No han entendido nada

Si exist¨ªan sospechas sobre la erosi¨®n del orden liberal en el mundo, lo sucedido esta semana en Bruselas permite abandonar cualquier atisbo de duda. La m¨¢xima expresi¨®n del poder geopol¨ªtico europeo, el eje franco-alem¨¢n, vuelve con toda su crudeza desde?ando el potencial democratizador del spitzenkandidateno sistema de ¡°cabezas de lista europeos¡± que parec¨ªa inevitable. Hasta la cuota de g¨¦nero se ha instrumentalizado con cinismo para justificar el nombramiento al frente de las m¨¢s importantes instituciones comunitarias de dos mujeres conservadoras de dudosa idoneidad para el cargo, permitiendo adem¨¢s que la hidra de mil cabezas del populismo jugase un rol determinante en el seno del Consejo.

Y ese es el drama: el proyecto europeo muestra sus l¨ªmites en cada vez m¨¢s lugares del continente y, para desgracia nuestra, tambi¨¦n en el coraz¨®n mismo del sue?o comunitario. El ideal de Europa como instrumento democratizador parece desvanecerse. Timmermans, valedor de los expedientes contra Polonia y Hungr¨ªa, representaba esa promesa, pero la realidad es que el iliberalismo en auge ha determinado el reparto de poderes con la connivencia del liderazgo de vuelo gallin¨¢ceo de Merkel y Macron y la inexperiencia de S¨¢nchez como negociador en Europa. El problema no es tanto el resultado de la negociaci¨®n, que tambi¨¦n, sino la propia composici¨®n del Consejo.

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EDITORIAL | Quinteto deslucido

Quiz¨¢s ahora, quienes miran con c¨ªnico paternalismo las denuncias de la izquierda al ascenso de la ultraderecha, entiendan el problema que supone que triplique su impacto electoral. En 1998, 12,5 millones de europeos viv¨ªan bajo Gobiernos con participaci¨®n de fuerzas ultra; hoy, 170 millones, incluida Italia, tercera econom¨ªa de la eurozona y firmante del fundacional Tratado de Roma.

Las elecciones no han cambiado mucho la composici¨®n de la Euroc¨¢mara. El Consejo es otra cosa: los ultras est¨¢n m¨¢s coordinados que nunca. Pero la decadencia del orden liberal no tiene tanto que ver con esto como con la connivencia de los conservadores, dispuestos a echarse al monte para no ver a un socialdem¨®crata en la cima, y con el benepl¨¢cito de los llamados liberales, decididos a sacar tajada de casi todo. ?Ser¨¢ verdad, como se?al¨® John Gray al hablar del Brexit, que la Uni¨®n est¨¢ dise?ada para evitar que encaje la socialdemocracia? A la luz de los nombramientos, el contrato social que necesita Europa ni est¨¢ ni se le espera. Y, sin embargo, si algo nos ense?a el ¨²ltimo decenio es esa otra vieja premisa de Richard Rorty: ¡°Los marxistas ten¨ªan raz¨®n al menos en una cosa: las cuestiones pol¨ªticas centrales son las que tienen que ver con las relaciones entre ricos y pobres¡±. Las capitales del coraz¨®n de Europa no han entendido nada.