La capitana y el ministro
Debemos estar atentos al juicio de Carola Rackete, que podr¨ªa ser condenada a 10 a?os de c¨¢rcel, y exigir que los jueces salven la honra y las buenas tradiciones de Italia, hoy pisoteadas por Salvini y la Liga
Carola Rackete, la capitana del barco Sea Watch 3, que hac¨ªa 17 d¨ªas andaba a la deriva en el Mediterr¨¢neo con 40 inmigrantes a bordo rescatados en el mar, atrac¨® en la madrugada del viernes pasado en la isla italiana de Lampedusa, pese a la prohibici¨®n de las autoridades de ese pa¨ªs. Hizo bien. Fue de inmediato detenida por la polic¨ªa italiana, y el ministro del Interior y l¨ªder de la Liga, Matteo Salvini, se apresur¨® a advertir a la ONG espa?ola Open Arms, que anda por los alrededores con decenas de inmigrantes rescatados en el mar, que ¡°si se atreve a acercarse a Italia, correr¨ªa la misma suerte que la joven alemana Carola Rackete¡±, quien podr¨ªa ser condenada a 10 a?os de c¨¢rcel y a pagar una multa de 50.000 euros. El fundador de Open Arms, ?scar Camps, respondi¨®: ¡°De la c¨¢rcel se sale, del fondo del mar, no¡±.
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Cuando las leyes, como las que invoca Matteo Salvini, son irracionales e inhumanas, es un deber moral desacatarlas, como hizo Carola Rackete. ?Qu¨¦ deber¨ªa haber hecho, si no? ?Dejar que se le murieran esos pobres inmigrantes rescatados en el mar, que, luego de 17 d¨ªas a la deriva, se hallaban en condiciones f¨ªsicas muy precarias, y alguno de ellos a punto de morir? La joven alemana ha violado una ley est¨²pida y cruel, de acuerdo con las mejores tradiciones del Occidente democr¨¢tico y liberal, una de cuyas ant¨ªpodas es precisamente lo que la Liga y su l¨ªder, Matteo Salvini, representan: no el respeto de la legalidad, sino una caricatura prejuiciada y racista del Estado de derecho. Y son precisamente ¨¦l y sus seguidores (demasiado numerosos, por cierto, y no s¨®lo en Italia, sino en casi toda Europa) quienes encarnan el salvajismo y la barbarie de que acusan a los inmigrantes. No merecen otros calificativos quienes hab¨ªan decidido que, antes de pisar el sagrado suelo de Italia, los 40 sobrevivientes del Sea Watch 3 se ahogaran o murieran de enfermedades o de hambre. Gracias a la valent¨ªa y decencia de Carola Rackete por lo menos estos 40 desdichados se salvar¨¢n, pues ya hay cinco pa¨ªses europeos que se han ofrecido a recibirlos.
Sobre la inmigraci¨®n hay prejuicios crecientes que van alimentando el peligroso racismo que explica el rebrote nacionalista en casi toda Europa, la amenaza m¨¢s grave para el m¨¢s generoso proyecto en marcha de la cultura de la libertad: la construcci¨®n de una Uni¨®n Europea que el d¨ªa de ma?ana pueda competir de igual a igual con los dos gigantes internacionales, Estados Unidos y China. Si el neofascismo de Matteo Salvini y compa?¨ªa triunfara, habr¨ªa Brexits por doquier en el Viejo Continente y a sus pa¨ªses, divididos y enemistados, les esperar¨ªa un triste porvenir a fin de resistir los abrazos mortales del oso ruso (v¨¦ase Ucrania).
No ser¨¦ el ¨²nico en pedir para esa joven capitana el Premio Nobel de la Paz cuando llegue la hora
Pese a que las estad¨ªsticas y las voces de economistas y soci¨®logos son concluyentes, los prejuicios prevalecen: los inmigrantes vienen a quitar trabajo a los europeos, acarrean delitos y violencias m¨²ltiples, sobre todo contra las mujeres, sus religiones fan¨¢ticas les impiden integrarse, con ellos crece el terrorismo, etc¨¦tera. Nada de eso es verdad, o, si lo es, est¨¢ exagerado y desnaturalizado hasta extremos irreales.
La verdad es que Europa necesita inmigrantes para poder mantener sus altos niveles de vida, pues es un continente en el que, gracias a la modernizaci¨®n y el desarrollo, cada vez un n¨²mero menor de personas deben mantener a una poblaci¨®n jubilada m¨¢s numerosa y que sigue creciendo sin tregua. No s¨®lo Espa?a tiene la m¨¢s baja tasa de nacimientos en el a?o; muchos otros pa¨ªses europeos le siguen los pasos de cerca. Los inmigrantes, quer¨¢moslo o no, terminar¨¢n llenando ese vac¨ªo. Y, para ello, en vez de mantenerlos a raya y perseguirlos, hay que integrarlos, removiendo los obst¨¢culos que lo impiden. Ello es posible a condici¨®n de erradicar los prejuicios y miedos que, explotados sin descanso por la demagogia populista, crean losMatteo Salvini y sus seguidores.
Desde luego que la inmigraci¨®n debe ser orientada, para que ella beneficie a los pa¨ªses receptivos. Conviene recordar que ella es un gran homenaje que rinden a Europa esos miles de miles de miserables que huyen de los pa¨ªses subsaharianos gobernados por pandillas de ladrones y, encima, a veces fan¨¢ticos que han convertido el patrimonio nacional en la caverna de Al¨ª Bab¨¢. Adem¨¢s de establecer reg¨ªmenes autoritarios y eternos, saquean los recursos p¨²blicos y mantienen en la miseria y el miedo a sus poblaciones. Los inmigrantes huyen del hambre, de la falta de empleo, de la muerte lenta que es para la gran mayor¨ªa de ellos la existencia.
?No es un problema de Europa? La verdad es que s¨ª lo es, por lo menos parcialmente. El neocolonialismo hizo estragos en el Tercer Mundo y contribuy¨® en buena parte a mantenerlo subdesarrollado. Por supuesto que la falta es compartida con quienes adquirieron las malas costumbres y fueron c¨®mplices de quienes los explotaban. No hay duda de que, en ¨²ltima instancia, s¨®lo el desarrollo del Tercer Mundo mantendr¨¢ en sus tierras a esas masas que ahora prefieren ahogarse en el Mediterr¨¢neo, y ser explotadas por las mafias, antes que continuar en sus pa¨ªses de origen donde sienten que no cabe ya la esperanza de cambio.
Europa necesita inmigrantes para poder mantener sus altos niveles de vida y una numerosa poblaci¨®n jubilada
Lo fundamental en Europa es una transformaci¨®n de la mentalidad. Abrir las fronteras a una inmigraci¨®n que es necesaria y regularla de modo que sea propicia y no fuente de divisi¨®n y de racismo, ni sirva para incrementar un populismo que tan horrendas consecuencias trajo en el pasado. Es preciso recordar una y otra vez que los millones de muertos de las dos ¨²ltimas guerras mundiales fueron obra del nacionalismo y que ¨¦ste, inseparable de los prejuicios raciales y fuente irremediable de las peores violencias, ha dejado huella en todas partes de las atrocidades que caus¨® y que podr¨ªa volver a causar si no lo atajamos a tiempo. Hay que enfrentar a los Matteo Salvini de nuestros d¨ªas con el convencimiento de que ellos no son m¨¢s que la prolongaci¨®n de una tradici¨®n oscurantista que ha llenado de sangre y de cad¨¢veres la historia del Occidente, y han sido el enemigo m¨¢s encarnecido de la cultura de la libertad, de los derechos humanos, de la democracia, nada de lo cual hubiera prosperado y se hubiera extendido por el mundo si los Torquemada, los Hitler y los Mussolini hubieran ganado la guerra a los aliados.
Escribo este art¨ªculo en Vancouver, una bella ciudad a la que llegu¨¦ ayer. Esta ma?ana me he desayunado en un restaurante del centro de la ciudad en el que trab¨¦ conversaci¨®n con cuatro ¡°nativos¡± que eran de origen japon¨¦s, mexicano, rumano y s¨®lo el ¨²ltimo de ellos gringo. Los cuatro ten¨ªan pasaporte canadiense y parec¨ªan contentos con su suerte y entenderse muy bien. Ese es el ejemplo a seguir en Europa, el de Canad¨¢.
Debemos estar atentos al juicio de Carola Rackete y exigir que los jueces salven la honra y las buenas tradiciones de Italia, hoy pisoteadas por Salvini y la Liga. Estoy seguro de que no ser¨¦ el ¨²nico en pedir para esa joven capitana el Premio Nobel de la Paz cuando llegue la hora.
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