En el tablero no hay sitio para el acuerdo
La repetici¨®n de las elecciones generales puede explicarse por una combinaci¨®n de factores sist¨¦micos con la debilidad organizativa e ideol¨®gica de los partidos pol¨ªticos que favorece el hiperliderazgo
Los factores explicativos de la crisis actual en la que nos encontramos, ante una repetici¨®n electoral que al parecer nadie quer¨ªa, se suelen presentar en clave personal, buscando la responsabilidad, o mejor, la culpabilidad de los dirigentes pol¨ªticos seg¨²n las preferencias pol¨ªticas del observador. Quiz¨¢s deber¨ªamos trascender este enfoque y perseguir una consideraci¨®n m¨¢s objetiva de la situaci¨®n, apuntando si se quiere a la operaci¨®n, por decirlo as¨ª, de factores m¨¢s impersonales o sist¨¦micos.
Otros art¨ªculos del autor
En este orden de cosas con lo primero que nos encontramos es con una insuficiente comprensi¨®n por parte de las fuerzas pol¨ªticas de las exigencias del parlamentarismo. La formaci¨®n de Gobierno es un componente esencial de la forma pol¨ªtica parlamentaria y no se puede llevar a cabo sin una atenci¨®n a los principios de la misma, que obvio es decirlo, no se reduce a la observancia de la regulaci¨®n para el nombramiento del Gobierno contenido, principalmente, en el famoso art¨ªculo 99 de la Constituci¨®n. El art¨ªculo 99 establece un camino obligado, pero su recorrido solo puede efectuarse trascendiendo la letra constitucional. El esp¨ªritu al que remite el texto normativo no es otro que el de la colaboraci¨®n. La disposici¨®n a la colaboraci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas, necesaria para evitar el bloqueo en el alumbramiento del nuevo Gobierno, no debe suponer un esfuerzo imposible, pues estamos hablando de grupos pol¨ªticos hasta cierto punto, como fuerzas constitucionales, afines, capaces por tanto de poner las exigencias del conjunto por encima de sus leg¨ªtimos intereses propios. No hay en el juego parlamentario enemigos sino todo lo m¨¢s adversarios, predispuestos a la colaboraci¨®n en el l¨ªmite. El l¨ªmite en la circunstancia espa?ola actual, como ocurre por lo dem¨¢s en las democracias de nuestro entorno, es la convocatoria de unas nuevas elecciones, solo unos meses despu¨¦s de la celebraci¨®n de las inmediatamente anteriores.
Como se sabe, tras la frustrada investidura del mes de julio no se ha perseguido verdaderamente el acuerdo, que si se quiere alcanzar requiere de conversaciones llevadas con discreci¨®n y generosidad. Lo que se buscaba exclusivamente era desgastar al adversario, pensando en la ventaja electoral pr¨®xima, si se lograba convencer al cuerpo electoral de la tozudez y el partidismo que cada contendiente atribu¨ªa en exclusiva a los dem¨¢s. Lo cierto es que el acuerdo para conseguir una mayor¨ªa de apoyo a un Gobierno no era tan dif¨ªcil de lograr. El PP pod¨ªa haber concedido su abstenci¨®n devolviendo as¨ª el favor del PSOE, ciertamente sin Pedro S¨¢nchez, en el momento an¨¢logo anterior de la investidura de Mariano Rajoy.
El l¨ªmite en la circunstancia espa?ola actual es la convocatoria de unos nuevos comicios
De otra parte no deber¨ªa haber sido muy dif¨ªcil convencer a Ciudadanos, cuya invocaci¨®n del patriotismo es permanente, que la grave situaci¨®n institucional por la que pasamos no parece momento oportuno para practicar cordones sanitarios entre constitucionalistas. Un momento de reflexi¨®n sobre la posible colaboraci¨®n con Podemos: suele insistirse exclusivamente en los factores en el nivel nacional, puesto que se asume que estos no operan en el nivel auton¨®mico o local, que enfrentan de modo irremisible a las dos fuerzas pol¨ªticas. Deber¨ªa pensarse tambi¨¦n en las oportunidades de esa colaboraci¨®n. Quiz¨¢s el entendimiento entre las dos fuerzas podr¨ªa facilitar el desenganche de Podemos de las tesis autodeterministas. Despu¨¦s de todo se tratar¨ªa de compensar la renuncia a un refer¨¦ndum con la celebraci¨®n de dos consultas populares debidas sobre la reforma constitucional y estatutaria: ello dar¨ªa un vuelco a la situaci¨®n del debate territorial en Espa?a. Asimismo, quiz¨¢s su implicaci¨®n gubernamental pudiese hacerle comprender a Podemos hasta d¨®nde llegan las exigencias, bien entendidas, de las razones del Estado constitucional de derecho, que tienen que ver, en primer lugar, con el respeto a la actuaci¨®n, en toda su eficacia, de los jueces y tribunales.
Es importante atribuir correctamente las dificultades de nuestros agentes pol¨ªticos para ceder y alcanzar acuerdos a estas deficiencias en el plano de la cultura constitucional que no se solucionar¨¢n, al menos significativamente, con reformas de la regulaci¨®n a la que procede la Norma Fundamental, por m¨¢s que estas pudiesen encontrar alguna justificaci¨®n. M¨¢xime si estas reformas pudiesen alcanzar a la posici¨®n de la instancia que ha funcionado en la crisis con justeza ejemplar. Me refiero naturalmente a la Jefatura del Estado. No lo ten¨ªa f¨¢cil el Rey en esta crisis, entre quienes confund¨ªan su papel moderador con el de hacedor de Gobierno y quienes contaban con una retractabilidad que el jefe del Estado no puede permitirse.
La c¨²pula de cada partido necesita angustiosamente la ratificaci¨®n en la victoria en las urnas
Pero la disposici¨®n agonal de las fuerzas pol¨ªticas que muestran una inclinaci¨®n al combate electoral antes que a la consecuci¨®n del acuerdo puede tener otra explicaci¨®n fuera del dominio de la cultura constitucional. Me refiero, naturalmente, a los partidos pol¨ªticos, que en la actualidad son estructuras a las que caracteriza una debilidad organizativa e ideol¨®gica evidentes y que han optado todos ellos por un hiperliderazgo inocultable. Ambos rasgos, el de la debilidad y el caudillismo, est¨¢n relacionados, si bien es posible su delimitaci¨®n. En los partidos hay poco espacio para la discusi¨®n pol¨ªtica o para los an¨¢lisis de situaci¨®n, y eso que la problem¨¢tica que plantean los retos de nuestras sociedades no son peque?os, todav¨ªa m¨¢s acuciantes en el contexto espa?ol, con desaf¨ªos como la crisis institucional o territorial que vivimos.
No hay en los partidos pol¨ªticos instancias en las que afrontar estas cuestiones, que, filtradas por la dirigencia, se ofrecen en su soluci¨®n a los militantes como c¨¢psulas de consumo interno que servir¨¢n de munici¨®n en debates y confrontaciones preferentemente en la ocasi¨®n electoral. Tampoco se admiten corrientes, aunque solo queden apuntadas, que se consideran muestras de debilidad, ni se permiten protagonismos que puedan disgustar a la organizaci¨®n y que se?alan fisuras o deslealtades. El hiperliderazgo es asumido por todos los partidos, que se han comprometido con la celebraci¨®n de primarias, y es servido por una obscena pr¨¢ctica de limpia del adversario interno a la hora de designar las candidaturas electorales.
Ocurre as¨ª que la dirigencia de los partidos se asienta en una base ef¨ªmera, pues la oposici¨®n interna solo tiene su oportunidad en la revancha (lo que se le ofrece de momento es el resentimiento de la marginaci¨®n o el ostracismo), de modo que la c¨²pula necesita angustiosamente la ratificaci¨®n en la victoria electoral. Por ello, en la pol¨ªtica espa?ola no hay sitio para el acuerdo ni se puede esperar: acordar es ceder y esperar es renunciar. Es una visi¨®n presentista y existencial de la pol¨ªtica nefasta: lo que se lleva es el v¨¦rtigo y la reflexi¨®n est¨¢ desprestigiada. Lo acabamos de ver.
Juan Jos¨¦ Soloz¨¢bal es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Recientemente, ha publicado El federalismo espa?ol y otros estudios auton¨®micos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.