Desde el Cerro de la Silla
El aire parece transparentarse en un Madrid de calores regios y heladas norte?as donde el cordero se vuelve cabrito y el idioma que nos une se divide en acentos y retru¨¦canos impredecibles
Nadie sabe si Alfonso Reyes ¨Cen alguno de sus variados paseos, luego de salir de su vivienda en la calle de Pardi?as o Serrano¡ªexperiment¨® el raro espejismo de ver el Cerro de la Silla instalado en un perfil de la sierra de Madrid y no al filo de Monterrey, supuestamente tan lejos. Nadie sabe si le supo a cabrito la saliva en silencio al redactar en silencio ¡°La cena¡±, cuento magistral, o bien confeccionando la joya de prosa po¨¦tica que titul¨® Visi¨®n de An¨¢huac. De hecho, no es normal que la visi¨®n de Madrid incluya ahora tanto paisaje regiomontano y el milagro se debe a los encomiables esfuerzos del Dr. Celso Jos¨¦ Garza, periodista de post¨ªn, heredero de historias y microhistorias y distinguido Secretario de Extensi¨®n y Cultura de la ya muchas veces H. Universidad Aut¨®noma de Nuevo Le¨®n.
De azul con amarillo tigre se alfombr¨® la Gran V¨ªa y durante una m¨¢gica semana vimos en Madrid la puesta en escena donde resucit¨® el propio Reyes encarnado en la actuaci¨®n del genial Emilio Guerrero y luego, la personificaci¨®n palpable de Cien a?os de soledad a trav¨¦s del grandioso Rodrigo Murray que extendi¨® la vida y aventuras de esa novela inmortal a trav¨¦s de un mon¨®logo que el propio Gabo indudablemente aplaude all¨¢ d¨®nde ande. En ese mismo d¨ªa, un cartel de post¨ªn conformado por Minerva Margarita Villareal, Carlos Garc¨ªa Gual y Javier Garc¨ªadiego tuvo a bien presentar como biombo de biograf¨ªa y bibliograf¨ªa las andanzas de Alfonso Reyes en Madrid a trav¨¦s de las flamantes nuevas ediciones de Visi¨®n de An¨¢huac, Cartones de Madrid y El plano oblicuo.
Con la presencia de la Exma. Embajadora de M¨¦xico se lanz¨® en vuelo la Cartilla Moral con la que Alfonso Reyes contribu¨ªa a la civiliaci¨®n y civismo de M¨¦xico hace m¨¢s de medio siglo y que en el pasado ha sido afortunadamente rescatada del olvido como uno m¨¢s de los muchos modelos de comportamiento, reflexi¨®n y acci¨®n con los que hemos de aniquilar la necia ignorancia, la nefanda violencia y la enredada majader¨ªa que ha azotado a nuestra sociedad en medio de un ba?o de horrores. Quienes se han levantado en contra de la libre distribuci¨®n de un libro tan necesario y enigm¨¢tico, mas no taumat¨²rgico, simplemente no lo han le¨ªdo y han ¨Cuna vez m¨¢s¡ªmalinterpretado las buenas intenciones.
Por Madrid pas¨® el grupo norte?o llamado El Tigre y armonizaron con Zuaraz, por all¨¢ se proyectaron cuatro largometrajes y documentales que honran la calidad cinematogr¨¢fica que se destila en Monterrey y acull¨¢, en medio del Instituto Cultural de M¨¦xico brot¨® un magn¨ªfico concierto de piano a cargo de Alejandro Vela que hizo deambular al fantasma de Alejandro Aura, Agregado Cultural de M¨¦xico que instalaba cada semana una tertulia llamada ¡°Sal¨®n M¨¦xico¡± que provocaba largas colas por arriba de la Carrera de San Jer¨®nimo hasta la Puerta del Sol, por donde se asoma de nuevo la silueta montuna del Cerro de la Silla y el aire parece transparentarse en un Madrid de calores regios y heladas norte?as donde el cordero se vuelve cabrito y el idioma que nos une se divide en acentos y retru¨¦canos impredecibles¡ y viene de lejos, andando la hermosa vida de letras, el hombre de carrete y bast¨®n, leontina y bigotillo de punto y coma; todas la literatura entre los pliegues del chaleco en un Madrid que por unos instantes parece hilarse con las calles cuadriculadas del viejo Monterrey a la vera de un r¨ªo ¨Caqu¨ª y all¨¢¡ªque sigue siendo no m¨¢s que un ensayo, a la sombra de los arbolitos que ya huelen su pr¨®ximo oto?o¡ para que pase otro a?o y vuelva a instalarse con tantas y tan buenas letras el Cerro de la Silla en el panorama cultural de Madrid.
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