El deporte femenino que arrasa en el ?frica austral
En Malawi, el 'netball' trasciende a la actividad f¨ªsica y sirve para crear espacios de convivencia y relaciones entre mujeres de distintas edades y comunidades
Al hablar de deporte femenino se tiende a pensar en una actividad minoritaria que, salvo el f¨²tbol, cuenta con poca repercusi¨®n social. Sin embargo, hay uno que arrasa en el ?frica austral: el netball. En Malawi es el m¨¢s practicado entre las mujeres, y la selecci¨®n nacional femenina, llamada The Queens, es una instituci¨®n dentro y fuera del pa¨ªs. En un contexto en el que una mujer tiene una media de cinco hijos y donde el 25% de los nacimientos son de madres adolescentes, practicar este deporte implica una forma de relacionarse entre ellas y de generar espacios donde pueden empoderarse y hablar de temas que en otros contextos ser¨ªan tab¨².
El netball es un deporte similar al baloncesto muy extendido entre los pa¨ªses de la Commonwealth. Con equipos de siete jugadoras que tienen que ir pas¨¢ndose el bal¨®n, sin poder botar en el suelo, hasta que las tiradoras puedan colarlo en la canasta del equipo contrario, situada en un extremo del campo. Es eminentemente femenino, y aunque en los ¨²ltimos a?os se han ido creando equipos masculinos o mixtos, lo practican sobre todo mujeres y la media de las jugadoras de la selecci¨®n nacional es de 31 a?os. En el ¨²ltimo campeonato mundial, celebrado en julio en Liverpool, Malawi qued¨® en sexta posici¨®n. Seg¨²n datos de la ONU, Malawi es el sexto pa¨ªs m¨¢s pobre del mundo, con m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n bajo el umbral de la pobreza.
A lo largo del pa¨ªs es muy frecuente encontrar campos de netball en las escuelas y aldeas, y a grupos de mujeres o ni?as jugando un partido improvisado sobre la tierra roja y polvorienta. Lo practican j¨®venes y mayores, desde monjas a estudiantes o madres de familia, y es de los pocos momentos en que cambian el tradicional vestido chitenje por un pantal¨®n.
La integraci¨®n social en las comunidades
Con esta idea presente, cuando las mujeres de las comunidades tradicionales de Kachere y Kaphuka, en el distrito de Dezda, intentan organizar una actividad en com¨²n, todas coinciden en que quieren tener un espacio de ocio y jugar al netball. Mujeres de peque?as aldeas, que viven de la agricultura, y pr¨¢cticamente todas madres de familia, se re¨²nen durante varias semanas para establecer unas reglas comunes de juego y fijar un d¨ªa para un campeonato, pensando tambi¨¦n en poder organizar una liguilla a lo largo del a?o. Para ellas es un aliciente para tener un espacio propio, una excusa para juntarse con otras mujeres. Algunas juegan mejor, otras son m¨¢s altas o m¨¢s j¨®venes y tienen m¨¢s energ¨ªa, pero da igual. Lo que les interesa aqu¨ª es la relaci¨®n que se va creando entre comunidades, que trasciende m¨¢s all¨¢ del equipo y sirve para atajar posibles conflictos.
En el campo de la escuela de primaria de Mtendere se re¨²nen unas 200 jugadoras procedentes de Mlinga, Mkantho, Nthulo, Mgundadzuma, Mtande, Ntakati y Mtendere, las siete comunidades que se van a ir enfrentando en diferentes partidos a lo largo de toda la jornada. Faltan las de Nthulo, que no han podido asistir porque les coincide con un funeral en la aldea ese d¨ªa. Todas vienen andando desde sus pueblos, cargando a la espalda los beb¨¦s y sobre la cabeza los ¨²tiles para cocinar, esterillas y lo que van a necesitar durante la jornada. El campo de c¨¦sped y tierra enseguida se va llenando de gente que se acomoda en el suelo, en los soportales de la escuela y a la sombra de un gran ¨¢rbol.
Con el apoyo log¨ªstico de una ONG espa?ola, mujeres de diferentes edades, con numerosos beb¨¦s y ni?os peque?os, se juntan para jugar, pero tambi¨¦n para animar a los equipos, cocinar y pasar un d¨ªa en com¨²n con otras de aldeas cercanas, con las que van creando v¨ªnculos. Jennifer y Mele son de las jugadoras m¨¢s j¨®venes. Tienen 20 a?os y ambas son de Mlinga. ¡°Estoy muy feliz con esta experiencia¡±, cuenta Jennifer mientras da de mamar a uno de sus hijos. ¡°El netball hace que mi cuerpo est¨¦ m¨¢s fuerte¡±.
¡°Estoy muy feliz con esta experiencia, el netball hace que mi cuerpo est¨¦ m¨¢s fuerte¡±, dice una de las jugadoras
La salud es el argumento principal que esgrimen cuando se les pregunta por este deporte. En un contexto donde la medicina tradicional convive con los hospitales y donde por cada mil habitantes hay 0,02 m¨¦dicos, cuidar el cuerpo no es solo por razones de est¨¦tica, sino para evitar enfermedades. Seg¨²n datos del Banco Mundial, un 4,4% de las mujeres entre 15 y 24 a?os en Malawi son portadoras de VIH, una dolencia que, pese a que el Estado?financia antirretrovirales, sigue causando unas 13.000 muertes al a?o, aunque la incidencia ha ido bajando. Tambi¨¦n justifican el practicar deporte porque as¨ª se mantienen ocupadas. ¡°Jugamos para evitar estar bebiendo cerveza y otros vicios¡±, se?ala Esintha, de 32 a?os, con cuatro hijos y de Nkantho.
C¨¢nticos y gritos en lengua chichewa animan a los equipos en un ambiente latente de rivalidad entre pueblos vecinos, porque a nadie le gusta perder. Emilda Khulungira tiene 37 a?os y es la entrenadora del equipo de Mgundadzuwa. Ha ido anotando en un cuaderno todos los tantos marcados y los fallos cometidos durante los partidos: ¡°Intento ense?arles las reglas del netball, c¨®mo jugar, c¨®mo tocar la pelota y hacer jugadas mejores¡±, se justifica. ¡°Estoy un poco triste porque hemos perdido, pero llevamos entrenando solo dos meses¡±, se?ala.
Despu¨¦s de m¨¢s de tres horas de partido, al que apenas unos pocos hombres se han acercado curiosos, se las nota cansadas tras una eliminatoria amenizada por los bailes y cantos del p¨²blico. Durante la competici¨®n, algunas dejan la camiseta para amamantar a sus beb¨¦s y luego vuelven a pon¨¦rsela para retornar al campo. Todas animan a sus compa?eras, varias cocinan, y m¨¢s tarde, recogen las cosas para regresar caminando a sus casas. Sin embargo, no se van con las manos vac¨ªas: aunque el bal¨®n se lo quedan las jugadoras del equipo anfitri¨®n para los pr¨®ximos partidos, todas han conseguido crear por unas horas un espacio de convivencia y entretenimiento.
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