?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si un asteroide no hubiese aniquilado a los dinosaurios?
La teor¨ªa m¨¢s extendida asegura que la ca¨ªda de los dinosaurios fue necesaria para la aparici¨®n de los humanos, pero hay quien plantea que esta era inexorable
En 1982, el paleont¨®logo Dale Russell se plante¨® qu¨¦ habr¨ªa sucedido si los trood¨®ntidos no se hubieran extinguido con la ca¨ªda de un asteroide hace 66 millones de a?os. Aquellos dinosaurios ten¨ªan cerebros inusualmente grandes, visi¨®n binocular y unas garras con las que pod¨ªan agarrar objetos. Si el cataclismo no hubiese acabado con ellos, millones de a?os de evoluci¨®n despu¨¦s podr¨ªan haber dado lugar a una especie de dinosaurio inteligente que, en la mente de Russell, era un humanoide verde que en lugar de amamantar a sus cr¨ªas les dar¨ªa el alimento regurgit¨¢ndolo de la boca.
El desastre que extingui¨® a los dinosaurios, del que esta semana se ha podido conocer la reconstrucci¨®n m¨¢s precisa hasta la fecha, fue un evento azaroso m¨¢s de los que plagan la historia del universo, pero algunos humanos, poco inclinados a asumir que la realidad es ca¨®tica, lo han convertido en un mito fundacional. La desgracia de los dinosaurios, que nunca sabremos si hubiesen evolucionado en esa especie de alien¨ªgena planteado por Russell, supuso el ascenso de los mam¨ªferos y entre ellos los ancestros de los humanos. Pero, ?qu¨¦ habr¨ªa sucedido si un asteroide no hubiese sacudido la Tierra provocando la extinci¨®n del 75% de la vida del momento?
En primer lugar, que no pereciesen en aquel momento no significa que los tiranosaurios o los triceratops hubiesen sobrevivido hasta nuestros d¨ªas. En sus mejores tiempos, cada una de las especies no superaba el mill¨®n de a?os de existencia, as¨ª que los dinosaurios del siglo XXI ser¨ªan diferentes a los del d¨ªa del impacto. ¡°Es una ley que nos ense?an los f¨®siles, al final todos vamos desapareciendo¡±, advierte Fidel Torcida, director del Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes (Burgos). El Cret¨¢cico, el periodo que termina con la ca¨ªda del asteroide en la pen¨ªnsula de Yucat¨¢n (M¨¦xico), era un tiempo de intenso efecto invernadero en el que la temperatura media del planeta alcanzaba los 24 grados (ahora es de 14). Eso, unido a unos elevados niveles de CO2, favorec¨ªa el crecimiento de una vegetaci¨®n exuberante que permiti¨® a herb¨ªvoros como los saur¨®podos alcanzar tama?os descomunales. Los millones de a?os de enfriamiento que siguieron y el fin de aquel mundo tropical hubiesen requerido adaptaciones que habr¨ªan transformado a los dinosaurios. Igual que hubo mamuts lanudos durante los siglos de glaciaci¨®n del Pleistoceno, podr¨ªa haber existido dinosaurios cubiertos de un plumaje espeso para sobrevivir al fr¨ªo.
La hip¨®tesis m¨¢s frecuente sobre los beneficiados de la extinci¨®n de los dinosaurios dice que los mam¨ªferos, hasta ese momento peque?os animales nocturnos que viv¨ªan en los m¨¢rgenes del planeta, aprovecharon las vacantes producidas por el asteroide para ocupar sus nichos ecol¨®gicos, crecer y diversificarse. En esa explosi¨®n habr¨ªan progresado los ancestros de los humanos, protoprimates como los Purgatorius, parecidos a una peque?a rata, pero con el germen en su interior de una especie capaz de viajar a la Luna o montar el Brexit. Si los dinosaurios no hubiesen dejado ese hueco, se especula, nuestra especie no habr¨ªa tenido posibilidades de aparecer. Carles Lalueza-Fox, genetista del Instituto de Biolog¨ªa Evolutiva (CSIC-UPF) de Barcelona, cree que esa interpretaci¨®n no es necesariamente cierta. ¡°Lo vemos con las especies invasoras. Puede haber un tipo de avispa, perfectamente adaptada a un ecosistema europeo, y de repente llega otra de fuera y se hace con ese espacio que parec¨ªa bien cubierto¡±, se?ala.
Aunque no hubiese ca¨ªdo un asteroide, los dinosaurios actuales ser¨ªan distintos de los del Cret¨¢cico
Para Lalueza-Fox, uno de los aspectos m¨¢s interesantes del ejercicio de paleontolog¨ªa ficci¨®n es imaginar si la vida tiene posibilidades infinitas o existen limitaciones, si con grandes extinciones o no, la vida acabar¨ªa creando animales parecidos, humanos incluidos. ¡°Stephen Jay Gould escribi¨® en La vida maravillosa sobre la fauna del C¨¢mbrico, que tiene todo tipo de f¨®siles rar¨ªsimos. All¨ª, Gould propone que si pudi¨¦semos rebobinar la evoluci¨®n para despu¨¦s volver a comenzar, aparecer¨ªan formas completamente diversas¡±, cuenta. ¡°Pero despu¨¦s ha habido gente que ha criticado esa postura y que dice que la organizaci¨®n de los seres vivos a nivel gen¨®mico tiene unas restricciones que no se pueden cambiar y otras que s¨ª¡±, a?ade. El investigador comenta c¨®mo la secuenciaci¨®n de cientos de genomas ha mostrado que en especies muy diferentes hay zonas que no cambian, como un conjunto de opciones que despu¨¦s se activan o desactivan dependiendo de las circunstancias. ¡°Vemos que, por ejemplo, cuando los animales viven en islas, si no tienen depredadores, reducen su tama?o, y eso pasa una y otra vez en animales diferentes.¡±, indica. ¡°Y no hay especies con ruedas, no todo es posible¡±, concluye.
Mar¨ªa Martin¨®n-Torres, directora del CENIEH (Centro Nacional de Investigaci¨®n sobre la Evoluci¨®n Humana), en Burgos, recuerda que, junto a la idea de una evoluci¨®n azarosa planteada por Gould, seg¨²n la cual sin asteroide no se hubiesen dado las condiciones necesarias para la aparici¨®n de los seres humanos, hay otros paleont¨®logos, como Simon Conway Morris, que defienden el surgimiento de una especie inteligente, consciente y social como algo pr¨¢cticamente inevitable. ¡°?l no dice que la evoluci¨®n tenga finalidad. La adaptaci¨®n es oportunista, pero la vida no tiene formas infinitas de responder a la necesidad de adaptarse y tiende a la complejidad. De alguna manera, tarde o temprano, acabar¨ªa apareciendo algo muy parecido a nosotros, un ser social, inteligente y autoconsciente, porque son capacidades que permiten explotar un nicho ecol¨®gico y son una respuesta de la vida para responder a la necesidad de adaptaci¨®n¡±, explica.
Pero esa respuesta no tendr¨ªa por qu¨¦ dar lugar necesariamente a primates como nosotros. Torcida recuerda c¨®mo las aves, que ¡°son dinosaurios o al menos son sus herederos directos¡±, han mostrado una inteligencia rese?able. ¡°Tienen capacidad para colaborar, resolver problemas, recuerdan c¨®mo han resuelto un problema y lo hacen igual¡±, se?ala. Si la evoluci¨®n tuviese respuestas limitadas a los cambios que sufre la Tierra, podr¨ªa ser que las aves fuesen como aquellos mam¨ªferos del Cret¨¢cico, limitados por la presencia de unos seres dominantes, agazapados a la espera de su oportunidad para dar lugar a una nueva especie inteligente. Un nuevo cambio dr¨¢stico en las condiciones del planeta podr¨ªa dar lugar a la extinci¨®n de los humanos y a un retorno de la estirpe de los dinosaurios como jefes del gallinero.
La imposibilidad de predecir el futuro
Aunque las respuestas de la vida a los cambios no sean aleatorias, las pruebas impuestas por los procesos geol¨®gicos y las vicisitudes de la Tierra en su viaje por la galaxia son tan variadas que hacen imposible predecir el futuro. Igual que a veces se atribuye la llegada de los humanos a la ca¨ªda de los dinosaurios, la aparici¨®n de estos animales se vincula con otra gran extinci¨®n. Hace 252 millones de a?os, al final del P¨¦rmico, una erupci¨®n descomunal en Siberia provoc¨® una cadena de eventos que acab¨® con el 96% de las especies que habitaban entonces la Tierra. Los dinosaurios llegaron para cubrir ese hueco, pero no alcanzaron el ¨¦xito global desde el principio. En aquel tiempo, toda la tierra emergida del planeta estaba fundida en un solo continente y esto provocaba un clima con bandazos extremos entre estaciones secas y h¨²medas, fr¨ªas y c¨¢lidas. "Las condiciones clim¨¢ticas eran muy duras y los dinosaurios estaban arrinconados. B¨¢sicamente se dedicaron a sobrevivir durante mucho tiempo", recuerda Torcida. "Pero despu¨¦s, Pangea se rompe, pasamos al Jur¨¢sico y no se sabe demasiado bien por qu¨¦ llega la gran edad de los dinosaurios", a?ade. Los humanos organizamos las edades geol¨®gicas empleando grandes cataclismos para dividir el tiempo, como cuando clasificamos los periodos hist¨®ricos en torno a un solo suceso, haciendo como si la vida se pudiese dividir en estanter¨ªas con una separaci¨®n precisa. Pero eso solo se puede conseguir con la perspectiva que da el tiempo. Dentro de millones de a?os, quiz¨¢ se pueda identificar a un grupo de especies que estaban esperando su momento de gloria y hoy a¨²n parecen insignificantes.
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