La sangre del cante
SE CONOCIERON una noche de verano en Andaluc¨ªa. Estaban cantando en el Patio de las Buganvillas de la hacienda Santa Ana, en el pueblo sevillano de Tomares. Por entonces, los nombres de Mar¨ªa Terremoto y Rancapino Chico no aparec¨ªan destacados en los carteles de la 41? edici¨®n del Festival Flamenco Ciudad de Tomares. Conseguirlo iba a ser solo cuesti¨®n de tiempo.
Tres a?os despu¨¦s, est¨¢n de nuevo en Sevilla. Conversan y posan para las fotos en un patio del monasterio de la Cartuja. Sus carreras despegaron hace tiempo. ¡°Yo lo admiro much¨ªsimo¡±, dice Terremoto mirando a Rancapino Chico. Ella tiene hoy 19 a?os. ¡°Como compa?ero, como artista, y porque su padre y el m¨ªo tambi¨¦n se conocieron mucho¡±. El sentimiento es mutuo. ¡°Ella es una cantaora que se entrega al m¨¢ximo¡±, replica ¨¦l. Los dos nacieron gaditanos. Descienden de grandes dinast¨ªas del flamenco. Ella, en Jerez, y ¨¦l, en Chiclana de la Frontera. ¡°Venimos de apellidos con peso¡±, deja claro Terremoto.
¡°No podemos superar lo anterior¡±, dice ¨¦l. ¡°No estoy en contra de experimentar, pero nos lo dejaron todo hecho¡±, contesta ella
La charla sigue entre el recuerdo de festivales, el peso de la sangre y el cante jondo. A finales de agosto, los dos volver¨¢n a coincidir actuando en el Flamenco on Fire de Pamplona. Para Rancapino Chico ser¨¢ una oportunidad para interpretar los temas de su primer ¨¢lbum, Por mi amor al arte, publicado el pasado febrero. Para ¨¦l, las mejores decisiones creativas llegan sin explicaci¨®n. O son ¡°improvisadas¡±.
La voz de su padre, el maestro Rancapino, sabia y tierna, rodeada de los sonidos del campo, protagoniza el arranque del disco. Pero no canta. Habla como si su hijo estuviera al lado. ¡°Te iba decir, mi coraz¨®n m¨ªo, que t¨² te cuides mucho¡ Porque eres un cantaor de primera¡±. Al final del tema, el viejo cantaor, que fue gran amigo de Camar¨®n de la Isla, cita a sus maestros. Entre ellos est¨¢ el padre de Mar¨ªa Terremoto.
Cuando se acuerda de su padre, ella mide sus palabras mientras mira hacia el suelo. Falleci¨® cuando era una ni?a de nueve a?os. ¡°Su m¨²sica perdura, pero falt¨® el m¨²sico [¨¦l]¡±. Terremoto es una perfeccionista. Tard¨® siete meses en grabar su primer ¨¢lbum, La huella de mi sent¨ªo. Y como en el caso de Rancapino Chico, el comienzo del disco es un homenaje a su padre. Dej¨® para el final la grabaci¨®n del primer sencillo, La luz sobre los balcones. ¡°Temo que me comparen con ¨¦l¡±, confiesa ella. ¡°Pero mi padre tambi¨¦n sufri¨® las comparaciones con mi abuelo, Terremoto de Jerez¡±.
En marzo, Terremoto estuvo de gira en el pa¨ªs del jazz y el blues. ¡°En Nueva York te puedes encontrar por la calle a una persona cantando ¨®pera o soul, que son unos fen¨®menos y que te rompen el alma¡±. Ahora pasa horas interpretando otros tipos de m¨²sica, no solo flamenco. Sobre todo, en casa y en el coche. ¡°Me gusta cantar canciones de Beyonc¨¦ y de Whitney Houston. Lo disfruto m¨¢s porque tengo much¨ªsimo respeto por el flamenco¡±.
Para Rancapino Chico, lo suyo no supera lo anterior. ¡°Ni lo intentamos. No podemos. Porque ellos [sus predecesores] son ¨²nicos¡±. Terremoto apostilla: ¡°Yo no estoy en contra de experimentar, pero nos lo dejaron todo hecho¡±.
Al final de tantas palabras llega el alivio del cante. Los dos palmean y canturrean con voces bajitas mientras se clavan la mirada. ¡°Me quedo en blanco¡±, bromea Rancapino Chico tras unos compases. Y se echan a re¨ªr sin perder el ritmo, entre suaves palmas.
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