Los dinosaurios y el final de las cosas que parecen eternas
El paleont¨®logo Steve Brusatte repasa en un libro lo que se conoce sobre el auge y la ca¨ªda de los dinosaurios y recuerda a los cient¨ªficos que buscaron ese conocimiento
Justo antes de los grandes cambios, lo que est¨¢ a punto de desaparecer para siempre puede parecer eterno. Hace 65 millones de a?os, los dinosaurios dominaban el planeta con una infinidad de tama?os y formas, pero de repente, en poco tiempo, la llegada de un gigantesco objeto desde el espacio acab¨® con casi todos ellos para siempre. Aquel cataclismo acab¨® con los Tyrannosaurus rex, los mayores carn¨ªvoros que han caminado sobre la Tierra, o los saur¨®podos, unos animales tan grandes que cuando aparecieron sus primeros f¨®siles se pensaba que solo pod¨ªan pertenecer a ballenas. Las dimensiones de estos seres despertaron desde el siglo XIX un inter¨¦s intenso y su final tr¨¢gico y abrupto, conocido desde los 80, ha inspirado analog¨ªas sobre la fragilidad de especies que aparentemente dominan el mundo.
La historia de aquellas bestias asombrosas, que muchas veces se cuenta como algo conocido desde siempre, tiene detr¨¢s otro relato fascinante: el de su reconstrucci¨®n. Steve Brusatte, un paleont¨®logo estadounidense que trabaja en la Universidad de Edimburgo (Reino Unido), cuenta en su libro Auge y ca¨ªda de los dinosaurios: La nueva historia de un mundo perdido, publicado recientemente en Espa?a, que durante mucho tiempo, las estimaciones sobre el peso de estos animales que se pod¨ªan leer en libros o exposiciones muse¨ªsticas (?Brontosaurus pesaba cien toneladas y era mayor que un avi¨®n!) eran meras invenciones. Sin embargo, el ingenio cient¨ªfico ha permitido afinar en esos c¨¢lculos y en muchos otros que se refieren a estos seres. Aplicando el principio de que los animales m¨¢s pesados requieren que unos huesos m¨¢s fuertes para soportar su peso, se ha observado que existe una correlaci¨®n estad¨ªstica que se puede aplicar a casi todos los animales vivos entre el grosor del f¨¦mur o del f¨¦mur y el h¨²mero y el peso de un animal. A partir de ah¨ª, es posible establecer una estimaci¨®n razonable a partir de los f¨®siles.
Un Tyrannosaurus pod¨ªan crecer m¨¢s de dos kilos al d¨ªa durante la adolescencia
En el libro de Brusatte, que es una de las figuras relevantes en la reconstrucci¨®n del pasado de la Tierra, se entreveran los conocimientos acumulados sobre los dinosaurios y su tiempo con las historias de quienes los reunieron. Muchos de los dinosaurios m¨¢s famosos, como el carn¨ªvoro Allosaurus, los Brontosaurus de cuellos alargados o los Stegosaurus, con sus placas sobre el lomo y espinas en la cola, se han encontrado en un gran dep¨®sito rocoso que se extiende por los estados occidentales de EE UU y se conoce como formaci¨®n Morrison. La riqueza de esta regi¨®n era tal que all¨ª se vivieron enfrentamientos como el que protagonizaron entre 1877 y 1892 Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh en lo que se conoce como la Guerra de los Huesos. Estos dos sofisticados acad¨¦micos empleaban equipos de hombres armados y t¨¦cnicas que inclu¨ªan el soborno, el robo o la destrucci¨®n de huesos con el fin de desprestigiar a su rival. Los hallazgos, como el del Stegosaurus, fueron inmensos, pero Cope y Marsh acabaron arruinados.
El estudio de los dinosaurios nos ha revelado un pasado con dramas abundantes y en el que a veces las desgracias de unos son una bendici¨®n para otros. Brusatte habla de la cantera Howe, en Wyoming (EE UU), una de las excavaciones m¨¢s productivas de la historia. All¨ª, en 1934, se encontraron m¨¢s de veinte esqueletos y cuatro mil huesos en total. La posici¨®n en la que se encontraban, con sus cuerpos retorcidos, indicaban que aquellos animales murieron en un suceso dram¨¢tico, probablemente una inundaci¨®n que les ahog¨® en fango. La desgracia de los dinosaurios supuso, muchos millones de a?os despu¨¦s, la felicidad de los paleont¨®logos.
Pero los dinosaurios, conocidos por su final abrupto, tambi¨¦n se han beneficiado de cataclismos que aniquilaron a otros grupos de animales. Hace 250 millones de a?os, al final del periodo P¨¦rmico, una serie de gigantescas erupciones volc¨¢nicas provoc¨® la mayor extinci¨®n que ha vivido la Tierra. Esta cat¨¢strofe, como el asteroide de Yucat¨¢n sirvi¨® para abrir un espacio en el que los que los antepasados de los humanos pudieron prosperar, hizo hueco para el surgimiento de los dinosaurios.
En el siglo XIX, dos acad¨¦micos se enfrentaron en una guerra por encontrar f¨®siles que los acab¨® arruinando
Los animales que aparecieron despu¨¦s han sido algunos de los m¨¢s formidables que han existido. Seg¨²n nos recuerda Brusatte, los Tyrannosaurus llegaban a ganar dos kilos al d¨ªa durante la adolescencia y, asumiendo que, probablemente, tuviesen la sangre caliente, deb¨ªan comer m¨¢s de 110 kilos de carne al d¨ªa. El paleont¨®logo compara lo inesperado de su final con lo que le sucedi¨® a otro referente en la ciencia de los dinosaurios, el bar¨®n Ferenc Nopcsa, un noble nacido en 1877 en Transilvania, cuando a¨²n era parte del imperio Austroh¨²ngaro. Nopcsa, uno de los mejores buscadores de f¨®siles de la historia que combin¨® ese trabajo con el de esp¨ªa, perdi¨® todas sus posesiones cuando su imperio se desintegr¨® tras la Primera Guerra Mundial. Su palacio, abandonado ahora, recuerda el poder de una familia que se hab¨ªa mantenido durante generaciones y quiz¨¢ en alg¨²n momento pareci¨® eterno.
Estas historias son para el autor de Auge y ca¨ªda de los dinosaurios una especie de advertencia. ¡°Los humanos llevamos ahora la corona que una vez perteneci¨® a los dinosaurios. Estamos seguros de nuestro lugar en la naturaleza, incluso cuando nuestras acciones est¨¢n cambiando r¨¢pidamente el planeta que nos rodea¡±, recuerda mientras observa en las rocas c¨®mo los huesos de dinosaurios dejan paso de forma abrupta a los de mam¨ªferos. Ni siquiera una especie tan dominante como la humana est¨¢ condenada a la eternidad.
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