Hay que acabar con la hipocres¨ªa de llamarlas ¡°balas perdidas¡±, son balas asesinas
La muerte de ?gatha Vit¨®ria F¨¦lix, a manos de un polic¨ªa, sacude Brasil por la acci¨®n de las autoridades en las favelas que pone como excusa de defenderlas contra el narcotr¨¢fico
Me he propuesto no volver a escribir en mis columnas ¡°balas perdidas" porque son solo balas asesinas que acaban con vidas como la de la inocente ?gatha Vit¨®ria F¨¦lix, de 8 a?os, en Brasil y, sobre todo, en las favelas de R¨ªo de Janeiro. Los testigos y vecinos del Complexo do Alem?o, donde viv¨ªa la ni?a con su familia, aseguran que no hab¨ªa un tiroteo entre polic¨ªas y narcotraficantes. En realidad, afirman que el agente le dispar¨® a la ni?a, que estaba al lado de su madre dentro de una furgoneta, cuando intentaba golpear a un motociclista.
Es una muerte que ha despertado de un modo especial la conciencia y hasta el lenguaje de los excluidos de aquellos barrios dejados a su suerte. Una vez m¨¢s aquellas personas an¨®nimas que asistieron al entierro de la peque?a ?gatha gritaron diciendo: ¡°No fue una bala perdida. Fue una bala encontrada¡±. En verdad fue una bala asesina como todas las que cortan vidas inocentes.
De los cinco ni?os que en este a?o murieron en R¨ªo, v¨ªctimas de esa violencia que parece no tener fin, el caso de la ni?a ?gatha ha tenido una repercusi¨®n especial: impuls¨® la indignaci¨®n no solo de quienes viven en las favelas y est¨¢n cansadas de tanta muerte in¨²til, sino de toda la opini¨®n p¨²blica. Y ha obligado a las autoridades a no contentarse con los rituales hip¨®critas y manidos de ¡°lo lamentamos¡± y ¡°vamos a abrir una investigaci¨®n¡±. Esta vez los hu¨¦rfanos de ?gatha, que somos todos nosotros, han enfrentado al poder, que ha reaccionado duro y sorprendido.
El gobernador y exjuez del Estado de R¨ªo, Wilson Witzel, conocido por su pol¨ªtica de que el mejor delincuente es el que la polic¨ªa entrega muerto y que hizo macabramente c¨¦lebre su gesto de que lo mejor es ¡°disparar a la cabecita¡±, tard¨® en reaccionar para comentar la tragedia de la nueva peque?a m¨¢rtir de las favelas. Se lleg¨® a hablar de su ¡°silencio aterrador¡±. Al final la opini¨®n p¨²blica le oblig¨® a salir de su mutismo y hasta confes¨® que tambi¨¦n ¨¦l tiene una hija de 9 a?os y sabe el dolor que supondr¨ªa perderla.
Sin embargo, no dej¨® de lado su postura de dureza en materia de la violencia que mata sobre todo a los negros y pobres, y denunci¨® que ¡°es indecente usar el ata¨²d de una inocente para hacer un acto pol¨ªtico¡±. Quienes acudieron al entierro de ?gatha no acudieron, sin embargo, a un mitin, acudieron adoloridos e indignados, con el rostro cubierto en l¨¢grimas. Era puro dolor y rabia contra su impotencia frente a la dejadez del Estado en esos barrios. escenarios de la violencia rutinaria. Y respondieron al gobernador que indecencia era dejar morir a tantos inocentes por la incuria de un Estado que est¨¢ permitiendo y hasta incitando a la polic¨ªa hacer un verdadero exterminio bajo la excusa de defenderlas contra el narcotr¨¢fico.
Quiz¨¢ esa reacci¨®n in¨¦dita frente a la muerte de la ni?a alegre y llena de vida de las favelas se deba a que est¨¢ naciendo, dentro y fuera de las favelas, una nueva resistencia a la situaci¨®n creada por el Gobierno de extrema derecha del presidente Bolsonaro. Su lema y su mayor preocupaci¨®n es la de matar bajo el pretexto de proteger la vida.
Ante el cad¨¢ver de ?gatha, esas personas, desde siempre oprimidas con el olvido de quienes deber¨ªan protegerlas, ya no aceptan un Gobierno y una pol¨ªtica basada en la segregaci¨®n y hasta en la persecuci¨®n de una dictadura. Miles, quiz¨¢s millones, de brasile?os se han unido a esa indignaci¨®n.
Alguien ha querido subrayar, en ese nuevo movimiento de rescate de los valores de la vida contra la obsesi¨®n de la muerte, que prof¨¦ticamente la peque?a ?gatha tambi¨¦n se llamaba Vit¨®ria y F¨¦lix, dos nombres que evocan el deseo de felicidad con el que cada reci¨¦n nacido llega a la vida y el deseo de salir victorioso de la lucha que le espera contra los poderes que intentar¨¢n hacer su vida infeliz y castrar sus ansias de triunfar.
Es lo que el abuelo materno de ?gatha, Airton F¨¦lix, quiso resaltar ante los que gritaban, muchos de ellos j¨®venes: ¡°Basta de sangre del pueblo negro y pobre en la favela, d¨¦jennos vivir en paz en esta falacia de guerra contra las drogas¡±. Record¨® que hab¨ªan matado a una ni?a ¡°inteligente, estudiosa, obediente, de futuro¡±. Como lo son la mayor¨ªa de esos ni?os a quienes el Estado da carta blanca a las fuerzas policiales para matar.
Y quiz¨¢s lo m¨¢s dram¨¢tico es que el Congreso est¨¢ a punto de aprobar el proyecto del ministro de Justicia, el exjuez Sergio Moro, sobre la lucha a la criminalidad. Al igual que la hipocres¨ªa de la ¡°bala perdida¡±, tambi¨¦n en este documento se ampl¨ªa de forma hip¨®crita y vergonzosa el excludente de ilicitude [excluyente de ilegalidad]. Significa que un polic¨ªa, de ahora en adelante, no podr¨¢ ser castigado por haber matado a un inocente, los pobres y negros de las favelas, ya que podr¨ªa estar al disparar en estado de ¡°estr¨¦s, de miedo o de emoci¨®n especial¡±.
Lo m¨¢s grave de esa decisi¨®n es que introduce la peor de las penas de muerte, la que no merece ni un proceso, ni un abogado de defensa. Es sencillamente una pol¨ªtica de exterminio. Es la guerra. Las clases medias y altas, formadas en su mayor¨ªa por personas blancas que no viven la realidad de los negros en las favelas, empiezan a comprender el sufrimiento de abuelos como Airton F¨¦lix. Ya no aceptan f¨¢cilmente la explicaci¨®n de las autoridades, que suelen decir que los muertos eran criminales.
Ojal¨¢ que la bala asesina que arranc¨® la vida de la peque?a ?gatha Vit¨®ria F¨¦lix, que so?aba a trav¨¦s del estudio ser feliz y salir victoriosa en la vida, como profetizaban sus nombres, sirva para despertar a la sociedad. Que toda ella tome conciencia que Brasil debe gritar junta un no cada vez mayor a un poder que pretende tener derecho sobre la vida y la muerte de la gran masa de an¨®nimos y excluidos de los campos de concentraci¨®n de las periferias, donde el poder pol¨ªtico y econ¨®mico relega a esas millones de personas. La ¨²nica libertad que tienen hasta hoy es la de llorar a sus muertos.
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