Rengl¨®n torcido

El l¨ªder de Ciudadanos, Albert Rivera, sorprendi¨® ayer a propios y extra?os ofreciendo una abstenci¨®n en la que adem¨¢s deseaba involucrar al Partido Popular, si el candidato socialista, Pedro S¨¢nchez, se aven¨ªa a cumplir determinadas condiciones. La propuesta no responde a un s¨²bito sentido de Estado, que Rivera tuvo ocasi¨®n de demostrar desde el mismo d¨ªa en que se cerraron las urnas y se recontaron los votos, sino al tard¨ªo reconocimiento de que la estrategia de levantar un cord¨®n sanitario en torno al Partido Socialista es inviable, y tendr¨¢ un alto coste electoral para Ciudadanos. El mismo Rivera que ha dinamitado durante cinco meses el espacio de la centralidad, permitiendo que la ultraderecha forme parte de las mayor¨ªas de gobierno en municipios y autonom¨ªas para los pr¨®ximos cuatro a?os, es el que aspira ahora a reconstruirlo en unas pocas horas, tras una precipitada rueda de prensa.

El impl¨ªcito reconocimiento del fracaso de la estrategia de Ciudadanos, llevado a cabo ayer por su l¨ªder, coloca a la totalidad de las fuerzas pol¨ªticas ante el dilema que se dirime en la ronda de contactos conducida con escrupuloso rigor por parte del rey, Felipe VI. La l¨®gica electoralista que ha inspirado los movimientos de los diversos grupos desde las ¨²ltimas elecciones generales ha impedido llegar a este momento con una mayor¨ªa suficiente para investir a un candidato, articulada en torno a un programa de gobierno. No, sin embargo, para la ¨²nica salida razonable a estas alturas, que no es otra que permitir que la legislatura acabe en el Congreso el pr¨®ximo d¨ªa 23 y no esta misma tarde, al t¨¦rmino del ¨²ltimo encuentro que mantendr¨¢ el jefe del Estado. En este sentido, ning¨²n partido, ni en la derecha ni en la izquierda, est¨¢ obligado a pronunciarse sobre las condiciones que Rivera ha necesitado inventarse, como si pretendiera que los dem¨¢s le absolvieran de sus errores poni¨¦ndose a negociar en las escalinatas de La Zarzuela.

Sobre lo que, en cambio, s¨ª tendr¨ªan que decidir es sobre sus respectivos mensajes al jefe del Estado, para que, si el enrocamiento generalizado se mantiene, el final de la legislatura se pueda certificar en el Congreso de los Diputados, tras un nuevo debate de investidura en el que cada grupo se vea forzado a dar explicaciones. Para que este desenlace sea posible, es necesaria, entre otras cosas, la disposici¨®n del candidato socialista a correr con un nuevo intento de investidura tal vez fallido y la de Unidas Podemos para facilitar una pr¨®rroga. Pero tambi¨¦n la de Ciudadanos para mantenerse en el principio de abstenci¨®n que ha aceptado, sin ocultarse detr¨¢s de condiciones que, de no ser solo otra argucia electoralista, deber¨ªa haber negociado con los socialistas cuando a¨²n hab¨ªa tiempo, no cuando el pa¨ªs se ve abocado a prolongar la par¨¢lisis sin perspectivas de desenlace.

Era dif¨ªcil imaginar que el presidente de la tercera fuerza pol¨ªtica en Espa?a pudiera mostrar en una sola comparecencia mayor desprecio a los ciudadanos y mayor falta de respeto a los procedimientos constitucionales. El rey Felipe y los l¨ªderes a los que recibi¨® ayer y recibir¨¢ a lo largo de hoy no merec¨ªan que Rivera se comportara como un espont¨¢neo, intentando monopolizar la escena pol¨ªtica cuando era el turno de otros electos y de otros mensajes. Pero tambi¨¦n en pol¨ªtica un rengl¨®n torcido puede conducir a que se escriba derecho.