El triunfo del colectivo LGBT: hacerse con la palabra orgullo
Cuando un grupo crea su propia palabra o le cambia el sentido a la ya creada, es que ha hecho ya mucho camino
AYER FUE el Orgullo. Que as¨ª, con O may¨²scula ¡ªo incluso sin ella¡ª, no necesita en espa?ol de Espa?a m¨¢s agregados para decir que se trata del Orgullo Gay. O, m¨¢s precisamente, el Orgullo LGBT, Lesbiano Gay Bisexual Transg¨¦nero. Grupos que pasaron tanto tiempo sin poder decirse se quedaron con una palabra importante del idioma: se hicieron con ella. Es fuerte que la palabra orgullo a secas describa un grupo y una fiesta.
Recuerdo mi primer Orgullo; fue en Nueva York, 1998, y me impresion¨®: ¡°Lo primero que vi cuando llegu¨¦ a la Quinta Avenida fue la banda de la polic¨ªa de Nueva York, que tocaba m¨²sicas marciales. No era lo que esperaba encontrarme en el 29? Desfile del Orgullo Gay y Lesbiano. Era mediod¨ªa, el domingo brillaba y las calles rebosaban de guirnaldas: uno de los grupos m¨¢s poderosos de la ciudad festejaba su d¨ªa¡±, escrib¨ª entonces, pero tambi¨¦n que hab¨ªa tanta gente pas¨¢ndolo tan bien, tanta alegr¨ªa desplegada, que daba pena no ser ¡ªalgo m¨¢s¡ª gay.
Y despu¨¦s ¡ª?para consolarme?¡ª que ¡°hay identidades que identifican poco. Ser negro es un dato fuerte en Estados Unidos, pero no es lo mismo ser Martin Luther King que Malcolm X que Michael Jordan que Michael Jackson que Michael el sin techo de la esquina de mi casa. Con los gais pasa lo mismo: el hecho de que prefieran acostarse con gente de su mismo sexo no tiene por qu¨¦ hacerlos iguales, ni siquiera parecidos. No creo que Michel Foucault y J. Edgar Hoover tuvieran mucho que ver, y sin embargo podr¨ªan haber compartido esta marcha. Es como el f¨²tbol, como la patria: una fuente de alianzas sorprendentes. Hay un periodo en que la alianza tiene sentido: cuando los atacan por lo mismo, se defienden uni¨¦ndose. Pero cuando dejan de atacarlos, reaparecen las diferencias, y la identidad se vuelve cada vez m¨¢s confusa¡±.
En los ¨²ltimos a?os y en nuestros pa¨ªses la condici¨®n LGBT se hizo m¨¢s y m¨¢s aceptable, m¨¢s y m¨¢s cool, m¨¢s y m¨¢s fuente de satisfacciones y negocios. Hasta que ¡ªahora, aqu¨ª¡ª los trogloditas de siempre reaparecieron para darle a la marcha de ayer un contenido de reivindicaci¨®n, de pelea que parec¨ªa olvidado: uno, dos millones de personas marchando contra los que quieren limitarlos y ¡°curarlos¡±. As¨ª, les devuelve la memoria de su origen: aquel raid policial hace justo medio siglo contra el Stonewall Inn, el mayor bar gay de Nueva York entonces, que termin¨® en peleas callejeras, palos, detenciones y que caus¨®, en su primer aniversario, la primera gran marcha. Y, desde entonces, los logros de estas d¨¦cadas: que la elecci¨®n sexual fuera considerada un derecho y no una fuente de discriminaci¨®n.
Y ahora la palabra orgullo significa miles y miles cantando y bailando para celebrarlo. A veces me inquieta o me da envidia: orgullo es una palabra demasiado plural como para que se la haya quedado un grupo, cualquiera sea. Y despu¨¦s me da gusto que tantos cavern¨ªcolas tengan que tragarse su orgullo porque orgullo es una palabra de esos a los que no tragan ¡ªni querr¨ªan tragar.
Lo mismo pasa con memoria. En Espa?a todav¨ªa se precisa, a veces, para precisarla, el adjetivo ¡°hist¨®rica¡±. En la Argentina no: all¨ª la Memoria significa ¡°recuerdo y relato de las atrocidades cometidas por la dictadura militar de los a?os setenta¡±. Tambi¨¦n all¨ª un grupo consigui¨® apropiarse una palabra com¨²n; ahora, cuando alguien quiere hablar de la memoria de sus mayores o su mala memoria o la memoria y el balance, debe pagar una especie de peaje l¨¦xico al significado que inevitablemente se le cuela: esa barbarie, esos asesinatos.
Son evidencias de un triunfo: cuando un movimiento, una movida, una intenci¨®n crean sus propias palabras o le cambian el sentido a las creadas es que han hecho, ya, mucho camino. Aquel orgullo de la memoria, esta memoria del orgullo.?
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