Otra historia de la literatura
Adolfo Bioy Casares cumplir¨ªa este 15 de septiembre 105 a?os. La figura del gran escritor argentino est¨¢ casi olvidada
ESTE 15 DE SEPTIEMBRE Bioy habr¨ªa cumplido a?os. Es rara nuestra relaci¨®n con los aniversarios: como si cada quien tuviera derecho a una 365ava parte del tiempo; como si hubiera, entre todos los d¨ªas tan ajenos, uno propio. Hoy Bioy habr¨ªa cumplido 105 a?os, y es una cifra boba: nadie, salvo mi bisabuelo Pinje, soporta cumplir tanto. Y hoy y Bioy son palabras distantes; ahora en Espa?a, sin ir m¨¢s lejos, pocos lo recuerdan. Adolfo Bioy Casares se ha vuelto el tercero excluido en ese tri¨¢ngulo donde imperan su esposa, una tal Silvina Ocampo, y su mejor amigo, un tal Jorge Luis Borges.
Los suyos lo llamaban Adolfito; vivi¨® una vida que muchos envidiaron. Su padre ten¨ªa campos y m¨¢s campos y vacas y m¨¢s vacas y la leche; ¨¦l siempre tuvo plata y buena planta. Uno de sus pocos trabajos fue redactar ¡ªen 1937, junto con Borges¡ª un largo folleto sobre las propiedades del yogur que fabricaba su familia, lleno de historias de b¨²lgaros que, por tomarlo, se volv¨ªan poco menos que inmortales. Pero m¨¢s se dedic¨® a escribir, vivir, viajar, jugar al tenis, seducir, preocuparse porque no era tan bueno, escribir m¨¢s. Hab¨ªa empezado muy temprano: su pap¨¢ le pag¨® la edici¨®n de su primer libro a sus 15 a?os, y antes de sus 25 ya se hab¨ªan publicado cinco o seis.
¡ªDurante todo ese tiempo yo notaba que mis amigos, no s¨®lo los escritores, sino tambi¨¦n los deportistas, o simplemente los muchachos ranunes de Buenos Aires, sufr¨ªan cada vez que sal¨ªa un libro m¨ªo. Supongo que ellos me consideraban una buena persona, un tipo no del todo est¨²pido, y yo los agred¨ªa una vez por a?o con algo horrible, que creaba una situaci¨®n social desagradable, porque ?qu¨¦ se le puede decir a una persona que ha escrito algo as¨ª?
Me dijo hace 34 a?os, cuando lo entrevist¨¦ para estas mismas p¨¢ginas. Despu¨¦s, me dijo, fue aprendiendo a contenerse ¡ªy, por las mismas, a escribir¡ª: a lo largo de su vida public¨® media docena de novelas, varios vol¨²menes de cuentos, antolog¨ªas, las historias de don Isidro Parodi en colaboraci¨®n con Borges. Fue un prosista elegante, preciso, con gran imaginaci¨®n para las tramas; su novela m¨¢s resonante, La invenci¨®n de Morel, es futurismo de 1940; ahora el mundo es demasiado otro ¡ªy se parece al que imagin¨® en ese relato: la realidad virtual que ¨¦l supuso entonces ya es casi real. En su pr¨®logo, Borges escribi¨® que no era ¡°una imprecisi¨®n o una hip¨¦rbole calificarla de perfecta¡±. Pero quiz¨¢s El sue?o de los h¨¦roes ¡ªmenos exacta, m¨¢s ca¨®tica¡ª sea mejor.
Bioy fue respetado, celebrado, muy premiado: unos a?os despu¨¦s le dieron el Cervantes. Aquella vez ¡ªs¨¢bado de ma?ana, su sonrisa cort¨¦s, su caser¨®n lleno de libros y sillones de cuero curtidos por el uso, el caf¨¦ aguado¡ª le pregunt¨¦ qu¨¦ sensaci¨®n le produc¨ªa saber que ya estaba en la historia de la literatura. Con su falsa modestia tan bien trabajada me dijo que el asombro:
¡ªAntes que nada, el asombro. Pero como no se est¨¢ all¨ª de un momento para otro, sino que uno va llegando por signos ¡ªun d¨ªa aparece una carta de alguien que uno admira y resulta que lo admira a uno, o expresiones de personas desconocidas que me dejan sentir que les he dado un mundo o, de forma mucho m¨¢s crasa, la cara de uno apareciendo en la tapa de una revista¡ª, todo eso lo va preparando a uno, de modo que cuando llega no importa demasiado, uno tiene que ocuparse de otras cosas. Adem¨¢s, sabemos que en la historia de la literatura hay una cantidad de imb¨¦ciles, o sea que eso tampoco garantiza nada, ?no?
No garantiza, no, y la historia de la literatura rebosa de historias como esta. A 20 a?os de su muerte, Bioy Casares est¨¢ traspapelado. La callecita que bordea su casa en Buenos Aires lleva su nombre y tiene otra ¡ª100 metros de largo¡ª en el Ensanche de Vallecas, pero pocos lo leen. No saben, siquiera, qu¨¦ se pierden.?
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