La pol¨ªtica social comienza en casa
Los l¨ªderes pueden promover los derechos de las mujeres, el desarrollo infantil y el empleo si dise?an medidas relacionadas con las necesidades de las familias contempor¨¢neas
La econom¨ªa pol¨ªtica ha recorrido un largo trecho. Personajes p¨²blicos e instituciones que por mucho tiempo han sido adalides del neoliberalismo ahora reconocen cada vez m¨¢s las insuficiencias de los mercados y que los Estados pueden tener un papel que desempe?ar para mejorar los resultados socioecon¨®micos. Incluso el Fondo Monetario Internacional ahora debate la ¡°macro-criticidad¡± de la protecci¨®n social, la necesidad de una tributaci¨®n progresiva y, potencialmente, la implementaci¨®n de transferencias universales.
Pero esta conversaci¨®n, centrada casi exclusivamente en la coordinaci¨®n entre el Estado y el mercado, sigue siendo demasiado estrecha como para producir soluciones efectivas. Para ello, como muestra un nuevo informe de ONU Mujeres, tambi¨¦n se deben contemplar factores sociales, especialmente el papel de las familias y la igualdad de g¨¦nero.
Estos dos factores est¨¢n inextricablemente vinculados, ya que las din¨¢micas familiares refuerzan fuertemente las desigualdades de g¨¦nero de un modo que no lo hacen las desigualdades de etnias. El problema se ve agravado por el hecho de que el proceso de formulaci¨®n de pol¨ªticas econ¨®micas y sociales sigue condicionado por supuestos obsoletos sobre las familias y las din¨¢micas de g¨¦nero.
En la actualidad, solo alrededor de un tercio de los hogares se ajustan a la estructura de familia ¡°ideal¡± (dos padres con hijos), imagen sobre la que se suelen basar las pol¨ªticas. Una gran proporci¨®n de los dos tercios restantes son familias extendidas, que abarcan t¨ªas, t¨ªos, o abuelos. Cerca de un cuarto de todos los hogares son unipersonales o monoparentales.
M¨¢s todav¨ªa, si bien el matrimonio sigue siendo pr¨¢cticamente universal en algunas partes del mundo, se est¨¢ volviendo menos usual en otras, e incluso parejas que llevan largo tiempo en su relaci¨®n suelen optar por cohabitar antes en lugar de casarse. En algunos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, Sud¨¢frica y Europa, hasta tres cuartos de las mujeres de entre 25 y 29 a?os de edad est¨¢n en una relaci¨®n de cohabitaci¨®n con sus parejas.
Recibir un ingreso independiente fortalece el poder de negociaci¨®n de las mujeres, les permite abandonar relaciones abusivas y les da seguridad en la vejez
Todo esto tiene implicaciones importantes. Dada su mayor longevidad, las mujeres de m¨¢s de 60 a?os tienen el doble de probabilidades que los hombres del mismo grupo etario de vivir por su cuenta, a menudo subsistiendo con pensiones escasas y pocos ahorros, cuando los hay.
Adem¨¢s, los hogares monoparentales ¡ªm¨¢s de tres cuartos de los cuales est¨¢n a cargo de madres solteras¡ª tienen en promedio el doble de probabilidades de vivir en condiciones de pobreza que los hogares de dos progenitores. Los padres o madres solteros a menudo se ven en dificultades para equilibrar el trabajo asalariado con sus responsabilidades dom¨¦sticas.
Pero incluso en los hogares con dos personas a cargo y un mayor ingreso, las mujeres se enfrentan a importantes desaf¨ªos para compatibilizar el empleo asalariado y el trabajo dom¨¦stico no remunerado. En el ¨¢mbito mundial,?las mujeres realizan en promedio m¨¢s de un 76% de los cuidados no remunerados, m¨¢s del triple que los hombres.
Esta situaci¨®n reduce de manera importante el acceso de las mujeres a un ingreso independiente. Solo cerca de la mitad de las mujeres casadas o en cohabitaci¨®n de entre 29 y 54 a?os son parte de la fuerza de trabajo, en comparaci¨®n con pr¨¢cticamente todos los hombres casados o en cohabitaci¨®n. Y mientras que la presencia de hijos peque?os en el hogar reduce las tasas de empleo de las mujeres, aumenta la de los hombres.
Recibir un ingreso independiente fortalece el poder de negociaci¨®n de las mujeres, les permite abandonar relaciones abusivas y les da seguridad en la vejez. M¨¢s a¨²n, la proporci¨®n de mujeres que ganan un ingreso independiente guarda una correlaci¨®n inversa con la proporci¨®n de hogares en situaci¨®n de pobreza. Como lo expresa la ecologista danesa G?sta Esping-Andersen: ¡°La soluci¨®n m¨¢s eficaz a la pobreza es el empleo maternal¡±.
En el ¨¢mbito mundial, las mujeres realizan en promedio m¨¢s de un 76% de los cuidados no remunerados, m¨¢s del triple que los hombres
Para mejorar la autonom¨ªa econ¨®mica de las mujeres, la gran prioridad debiera ser invertir en sistemas de guarder¨ªas, entre ellos Cuidados y Educaci¨®n de la Primera Infancia (ECEC, por sus siglas en ingl¨¦s). Esto es particularmente urgente en pa¨ªses en desarrollo, donde es mayor la brecha entre la oferta y la demanda de guarder¨ªas, debido a la existencia relativamente menor de fuerza de trabajo de cuidado infantil.
M¨¢s all¨¢ de permitir a las mujeres la b¨²squeda de oportunidades econ¨®micas, las guarder¨ªas asequibles y de calidad ayudan a impulsar la creaci¨®n de empleo (dentro del sector de cuidados) y desarrollar capital humano (en especial los ni?os que se benefician de ellas). Si se considera esto, as¨ª como el compromiso de tiempo que representa el trabajo asalariado para todos los g¨¦neros, esta inversi¨®n resulta necesaria incluso si en los hogares el trabajo no remunerado se reparte con mayor igualdad.
Una segunda prioridad debe ser ofrecer protecciones sociales completas, como los permisos pagados (que permiten a los padres cuidar a sus hijos sin desconectarse del mercado laboral) y el apoyo al ingreso. Las prestaciones familiares, como por ejemplo los subsidios para pagar la guarder¨ªa, mitigan el aumento del riesgo de pobreza que conlleva el cuidado de los ni?os. Los padres y madres sin pareja deber¨ªan recibir retribuciones adicionales.
Mientras tanto, se deber¨ªa apoyar con pensiones universales para la vejez de las mujeres, que tienen m¨¢s probabilidades de contar con menos ahorros y recursos que los hombres, pero suelen vivir m¨¢s tiempo. Tambi¨¦n ser¨ªa de ayuda la creaci¨®n de servicios accesibles de cuidados de largo plazo y la reforma de los reg¨ªmenes de propiedad conyugal. Por ¨²ltimo, las leyes de familia y las pol¨ªticas sociales deben reconocer la cohabitaci¨®n, m¨¢s que solo el matrimonio, a fin de proteger los derechos de las mujeres a los bienes conyugales, los beneficios sociales y la custodia de menores.
Los l¨ªderes pol¨ªticos pueden promover los derechos de las mujeres, el desarrollo infantil y el empleo si dise?an un paquete de medidas en torno a las necesidades de las familias contempor¨¢neas. Y esas mismas pol¨ªticas servir¨ªan de apoyo al dinamismo econ¨®mico y la reducci¨®n de la pobreza.
Shahra Razavi es jefa de la Secci¨®n de Investigaci¨®n y Datos, y directora de Estudios de los informes El progreso de las mujeres en el mundo en ONU Mujeres.
Traducido del ingl¨¦s por David Mel¨¦ndez Tormen
Copyright: Project Syndicate, 2019. www.project-syndicate.org
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