Arte urbano sin barrotes. La visi¨®n del mundo del grafitero Pejac
Tokio, Nueva York, Estambul, Mil¨¢n¡ Con el dinero que gana a trav¨¦s de sus lienzos, Pejac viaja para pintar en las calles de medio mundo. Su ¨²ltimo trabajo: tres murales en la c¨¢rcel c¨¢ntabra de El Dueso que los reclusos le han ayudado a terminar.
EL ARTISTA Pejac ha convertido su estudio en un lugar para los descolocados. De una de sus paredes cuelga el lienzo de un astronauta que observa un ancla encallada en la Luna. En el muro de enfrente, el dibujo de un hombre con una antorcha sobre una monta?a de maderos. Con sus cuadros se puede jugar a encontrar el elemento que est¨¢ fuera de lugar. ¡°Yo soy otro descolocado m¨¢s¡±, dice. Sin embargo, Pejac ha encontrado su sitio en el arte. Desde hace ocho a?os puede vivir de su trabajo y con el dinero que saca de su obra de estudio se dedica a viajar para pintar a pincel muros callejeros.
En la cabecera del taller ha ubicado una mesita gris de oficina con archivadores y una silla negra de respaldo alto que, si el artista se encuentra en faena, mira directamente a su cogote. ¡°Es el sitio de mi asistente¡±. Una mesa pulcr¨ªsima en medio de un caos ordenado que tiene las ¨²nicas sillas de todo el taller que no est¨¢n cubiertas de pintura y un bote de cristal con 24 bol¨ªgrafos rojos. Entre todos ellos, uno azul. El descolocado. ¡°El arte es la manera que tengo de sentirme parte de esta gran locura que es la sociedad actual. Muchas veces veo cosas a mi alrededor, no hace falta ni poner el telediario, y me siento un marciano. Yo no utilizo el arte para desconectar, sino para conectar con la gente, con las cosas que me preocupan o que llevo dentro, con otras sensibilidades¡±.
Pejac es alto, corpulento, tiene carboncillo hasta en la frente y fuma unos cigarros casi tan finos como el palo de un chupachups que apaga con la punta de su zapatilla en el mismo suelo de su taller. Y para ir de punta a punta del estudio, se sube a un patinete. Como muchos grafiteros, prefiere no decir su nombre. Tampoco su edad. Le reh¨²ye al fot¨®grafo los primeros planos que dejen ver n¨ªtidos sus rasgos. ¡°En mi caso no es por legalidad o ilegalidad. No va por ah¨ª. Es para darle importancia a mi trabajo. Creo que habla por s¨ª solo y much¨ªsimo mejor que yo¡±. S¨ª revela que naci¨® en Santander y con la inquietud de la pintura. En el colegio dibujaba en la parte de atr¨¢s de sus cuadernos para disimular ante los profesores. Pero pasaba que las ¨²ltimas hojas avanzaban m¨¢s que las de delante. Para ¨¦l, estudiar Bellas Artes no fue una elecci¨®n, era la ¨²nica opci¨®n posible. Se form¨® entre Salamanca, Barcelona y Mil¨¢n. En Salamanca aprendi¨® la t¨¦cnica y a jugar al mus. En Barcelona a defender su trabajo frente a las creaciones de sus compa?eros. Y Mil¨¢n despert¨® su inquietud por dibujar en la calle. ¡°Era raro porque no trabaj¨¢bamos en clase, lo hac¨ªas en tu casa. Quiz¨¢s es que no lo entend¨ª, pero la gente pintaba donde buenamente pod¨ªa y luego llevaba el resultado a clase para defenderlo ante el profesor¡±. El sistema le resultaba extra?o y decidi¨® que, si no pod¨ªa usar el aula para crear sus trabajos, lo har¨ªa en la calle. Se inici¨® con salidas nocturnas y dibujando sombras en los muros de Mil¨¢n. ¡°Empec¨¦ a entender la complejidad de pintar de manera ilegal. En cuanto a infraestructura y rapidez. Verlo de d¨ªa y trabajarlo de noche. Y documentarlo al d¨ªa siguiente. Al final del proceso las fotos que hac¨ªa se las llevaba al profesor. Me daba la sensaci¨®n de que a la gran mayor¨ªa de ellos les parec¨ªa hasta casi ofensivo. No les encajaba muy bien el arte de calle¡±.
Termin¨® su formaci¨®n y le lleg¨® a Pejac un momento de cierto desencanto. Crear ya no le provocaba ilusi¨®n ni adrenalina. Y se pas¨® al otro lado. Se volvi¨® p¨²blico. Se dedic¨® entonces a consumir arte. ¡°Compr¨¦ mucha novela gr¨¢fica. En paralelo estuve varios a?os haciendo collage. Solo collage. Ni dibujaba ni pintaba. Era una manera de trabajo muy fr¨ªa y casi quir¨²rgica. Me dedicaba a ella cuando los empleos que ten¨ªa me dejaban algo de tiempo. Y ahora veo todo eso y pienso que estaba cogiendo carrerilla. Me sirvi¨® para que me entraran ganas de volver a ese nivel de autoexigencia. Al final de esa ¨¦poca me volv¨ª a meter de lleno en el arte urbano, que era una manera de no a?adir cosas nuevas. Tatuar el muro, meter algo diferente, pero sobre algo que ya exist¨ªa¡±.
Cuenta Pejac que antes de poder ganarse la vida con el arte trabajaba de todo menos de astronauta. Encargos que a veces ten¨ªan que ver con el arte y otras veces no. Pero superada la fase no creativa, empez¨® a obtener poco a poco beneficio econ¨®mico de su obra de estudio. Ahora, gracias a la venta de cuadros, puede financiarse viajes para pintar los muros del mundo. Sus grafitis se ven en las calles de Nueva York, Par¨ªs, Mosc¨², Tokio o Londres. ¡°Lo que m¨¢s recuerdo de mis viajes es la gente. Las obras son importantes, pero siempre son un pretexto para tener vivencias profundas con personas que no conoces¡±. Experiencias que al principio pueden resultar tensas. Cuenta que viaj¨® a Estambul para dibujar tres ventanas ciegas en tres paredes diferentes. Quer¨ªa pintarlas para reflejar la opresi¨®n de la mujer en pa¨ªses musulmanes. Resolvi¨® la obra r¨¢pido, pero sent¨ªa que le faltaba algo y decidi¨® volver al d¨ªa siguiente a retocar unas sombras. Y entonces aparecieron los due?os de la casa. ¡°Padre, madre e hija. La familia al completo. Y me pillaron con las manos en la mesa. Estaban indignados porque un desconocido hab¨ªa manchado su propiedad. No paraban de repetir: ¡®Yes, yes. But this is my house (S¨ª, s¨ª. Pero es mi casa)¡±. Pero Pejac quiso explicarles por qu¨¦ estaba pintando su muro y qu¨¦ significaba aquel dibujo. Consigui¨® que apreciaran su obra y acab¨® tomando t¨¦ con pastas en el sal¨®n de la casa de aquella familia.
Pejac ha pintado el mundo escurri¨¦ndose por una alcantarilla. Naturaleza convertida en ladrillos. Un esquimal pescando en un polo derretido. La tem¨¢tica ecologista resulta recurrente tanto en su trabajo de calle como de estudio. Es un grafitero de pincel y pintura acr¨ªlica, pero si el trabajo requiere rapidez, echa mano del bote de spray. ¡°Cuando es una obra ilegal y tengo que trabajar r¨¢pido, voy con plantillas y spray, que es la mejor forma de resolverlo. No se puede comparar lo que contamina un grupo de chavales haciendo un grafiti con los gases que emite un coche, un avi¨®n o una f¨¢brica de papel. A veces nos fijamos en lo peque?o. No me parece que el problema del cambio clim¨¢tico lo est¨¦n generando los grafiteros¡±.
Ahora presenta su ¨²ltimo proyecto: Mina de oro. Dos semanas de trabajo y tres grafitis en los muros de la c¨¢rcel de El Dueso, en Cantabria. La obra m¨¢s grande de las tres, un ¨¢rbol hecho a base de cinco palotes (el s¨ªmbolo con el que los reclusos cuentan sus d¨ªas de condena), le result¨® al artista m¨¢s complicada de lo que pensaba. Por m¨¢s rayas que a?ad¨ªa, no cog¨ªa volumen. Era un mural insaciable y acab¨® necesitando la ayuda de los reclusos, que, entre palote y palote, compartieron con ¨¦l sus historias. ¡°No me han hecho sentir invasivo y han agradecido que yo trabajara en su espacio. Y, adem¨¢s, se han ido implicando. Al final lo que he hecho es convivir con ellos y me parec¨ªa hasta injusto que ellos me dieran las gracias a m¨ª¡±. Los tres trabajos, ya terminados, permanecen tambi¨¦n presos en la c¨¢rcel para que solo sus inquilinos puedan disfrutarlos. ¡°Estas obras son las ¨²nicas que solo ve la gente que est¨¢ dentro. Por mucha influencia que tengas econ¨®mica o pol¨ªticamente, no puedes verlas. Solo las disfrutan los presos. Que se sientan afortunados en este mundo. Hay gente que puede llegar a viajar para ver mis murales o los de cualquier otro artista urbano que admire. Y estos son para ellos¡±.
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