El mito veraniego del ¡®Rodr¨ªguez¡¯: el espa?ol frustrado sexualmente que elevamos a la categor¨ªa de h¨¦roe
Una casa sin una mujer era la oportunidad del hombre de la clase media tardo-franquista para sentirse como un rey, ?pero qu¨¦ connotaciones (y legado) tiene esta expresi¨®n que a¨²n seguimos utilizando?
Sim¨®n, el protagonista de la obra Usted puede ser un asesino (Alfonso Paso, 1958), justificaba as¨ª su decisi¨®n de contratar a una prostituta mientras su mujer estaba en la playa con los ni?os: ¡°Llevo todo el a?o trabajando como un negro, tengo derecho a echar una cana al aire¡±. La figura del rodr¨ªguez, un mito de la cultura popular espa?ola en los 60 y los 70, era aspiracional: si el hombre cumpl¨ªa con su deber asignado (cabeza de familia, trabajador, proveedor) se merec¨ªa satisfacer sus impulsos sexuales de vez en cuando sin hacer mucho ruido. Al fin y al cabo la ley penalizaba el adulterio femenino, no el masculino. ?Pero existi¨® de verdad el rodr¨ªguez? ?O fue acaso una fantas¨ªa para aliviar la frustraci¨®n del marido en la c¨¢rcel de su hogar, tan inalcanzable en realidad como las novelas rosas que le¨ªa su se?ora?
En El c¨¢lido verano del se?or Rodr¨ªguez, L¨®pez V¨¢zquez intentaba aprovechar su libertad para echar un polvo extramatrimonial, convencido de que la infidelidad ocasional era ¡°una cosa muy europea¡± que por fin llegaba a la clase media tras d¨¦cadas de practicarse solo entre los ricachones
Si Rodrigo proviene del germ¨¢nico Hrod-riks, ¡°glorioso reino¡±, una casa vac¨ªa en verano era lo m¨¢s parecido que ten¨ªa el hombre de la clase media tardo-franquista a sentirse como un rey. El desarrollismo econ¨®mico que marc¨® aquella ¨¦poca, con empleos estables y vacaciones en la costa, llen¨® las playas de amas de casa y de ni?os, mientras los padres segu¨ªan trabajando en la ciudad y (como mucho) visitando a la familia los fines de semana. La mujer (¡°la maruja¡±, ¡°la parienta¡±, ¡°la enemiga¡±) ostentaba un rol dual, forzoso y desagradecido: una ciudadana sometida socialmente a su marido en la calle pero una figura de autoridad dentro de casa. A ella se le exig¨ªa que salvaguardase el recato familiar y por tanto censuraba, rega?aba y castigaba las actitudes irresponsables del marido. La reacci¨®n del marido era, como ocurr¨ªa tanto en Usted puede ser un asesino como en El c¨¢lido verano del se?or Rodr¨ªguez (Pedro Lazaga, 1965) y otras comedias celt¨ªberas de la ¨¦poca, no respetar a su esposa y a la vez vivir atemorizado por ella.
En la comedia de Lazaga (uno de los m¨¢s importantes narradores de la transformaci¨®n de Espa?a en los 60 con La ciudad no es para m¨ª, Sor Citro?n o Los tramposos), Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez viv¨ªa su propia versi¨®n de La tentaci¨®n vive arriba (1955). En este cl¨¢sico de Billy Wilder, el personaje de Marilyn Monroe figuraba en los cr¨¦ditos como ¡°la chica¡± (su t¨ªtulo en ingl¨¦s, The Seven Year Itch, ¡°el picor de los siete a?os¡±, hac¨ªa referencia a las ganas de tirarse a otra mujer tras siete a?os con la misma). En El c¨¢lido verano del se?or Rodr¨ªguez, L¨®pez V¨¢zquez intentaba aprovechar su libertad para echar un polvo extramatrimonial, convencido de que la infidelidad ocasional era ¡°una cosa muy europea¡± que por fin llegaba a la clase media tras d¨¦cadas de practicarse solo entre los ricachones. La pel¨ªcula populariz¨® el t¨¦rmino ¡°estar de rodr¨ªguez¡± (originado, seg¨²n otras fuentes, de que el tercer apellido m¨¢s com¨²n en Espa?a era el elegido por los ad¨²lteros para presentarse en los burdeles) pero tambi¨¦n sermone¨® con una moraleja final: L¨®pez V¨¢zquez acababa d¨¢ndose cuenta de que no era ning¨²n lig¨®n, asumiendo que no pod¨ªa valerse por s¨ª mismo y deseando que la parienta y los ni?os volviesen a casa.
Si el rodr¨ªguez era un h¨¦roe aspiracional para el espa?ol medio, la sueca era su santo grial.?El crecimiento del turismo europeo en la Espa?a de los 60 cre¨® el mito de la t¨ªa buena ex¨®tica?que llevaba bikinis y era desinhibida
¡°Los componentes identitarios de la masculinidad rodriguezesca no provocan una crisis de los valores franquistas ni debates m¨¢s all¨¢ de una cr¨ªtica burlesca solapada¡±, analiza Mary Nash en su ensayo Masculinidades vacacionales y veraniegas: el rodr¨ªguez y el donju¨¢n en el turismo de masas. ¡°No se propone subvertir el orden social y de g¨¦nero establecido. El rodr¨ªguez ni siquiera pretende transformar la instituci¨®n familiar, que quiere custodiar a pesar de fingir que la vive de manera asfixiante y con falta de libertad. La culpabilidad por romper las normas de conducta es central en su retrato. La autoridad masculina del rodr¨ªguez queda te?ida de dudas y de ansiedad, ya que solo goza de libertad condicional en ausencia de su esposa. En este sentido, la popularizaci¨®n de la masculinidad en t¨¦rminos de rodr¨ªguez evidencia una cierta tolerancia del r¨¦gimen y de la sociedad sobre los l¨ªmites del comportamiento sexual de los casados¡±. Es decir, los censures permit¨ªan que se bromease con los deseos sexuales del rodr¨ªguez (con una mirada entra?able, comprensiva e incluso justificadora) pero recomendaba no consumarlos por el bien de la continuidad de los valores nacionalcatolicistas.
¡°Nombrar es una manera de establecer normas, ya que los nombres forman parte de un orden simb¨®lico que aporta legitimidad a partir del poder de representaci¨®n¡±, concluye Nash. Si una comedia de enredo con Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez (quien tambi¨¦n protagoniz¨® la adaptaci¨®n al cine de Usted puede ser un asesino en 1961) suger¨ªa que no pasaba nada por intentar echar una canita al aire, la figura del rodr¨ªguez quedaba adscrita al sistema y, por lo tanto, no supon¨ªa una amenaza contra ese sistema. El mito del rodr¨ªguez aliviaba la ansiedad del hombre por estar a la altura de su rol asignado, pero a la vez ridiculizaba sus inseguridades para asegurarse de que tampoco se viniera tan arriba. En Tres suecas para tres rodr¨ªguez (Pedro Lazaga, 1975) tres tipos con las caras de Tony Leblanc, Rafael Alonso y Antonio Ozores trazaban un plan para ligarse a tres guiris que en realidad solo les hac¨ªan caso para timarlos y esconder drogas en sus pisos. El rodr¨ªguez quedaba por tanto retratado como un pringao, un falso pichabrava (fofo, calvo y sin talento para ligar, porque cuidarse era considerado vanidoso y afeminado) destinado al fracaso que disfrutaba de una libertad ficticia, porque en realidad jam¨¢s ser¨ªa capaz de satisfacer a una mujer sexualmente experimentada como ¡°la sueca¡±. De hecho, Rafael Alonso en Tres suecas para tres rodr¨ªguez viv¨ªa acomplejado por no ser capaz de dejar pre?ada a su mujer. Gracias a su aventura con las suecas, acaba consigui¨¦ndolo y la comedia culmina como otra reivindicaci¨®n de que como en casa no se est¨¢ en ning¨²n sitio.
"La autoridad masculina del rodr¨ªguez queda te?ida de dudas y de ansiedad, ya que solo goza de libertad condicional en ausencia de su esposa. La culpabilidad por romper las normas de conducta es central en su retrato"
Mary Nash,?'Masculinidades vacacionales y veraniegas: el rodr¨ªguez y el donju¨¢n en el turismo de masas'
Si el rodr¨ªguez era un h¨¦roe aspiracional para el espa?ol medio, la sueca era su santo grial. El crecimiento del turismo europeo en la Espa?a de los 60 cre¨® el mito de la t¨ªa buena ex¨®tica (muy rubia y muy alta) que llevaba bikinis y que era desinhibida y, desde el punto de vista de los Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, un poco tonta y facilona. Sin embargo, en todas las pel¨ªculas sobre canitas al aire veraniegas, la esposa acaba apareciendo para quitarle la tonter¨ªa al marido, ejercer su rol como castradora y, en definitiva, restablecer el orden. De nuevo, no es un ejercicio exclusivamente ib¨¦rico: en Atracci¨®n fatal, la mujer del in¨²til de Michael Douglas ten¨ªa que disparar a su amante (Glenn Close) para volver a ser un matrimonio supuestamente feliz.
La popularidad del rodr¨ªguez llev¨® al diario Arriba, durante el verano, a dedicar su secci¨®n dom¨¦stica La mujer y la casa al hombre. En concreto a esos hombres ¡°que en sus primeros d¨ªas de soledad respiran tranquilos porque pueden ver su programa favorito sin l¨ªos, porque la esposa no les molesta con las malas notas que ha tra¨ªdo el churumbel y porque hasta se descalzan sin que nadie les critique¡±. Este manual para el rodr¨ªguez les ense?aba a calentar al ba?o mar¨ªa las latas de conserva (¡°callos o perdiz estofada¡±) que les hab¨ªa dejado la se?ora, les advert¨ªa de que cogieran la bandeja del horno con un pa?o porque ¡°est¨¢ que arde¡± y les introduc¨ªa a innovaciones dom¨¦sticas como la bolsa de basura negra, comercializada en Espa?a desde 1966, y explicaba qu¨¦ hacer con ella una vez estuviese llena.
El mito del rodr¨ªguez aliviaba la ansiedad del hombre por estar a la altura de su rol asignado, pero a la vez ridiculizaba sus inseguridades para asegurarse de que tampoco se viniera tan arriba
La realidad del rodr¨ªguez era, por tanto, bastante menos picante que su fantas¨ªa. La libertad consist¨ªa en ahorrarse los atascos de la Espa?a pre-autopistas (con millones de coches con bacas atestadas de maletas y saliendo y volviendo de la ciudad exactamente el mismo d¨ªa), en ahorrarse escuchar a los cr¨ªos gritando ¡°?falta mucho?¡± y en ahorrarse aguantar a ¡°la suegra¡±. A cambio, el marido gozaba del piso por fin para ¨¦l solo. Y para lo que aprovechaba era para dar rienda suelta a su virilidad por defecto (solo campante en ausencia de la feminidad y de la infancia) viendo la televisi¨®n sin que nadie pasase por delante, teniendo la casa manga por hombro sin que nadie le exigiese responsabilidades o entrando y saliendo de casa a deshoras sin dar explicaciones. En definitiva, el rodr¨ªguez utilizaba su libertad condicional para comportarse como un adolescente y no levantar (ni limpiar) la taza del v¨¢ter, dejar que los cacharros se apilasen en el fregadero, no hacer la cama porque total iba a volver a meterse en ella por la noche y, como se dec¨ªa entonces, ¡°pasar ol¨ªmpicamente¡± de todo. A m¨ª, plim. Una rebeld¨ªa contenida dentro del sistema. La mujer, por su parte, pasaba sus vacaciones sufriendo el doble de estr¨¦s que los once meses restantes.
?Y qu¨¦ fue del rodr¨ªguez? Como tantas otras v¨ªas de escape necesarias durante el franquismo, se extingui¨® con la democracia. El matrimonio fue dejando de ser una imposici¨®n autoritaria y el marido dej¨® de entenderlo como una prisi¨®n: hoy disfruta de sus hijos sin considerarlos un estorbo, se coordina con su mujer para pasar las vacaciones juntos y sabe d¨®nde est¨¢n los cubos de la basura. En 2013, una encuesta mostr¨® que el 98,3 % de los hombres y mujeres que se quedan solos en verano realizan a diario las tareas del hogar. Tambi¨¦n se?al¨® que lo m¨¢s parecido a un rodr¨ªguez que queda en Espa?a son los abuelos, a cargo de sus nietos durante el invierno y liberados de su rol de ni?eros en verano.
El rodr¨ªguez solo pudo existir en un momento muy concreto con unas imposiciones morales, econ¨®micas y sociales determinadas. Pero ha sobrevivido en el imaginario colectivo
La cultura espa?ola ya no deposita sobre los hombros del marido la virtud de la provisi¨®n y sobre los de la mujer la virtud de la decencia, porque ahora ellos y ellas comparten ambas virtudes, pero la monogamia sigue siendo el formato de relaci¨®n oficial. Sin embargo, las canitas al aire no se crean ni se destruyen, solo se transforman. La tecnolog¨ªa ha facilitado la infidelidad (Tinder, Instagram, WhatsApps furtivos con un/a compa?ero/a de trabajo) y a la vez ha impedido que un marido pueda pasarse dos d¨ªas sin cogerle el tel¨¦fono a su mujer durante las vacaciones. Los hombres, que ahora pueden ser infieles si quieren en cualquier estaci¨®n del a?o, dedican su soledad a actividades que no exist¨ªan en los 60: los videojuegos, el deporte o socializar con amigos m¨¢s all¨¢ de aquel bajar al bar a apoyar el codo en la barra durante horas.
El rodr¨ªguez, por tanto, solo pudo existir en un momento muy concreto con unas imposiciones morales, econ¨®micas y sociales determinadas. Pero ha sobrevivido en el imaginario colectivo. En 1989, Andr¨¦s Calamaro fund¨® en Madrid su banda Los Rodr¨ªguez en honor a la relaci¨®n a distancia que manten¨ªa con su novia de Buenos Aires. La discoteca madrile?a La rodr¨ªguez organiza despedidas de soltero y una web de viajes lanz¨® en 2017 la campa?a #Kayakderodriguez para la gente que se quedaba en la ciudad mientras sus amigos (la familia elegida, no impuesta) se iban de veraneo. Lo que no ha cambiado es que uno de cada tres divorcios se solicita en septiembre. Puede que el rodr¨ªguez ya no est¨¦ operativo, pero sus deseos extramatrimoniales siguen vivos y ahora, por fin, puede hacer algo al respecto y cambiar su vida si tanto le agobia. Eso s¨ª que es libertad.
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