El hombre del retrato
La trayectoria de Amado Alonso, cuyo padre aparece en el cuadro de Zuloaga ¡®El viejo requet¨¦¡¯, muestra una Espa?a que nos ense?a que nuestro porvenir est¨¢ m¨¢s condicionado a la pol¨ªtica de lo que creemos
El cuadro de Ignacio Zuloaga se llama El viejo requet¨¦. El retrato es crudo: un hombre arrugado que posa sin demasiada firmeza, con sonrisa tierna y algo misteriosa, la boina roja ladeada, manos grandes, el bigote cano ya muy despoblado y un r¨ªgido uniforme de campa?a que le queda grand¨®n; sobre la figura hay un cielo que vacila entre negro y azul brillante, y de fondo est¨¢ el paisaje terroso de la guerra carlista en la que el veterano hab¨ªa combatido. El cuadro se expuso en 1938 en el Pabell¨®n de Espa?a de la Bienal de Arte de Venecia, bajo el comisariado de Eugenio d¡¯Ors, dentro de la selecci¨®n de obras que vali¨® a Zuloaga el premio internacional de la muestra. En esa fecha, nada de lo que se hac¨ªa sobre Espa?a fuera de Espa?a pod¨ªa ser casual, nada pod¨ªa estar libre de propaganda. Los prolijos Diarios de Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores de Italia de 1936 a 1943 y yerno de Mussolini, recogen c¨®mo Pedro Garc¨ªa Conde, embajador en Italia, el primero de los diplom¨¢ticos nombrado por la Espa?a nacional, regal¨® en 1938 el cuadro a Ciano en nombre de Franco. Ciano muere fusilado en 1944 y Edna Mussolini, su esposa, dice en una carta por esas fechas que ese viejo del cuadro le hace compa?¨ªa en su casa y que parece seguirla con la mirada.
Otros art¨ªculos de la autora
El hombre del retrato est¨¢ identificado con todo detalle: se llamaba Wenceslao Alonso; navarro, de Ler¨ªn, se dedicaba a la trata de ganados. Era el padre de Amado Alonso. Este nombre resulta sin duda familiar a quien haya estudiado una carrera de letras. Fil¨®logo de los que combinaba el estudio de la lengua con el de la literatura, Amado Alonso (1896-1952) fue un gran te¨®rico de la expresi¨®n po¨¦tica, reconstruy¨® la historia de los sonidos del espa?ol, analiz¨® con finura hechos de gram¨¢tica de las lenguas romances y fue uno de los pioneros en observar cient¨ªficamente el espa?ol americano. Su obra, aun limitada por una muerte temprana, es ampl¨ªsima; Amado Alonso investiga, extrae datos, pero, sobre todo, interpreta, interpreta muy bien. Por ello, no es dif¨ªcil encontrarlo citado en una clase o una publicaci¨®n actual: est¨¢ en el canon, si ello existe, del hispanismo del siglo XX.
En una ¨¦poca de incertidumbres, los lugares que se habitan son indicios de identidad
M¨¢s de un siglo despu¨¦s del nacimiento de Amado Alonso, el 13 de septiembre de 1896, creo que tiene pleno sentido atender a las geograf¨ªas del hijo de ese viejo requet¨¦. Amado Alonso se forma en Madrid con Men¨¦ndez Pidal, en el Centro de Estudios Hist¨®ricos que tanto y tan bien nutri¨® a la Universidad espa?ola de la primera parte del siglo XX; ampl¨ªa sus estudios en Hamburgo y, al volver a Espa?a, cuando ha iniciado ya una brillante carrera como investigador, le surge la oportunidad de su vida: una invitaci¨®n para dirigir el Instituto de Filolog¨ªa de la Universidad de Buenos Aires (hoy llamado, con toda justicia, Instituto de Filolog¨ªa y Literaturas Hisp¨¢nicas Doctor Amado Alonso). De 1927 a 1946, Amado Alonso vive con su familia en Argentina, con una fuerte implicaci¨®n en la cultura y el desarrollo acad¨¦mico de su nuevo pa¨ªs. Sus trabajos investigadores muestran una vida rica en est¨ªmulos intelectuales: ahora que estamos habituados a una escritura cient¨ªfica forzosamente as¨¦ptica y fr¨ªa, nos sorprender¨ªa leer en una nota al pie de un trabajo de Alonso sobre los diminutivos c¨®mo, a cuenta del cuchillito de Bodas de sangre ¡ªLorca lo hab¨ªa escrito en su drama: ¡°Con un cuchillito que apenas cabe en la mano, pero que penetra fino por las carnes asombradas... un cuchillito, pez sin escamas ni r¨ªo¡±¡ª, el fil¨®logo cree haber detectado que en el texto lorquiano hay un pasaje que tiene mal repartidos los parlamentos de los personajes y explica c¨®mo, en una conversaci¨®n amistosa que tiene con el propio Lorca en Argentina, este le ha confesado que fue exigencia de su actriz principal para acaparar m¨¢s protagonismo la modificaci¨®n del texto primitivo. Es solo una referencia, pero hay cientos m¨¢s; en las fotos y biograf¨ªas que nos ofrece una indagaci¨®n sencilla en redes y bibliotecas, el nombre de Amado Alonso se mezcla con lo mejor de la intelectualidad hisp¨¢nica de su tiempo, la de Espa?a, la de Argentina y la del exilio espa?ol en Am¨¦rica: Alonso es maestro de Rosa Lida y de Ana Mar¨ªa Barrenechea, amigo ¡ªque no familia, pese a la coincidencia en el apellido¡ª del poeta y profesor D¨¢maso Alonso, de Pedro Salinas, de Alfonso Reyes, de Francisco Ayala; Alberti dec¨ªa de ¨¦l que era ¡°franco y alegre, con algo de pelotari¡±. Luego, a partir de 1946, las cartas, las fotos, los lugares de publicaci¨®n de sus libros se desplazan. El duro acoso peronista lo hace exiliarse a la Universidad de Harvard. La ¨²ltima cruz en el mapa de la vida de Amado Alonso hay que ponerla en Estados Unidos, un pa¨ªs cuya lengua no manejaba con fluidez y en cuya universidad, esa universidad tan fertilizada por el exilio republicano espa?ol, dio a la luz sus ¨²ltimos textos.
El retratado tal vez piense que la pol¨ªtica en este nuevo siglo no deber¨ªa dejar marcas tan dolorosas en los mapas
En una ¨¦poca de incertidumbres, los lugares que se habitan son indicios de identidad, los ¨²nicos a los que podemos rendirnos. Igual que las rayas que computan los d¨ªas en el calabozo, sin ser un texto, escriben de alguna forma el cautiverio del preso, las marcas en los mapas, sin ser un cuadro, son, vistas de lejos, una perfecta pintura, que solo la uni¨®n de los puntos permitir¨¢ salvar del olvido. Estoy hablando de Amado Alonso como pudiera hablar de otro espa?ol con una biograf¨ªa similar a la suya, la de quien pudo ser espa?ol o pudo ser argentino y termin¨® siendo profesor en Boston. Hoy trato de unir los puntos del mapa y la pintura resultante es la de una Espa?a que estaba fuera del territorio efectivo de Espa?a y cuya obra debemos conocer, por s¨ª y por su moraleja: contar su historia es concluir que nuestro porvenir est¨¢ m¨¢s condicionado a la pol¨ªtica de lo que imaginamos desde nuestra comodidad actual.
No s¨¦ a qu¨¦ coleccionista an¨®nimo mira ahora el anciano requet¨¦, el padre de Amado Alonso. El cuadro se lista entre los productos que Christie¡¯s Nueva York subast¨® p¨²blicamente en mayo de 1997. Pero hay otra cruz en el mapa: me topo con el blog personal de una estadounidense que escribe en ingl¨¦s la historia de su familia; estoy leyendo las palabras de una mujer llamada Marjie y descubro que es la nieta de Amado Alonso. Con la inseguridad de quien cuenta una batallita ajena cargada de nostalgias, Marjie narra en su blog que un anciano retratado por un tal Zuloaga, espa?ol, era su bisabuelo y que, ya que no pueden tener el cuadro real, en casa han encargado a un artista local una copia a partir de una foto. Y ah¨ª est¨¢ en el blog la imagen del cuadro de 2014, con el requet¨¦ Wenceslao sentado otra vez bajo el mismo cielo azul y negro y colgado en una pared de Boston. El veterano carlista del nuevo cuadro sigue teniendo la oscuridad de Zuloaga y la ternura de un anciano a quien se ha retratado sin fiereza. Tal vez siga pensando que la pol¨ªtica en este nuevo siglo no deber¨ªa dejar marcas tan dolorosas en los mapas.
Lola Pons Rodr¨ªguez es catedr¨¢tica de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla.
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