La ira de las mujeres
Los monumentos se limpian, las violaciones y los asesinatos no. Aunque se asusten las buenas conciencias.
Una patada, un alarido, cientos de pu?os en alto.
Gritos, reclamos, llantos, cantos.
Y abrazos, muchos abrazos.
Las mujercitas se salen del guion que tranquiliza a las buenas conciencias. Y eso no gusta. As¨ª no. Entendemos que se movilicen para protestar, hasta las acompa?amos en su indignaci¨®n. Porque s¨ª, est¨¢ mal que las maten y las violen y las acosen. Pero qu¨¦ necesidad hab¨ªa de destrozar el mobiliario urbano y de grafitear monumentos. Qu¨¦ necesidad de exigir que los hombres se mantengan al margen. ?O no? ?O c¨®mo? ?O qu¨¦ pas¨®?
Resumamos: viernes 16 de agosto, cientos de mujeres se re¨²nen en las calles de Ciudad de M¨¦xico para protestar por la violencia de g¨¦nero (que tiene como foco el caso a¨²n en investigaci¨®n de una menor de edad supuestamente violada por polic¨ªas). La narrativa de la indignaci¨®n conjuga todos los elementos que son: abuso de autoridad y una absoluta indefensi¨®n de las mujeres. Lo digo con todas sus letras: en M¨¦xico, en mi pa¨ªs, a las mujeres se les asesina, viola, acosa y molesta desde la m¨¢s absoluta impunidad.
Por ac¨¢ una mujer que sali¨® de trabajar y al recorrer los parajes oscuros hacia su casa es retenida por un hombre que desde una gr¨²a avienta y aplasta el cuerpo. Por all¨¢ una peque?a de pocos a?os, violada y asesinada por el hombre al que reconoce mientras roba algo de su casa. M¨¢s ac¨¢ una joven que logra aventarse de un taxi en movimiento al darse cuenta de que se la quiere llevar, mientras m¨¢s all¨¢ est¨¢n los restos de otra joven que, a pesar de sus gritos de auxilio whatsapperos, no escap¨® de otro taxista que le mancill¨® la vida a golpes de odio.
?Seguimos?
Porque estas son apenas unas estampas en pocas cuadras a la redonda del infierno que es ser mujer en un M¨¦xico que a la mayor¨ªa simplemente le da la espalda. Sin rodeos.
Vienen las protestas. Mujeres que hacen suyo el caso de la adolescente agraviada, que resienten la inacci¨®n de un gobierno encabezado por una mujer de izquierda a la que sienten fr¨ªa, que expresan en el ¡°no nos cuidan, nos violan¡± la rabia contra esas fuerzas de seguridad p¨²blica que, por decisi¨®n u omisi¨®n, se vuelven victimarias. Y salen a las calles, protestan, roc¨ªan con diamantina rosa al jefe de la polic¨ªa, rompen unos vidrios, padecen con raz¨®n la mala comunicaci¨®n de una gobernante que escuda su par¨¢lisis tras el gen¨¦rico de ¡°fueron provocaciones¡±, vuelven a salir a las calles, suman adeptas y caminan y cantan y protestan y gritan y patean y a¨²llan y levantan los pu?os y se abrazan y se cuidan y se estremecen.
Nos estremecen.
El ?ngel de la Independencia (que, por cierto, es una dama alada de prominentes senos) termin¨® ba?ado en escritura urbana. Y a patadas y golpes arremetieron algunas manifestantes contra el mobiliario urbano. Adem¨¢s, por ah¨ª se infiltraron los porros de siempre, hombres y mujeres en violencia extrema contra lo que sea necesario para sus fines de desestabilizaci¨®n (los gobiernos de la Ciudad de M¨¦xico hace mucho nos deben explicaci¨®n y consecuencias sobre el actuar de esos porros).
Para quienes miraban con asombro, ah¨ª se descompuso la cosa. Porque las mujercitas se salieron del guion que tranquiliza a las buenas conciencias.
Yo, sin embargo, creo que lo mucho que sucedi¨® es una invitaci¨®n a aprender y co-construir estos nuevos lenguajes de la protesta que nace del agravio rabioso: el que acumula capas de tocamientos y abusos y asesinatos. Esa cebolla de historias de la abuela que le advirti¨® a la madre que abraz¨® a la hija que ya solo puede rezar por la nieta. Ese ?carajo! que brota de las entra?as m¨¢s dolidas y abandonadas. Y que tambi¨¦n lo hace a patadas.
Tengo para m¨ª que el ?ngel de la Independencia lucir¨ªa orondo sus grafiti a sabiendas de que acompa?a la gestaci¨®n de un anhelo de libertad. Los monumentos se limpian, las violaciones y los asesinatos no.
Aunque se asusten las buenas conciencias.
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