El compositor que habita en los m¨¢rgenes, en Estocolmo en llamas. Es uno de los creadores m¨¢s significativos no solo por la calidad de sus canciones, tambi¨¦n por su papel dentro de la educaci¨®n sentimental de nuestro pa¨ªs, como su buen amigo el poeta ?ngel Gonz¨¢lez que se fue para perdurar. ¡°Hay que ser muy valiente para vivir con miedo¡±. Su discograf¨ªa es un poema de amor porque encuentra la belleza en propios y extra?os.
Gracias Pedro Guerra, tus canciones nos ense?an que despu¨¦s de la guerra, llega la revoluci¨®n. ¡°M¨¦zclate conmigo, que bajo mi rama tendr¨¢s abrigo¡±.
Pedro Guerra reedit¨® Golosinas para celebrar 25 a?os de carrera en solitario con "Contam¨ªname" y otros grandes ¨¦xitos de su repertorio.
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