La lucha contra una mina china que empoder¨® a un grupo de tailandesas
Un proyecto extractivo en Wanon Niwat moviliz¨® a las mujeres de este pueblo tailand¨¦s para proteger las tierras donde viven y el medioambiente
Esa ma?ana, en cuanto vio el extra?o cartel, plantado sobre un suelo que hab¨ªa sido removido poco antes, Mali Senbunsiri record¨® la advertencia que su cu?ada le hab¨ªa hecho a?os atr¨¢s. ¡°Presta atenci¨®n a cualquier pancarta o se?al desconocida que aparezcan¡±, le avis¨®. ¡°[Si aparece alguna] significa que se est¨¢n preparando para abrir la mina¡±, le dijo la mujer.
Tras el hallazgo, Mae Mali, o Madre Mali, como la conocen en Wanon Niwat, el pueblo tailand¨¦s en el que siempre ha vivido, corri¨® al templo a avisar a las otras mujeres que estaban enfrascadas en los preparativos de un festival. Era 2015, y as¨ª comenz¨® una guerra, liderada por las mujeres del pueblo, contra una gran empresa china que quer¨ªa perforar su suelo. ¡°Al principio solo ¨¦ramos mujeres¡±, explica Mali, de 52 a?os y madre de tres hijos ya independizados. ¡°Probablemente porque nos quedamos en casa y vemos qu¨¦ ocurre en la comunidad¡±, asegura esta abuela, quien ahora cuida de cuatro de sus nietos con los ingresos que obtiene, junto a su marido, de sus campos de arroz y otros peque?os negocios.
En los a?os setenta, el Gobierno tailand¨¦s encontr¨® reservas de potasio bajo el suelo de Wanon Niwat, pero durante d¨¦cadas nadie se atrevi¨® a perforar debido a la fuerte oposici¨®n que los proyectos de miner¨ªa han tenido en el pa¨ªs asi¨¢tico. Sin embargo, gobiernos y empresas siempre mantuvieron un ojo en este elemento qu¨ªmico, fundamental para fabricar los fertilizantes de los que depende la potente industria agr¨ªcola tailandesa y que ahora tiene que importar. En mayo de 2014, una junta militar tom¨® el poder en un golpe de Estado y, pocos meses despu¨¦s, concedi¨® una licencia de exploraci¨®n de m¨¢s de 15.000 hect¨¢reas a la China Ming Ta Potash Corporation, una empresa con capital chino, para que estudiara la apertura de una mina de potasio en la zona. Fue cuando aparecieron las primeras se?ales.
Pocos d¨ªas despu¨¦s de encontrar el cartel, cuando las mujeres ya ultimaban los preparativos del festival, escucharon que la empresa estaba intentando obtener muestras de la composici¨®n del suelo. ¡°En cuanto lo o¨ªmos, dejamos todos y nos fuimos hasta all¨ª para pararlos¡±, asegura Nongluck Oupadeng, otra de las mujeres que particip¨® desde el primer d¨ªa en los movimientos de resistencia. ¡°Al principio no est¨¢bamos muy bien organizadas, solo lanz¨¢bamos acciones cuando o¨ªamos que iban a perforar¡±, explica Mali. Aquel d¨ªa, consiguieron frenar la perforaci¨®n pero sab¨ªan que era solo la primera batalla de una guerra que ganar¨ªa fieles r¨¢pidamente ¡ªsobre todo, mujeres¡ª y que revolucionar¨ªa las relaciones de g¨¦nero en la comunidad.
En los a?os setenta, el Gobierno tailand¨¦s encontr¨® reservas de potasio bajo el suelo de Wanon Niwat, pero durante d¨¦cadas nadie se atrevi¨® a perforar
¡°He aprendido a tener m¨¢s confianza en m¨ª misma. Ahora tengo el reconocimiento de la comunidad y me dan m¨¢s responsabilidades¡±, asegura Nongluck Oupadeng, quien se ha convertido en una de las principales negociadoras del grupo con las autoridades. ¡°Me ha cambiado de verdad. Antes simplemente me quedaba en casa. Ahora soy una l¨ªder. Me siento empoderada y m¨¢s valiente¡±, a?ade Samrit Boranmun, quien ha utilizado sus conocimientos en redes sociales para obtener informaci¨®n y publicitar el movimiento.
Seg¨²n Naciones Unidas, aunque Tailandia ha experimentado progresos en igualdad de g¨¦nero en las ¨²ltimas d¨¦cadas, a¨²n se necesitan mejoras en ¡°las actitudes tradicionales y estereotipos que refuerzan la violencia dom¨¦stica y la violencia contra la mujer, su baja participaci¨®n en pol¨ªtica y en puestos de toma de decisiones y la discriminaci¨®n y vulnerabilidades [en zonas] rurales e ind¨ªgenas as¨ª como en el sector informal¡±, entre otros. Sin embargo, seg¨²n un informe reciente sobre las defensoras de derechos humanos en Tailandia, el gobierno de la junta militar, que prohibi¨® de forma sistem¨¢tica protestas y otras actividades de la sociedad civil, ha supuesto un retroceso y estas defensoras ¡°tienen cada vez un mayor riesgo de violencia, discriminaci¨®n y otras violaciones de derechos¡±. Adem¨¢s, seg¨²n el informe firmado por varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, ¡°las mujeres han sido excluidas de forma sistem¨¢tica de las consultas p¨²blicas y de los procesos de toma de decisiones, especialmente en asuntos relacionados con la tierra y los recursos naturales¡±. Tailandia celebr¨® elecciones el pasado mes de abril tras casi cinco a?os de dictadura militar, pero el general golpista Prayuth Chan-ocha ha vuelto a formar Gobierno a pesar de no haber ganado los comicios, gracias a que un tercio de los esca?os eran designados a dedo.
Una de las herramientas m¨¢s empleadas durante el gobierno de Prayuth Chan-ocha ha sido el acoso judicial de los activistas por parte de las empresas y el Gobierno. As¨ª, varias de las mujeres de la comunidad, entre ellas Mali, han sido denunciadas en varias ocasiones por no respetar el orden p¨²blico o por provocar da?os a la empresa. ¡°Yo me he declarado inocente. No he causado ning¨²n da?o a la empresa. Solo particip¨¦ en una sentada para que nos dieran informaci¨®n¡±, explica enfadada Pisamai Sukkha, una viuda de 53 a?os cuyos ingresos mensuales se han desplomado porque debe pasar su tiempo yendo y viniendo de los tribunales.
En esa fr¨¢gil situaci¨®n de las mujeres, los recursos naturales se han convertido en un elemento clave en la supervivencia de formas de vida igualitarias en zonas rurales, explica Kitima Khunthong, profesora de Ciencias Sociales y Humanidades que estudia las relaciones de las comunidades rurales con el medioambiente en la Universidad tailandesa de Rajabhat. ¡°Las comunidades dependen mucho de su entorno sobre todo en zonas rurales, porque les asegura sus formas de vida, su red social, sus lazos culturales, su seguridad econ¨®mica y su salud¡±, asegura. ¡°Da?ar su entorno puede tener consecuencias sociales¡±, contin¨²a. Los derechos comunitarios han estado reconocidos en las Constituciones de Tailandia desde 1997, explica la acad¨¦mica, pero ninguno de los gobiernos, ni civiles ni militares, que el pa¨ªs ha tenido desde entonces los ha respetado por completo. ¡°Est¨¢ solo sobre el papel. Los gobiernos nunca respetan los derechos comunitarios, especialmente los gobiernos militares¡±, concluye la investigadora.
El car¨¢cter cooperativo de las tailandesas
Cuando Mali habla, todo el mundo escucha. Su car¨¢cter fuerte la hace una l¨ªder nata, tanto que, a diferencia de sus compa?eras, ella no siente que el conflicto haya cambiado las relaciones en casa. ¡°Las mujeres controlamos las finanzas. Somos simplemente m¨¢s importantes socialmente¡±, sentencia. El marido de Mali, Anan Senbunsiri, asiente: ¡°Yo la apoyo completamente. Creo que es m¨¢s adecuada que yo para desempe?ar ese papel¡±.
Sin embargo, para Pranom Somwong, coordinadora en Tailandia de Protection International, una ONG que trabaja por la protecci¨®n de los defensores de los derechos humanos, la diferencia fundamental es el car¨¢cter m¨¢s cooperativo de las tailandesas. ¡°Las mujeres tienen una forma de liderazgo m¨¢s colectiva. No es esa figura del h¨¦roe fuerte de los hombres¡±, asegura la activista. ¡°A pesar de eso, ellas han sido aceptadas como l¨ªderes [en Wanon Niwat]¡±, asegura Pranom.
Desde aquella protesta espont¨¢nea surgida en el templo, las mujeres de Wanon Niwat, con el apoyo de maridos, padres y hermanos, han organizado sentadas y marchas, que han reforzado los lazos de la comunidad pero que las ha llevado tambi¨¦n a las poblaciones vecinas para pedirles que se unan al movimiento. La mayor¨ªa de ellas, sin embargo, nunca pens¨® que su oposici¨®n a la mina pudiera revalorizarlas en una sociedad a¨²n muy machista. Sus inquietudes eran m¨¢s inmediatas. Sompan Srimarat, una mujer que tiene a su cargo a dos hijos con autismo, se uni¨® a las protestas preocupada por c¨®mo la mina podr¨ªa afectar a los campos de arroz y las plantaciones de caucho que les dan de comer. ¡°Mi vida depende del entorno aqu¨ª. No podemos arriesgarnos¡±, asegura. No en vano, su vecina, Somboon Duangpromyao, ya le ha advertido de que la extracci¨®n de sal, procedente de las mismas reservas que el potasio, est¨¢ haciendo que el suelo ceda a 40 kil¨®metros de Wanon Niwat. ¡°Cada vez que voy por aquella zona, veo un agujero nuevo¡±, asegura Somboon. ¡°Si eso est¨¢ pasando all¨ª, que las minas son a peque?a escala, imagina lo que puede ocurrir con una gran mina de potasio¡±.
Aunque Tailandia ha experimentado progresos en igualdad de g¨¦nero en las ¨²ltimas d¨¦cadas, a¨²n se necesitan mejoras en las actitudes tradicionales y estereotipos, seg¨²n la ONU
Las minas de potasio han sido relacionadas con la contaminaci¨®n por sal de r¨ªos y de reservas de agua subterr¨¢nea, reduciendo la biodiversidad acu¨¢tica, as¨ª como con la subsidencia o hundimiento del suelo, explica Miguel Ca?edo, un investigador en ecosistemas acu¨¢ticos de la Universidad de Barcelona. ¡°Si no se dise?an acciones preventivas, el impacto medioambiental de estas minas puede ser muy alto¡±, asegura el investigador. ¡°Puede tener un impacto tambi¨¦n sobre la salud humana, no solo en los ecosistemas. Las sales pueden interactuar con otros residuos y generar sustancias cancer¨ªgenas¡±, contin¨²a.
Estas consecuencias sobre la salud humana son la principal motivaci¨®n en la lucha de Thawatchai Chanchemsri, antiguo director del departamento municipal de salud, quien renunci¨® en noviembre de 2018 como protesta al proyecto minero. ¡°Me preocupa que la mina tenga un impacto sobre el medioambiente, pero sobre todo sobre la salud de los residentes y sobre las generaciones futuras¡±, afirma. Seg¨²n Thawatchai, el departamento para el que trabajaba hab¨ªa estudiado el impacto de las minas de sal cercanas y hab¨ªa encontrado varios efectos negativos en el entorno inmediato, incluyendo un incremento en la salinidad del agua y una ca¨ªda de la producci¨®n de los campos de arroz.
Seg¨²n el gobierno de Tailandia, la nueva Ley de Miner¨ªa, que entr¨® en vigor en agosto de 2017, concede una mayor papel a las comunidades para decidir qu¨¦ tipo de proyectos quieren que se desarrollen en las regiones en las que residen. ¡°Si las comunidades se oponen, habr¨¢ una votaci¨®n antes de que se otorguen licencias¡±, explica Ubol Ritpech, directora de la divisi¨®n legal del Departamento de Industrias Primarias y Minas de Tailandia. Sin embargo, al igual que el reconocimiento de los derechos comunitarios, la voluntad de las zonas rurales probablemente se quede en el papel, teme Lertsak Kamkongsak, uno de los principales activistas antiminas del pa¨ªs. ¡°Es cierto que [seg¨²n la ley] las autoridades tienen que involucrar a la comunidad local [...] Pero hay un problema en c¨®mo el gobierno va a implementar la ley, porque seg¨²n nuestra experiencia, siempre se favorece la inversi¨®n y no el respeto a las formas de vida locales¡±, asegura el activista.
Mientras, en Wanon Niwat, ha empezado la cuenta atr¨¢s. La licencia de exploraci¨®n de la empresa expira a finales de este a?o, y las mujeres de Wanon Winat est¨¢n decididas a dejar claro un mensaje: no quieren que nadie perfore el suelo sobre el que viven. Y la lucha, asegura, continuar¨¢ aunque el Gobierno se niegue a escuchar sus demandas. ¡°Si renuevan la licencia, seguiremos luchando. Ahora son m¨¢s fuertes que nunca¡±, asegura Mali.
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