Ven, pasa a la cocina
Un trabajador del PMA, que ha retratado las m¨¢s de 500 viviendas de refugiados sirios que ha visitado en los ¨²ltimos a?os, desvela las tendencias que ha observado y c¨®mo estos espacios cuentan los viajes y vidas de sus ocupantes
A lo largo de cuatro a?os en L¨ªbano he visitado unos 500 hogares. Todos de refugiados sirios que reciben dinero en efectivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para comprar comida. En la mayor¨ªa de mis visitas, asomaba la cabeza por una esquina y echaba un vistazo a la cocina, el destino final de los alimentos comprados con este dinero. Medio millar de cocinas m¨¢s tarde, aqu¨ª explico algunas de las tendencias que he observado y c¨®mo estos espacios cuentan los viajes y vidas de sus ocupantes.
Los suelos medio empapados son una se?al de que las cocinas no solo son espacios para el almacenaje y la preparaci¨®n de alimentos. Muchas familias, sobre todo las de las zonas rurales, residen en viviendas construidas a mano y provistas de una sola entrada y salida de agua, por lo que las estancias generalmente hacen las veces de cuartos h¨²medos.
A veces se utilizan divisiones de la altura de un bloque de piedra para mantener el agua confinada en una zona particularmente h¨²meda. Tambi¨¦n pueden servir de repisas para las mascotas que desean permanecer secas.
Cuando la visit¨¦, F¨¢tima me explic¨® que su vida era ¡°ca¨®tica¡±, con seis hijos que atender en una casa de dos habitaciones en el norte de L¨ªbano. Su esposo construy¨® la casa en una semana cuando llegaron desde Siria, hace un a?o. Utiliz¨® principalmente madera y armazones procedentes de chatarrer¨ªas y obras de demolici¨®n cercanas. Las ollas y el quemador los compraron con los ahorros restantes y con el dinero en efectivo que se les ingresa.
Todos los meses las familias reciben 175 d¨®lares, y 27 m¨¢s por cada miembro. Esta cocina-cuarto h¨²medo es donde F¨¢tima prepara la comida para sus seis hijos cada d¨ªa. Las lentejas y los carbohidratos se encuentran frecuentemente en el men¨², porque llenan y son baratos.
No recuerdo haber visto un horno o tan siquiera un segundo quemador en la cocina de nadie. Estas peque?as estructuras met¨¢licas pueden comprarse por un par de d¨®lares. Cuando el gas es barato y la electricidad rara vez est¨¢ disponible, para muchas familias son la mejor opci¨®n para preparar platos calientes.
En 2017 escrib¨ª una historia sobre Mohamed, un ni?o que ama el t¨¦. Cuando no est¨¢ jugando en los campos que rodean su casa, se le suele encontrar en la cocina preparando una infusi¨®n. Su cocina es la t¨ªpica de muchas familias sirias que viven en la Bekaa. Hay envases de pl¨¢stico apilados y un quemador en el centro de la estancia. Es un lugar de encuentro para la familia.
El PMA ingresa a los refugiados 175 d¨®lares mensuales m¨¢s 27 por cada miembro. La mayor¨ªa lo gastan en comida
Khadija vive en un refugio hecho con hormig¨®n y l¨¢minas de pl¨¢stico por un olivarero. A cambio de atender los ¨¢rboles, la familia vive sin pagar alquiler y Khadija comparte con su familia sus ingresos del PMA, 27 d¨®lares mensuales. No hay dinero de sobra para la atenci¨®n sanitaria, la educaci¨®n de los ni?os o la electricidad para el refugio. La mayor¨ªa de las veces se queda en casa en la oscuridad, en cuclillas, cocinando patatas, tomates y jud¨ªas en el ¨²nico quemador de la familia.
Solo te encuentras suelo mojado donde hay suelo de verdad. Para las familias que todav¨ªa est¨¢n construyendo sus casas o que simplemente no pueden permitirse el lujo de poner uno, la alternativa es la tierra. Mientras que el seco absorbe cualquier l¨ªquido en el verano abrasador, lo contrario puede causar problemas catastr¨®ficos durante el invierno.
En enero de este a?o, varias familias me contaron c¨®mo proteg¨ªan sus casas de las inundaciones bloqueando las puertas, pero, seg¨²n sus palabras, ¡°el agua entraba por todas partes, del techo, de las paredes, hasta del suelo¡±.
Las familias en zonas urbanas, atra¨ªdas all¨ª por la mayor probabilidad de encontrar empleo, suelen tener cocinas m¨¢s peque?as. En el coraz¨®n de Beirut, una madre me cont¨® c¨®mo utiliza el dinero en efectivo para cocinar pollo dos veces al mes en el quemador de su cocina-cuarto h¨²medo.
Una de las pocas cocinas que vi equipadas y con espacio de trabajo pertenece a Hussein. Este manitas asombroso, experto en construcci¨®n, fontaner¨ªa e ingenier¨ªa el¨¦ctrica, me ense?¨® con orgullo la nevera que encontr¨® siendo chatarra y que consigui¨® resucitar.
Aunque ahora est¨¢ llena, no siempre ha sido as¨ª. Cuando llegaron a L¨ªbano, pas¨® un tiempo antes de que Hussein y su esposa Samira recibieran una tarjeta electr¨®nica cargada con dinero para comprar alimentos. ¡°La primera vez que fuimos a la tienda, le compramos a Mohamed [su hijo] una chocolatina solo porque pod¨ªamos. Antes de eso, todo era pan y productos que nos daban¡±, me explic¨® Samira.
Nadie quiere ser un refugiado. Todos los que lo son solo desean que su situaci¨®n sea temporal. Por lo tanto, el nivel de inversi¨®n en una casa nueva es m¨ªnimo. Adem¨¢s, cuando la gente huy¨® solo se llev¨® consigo lo que cab¨ªa en una bolsa. No se llevaron las ollas ni otros utensilios.
Las cocinas est¨¢n repletas de cubos de pl¨¢stico y bandejas met¨¢licas, y rodeadas de techos y paredes de pl¨¢stico. Todo es barato, desechable y f¨¢cil de limpiar. As¨ª son las cocinas provisionales de cientos de miles de familias sirias en L¨ªbano.
Edward Johnson es oficial de comunicaci¨®n del Programa Mundial de Alimentos.
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