El dilema de los museos: ?escuchar o no a Twitter?
A las instituciones culturales se les pide que se abran a la participaci¨®n del p¨²blico, tras a?os centradas en reforzar su autoridad. ?Hay l¨ªmite para la nueva democratizaci¨®n?
La autoridad de los museos se ha visto desbordada. La inviolabilidad de sus criterios sobre qu¨¦ debe ser mostrado ha quedado en buena medida m¨¢s anticuada que la edad de los fondos que custodian, protegen y exponen. Desde hace dos siglos son la mayor representaci¨®n del sujeto hegem¨®nico (patriarcal, colonial, heteroc¨¦ntrico y v¨¢lido) y ese orden est¨¢ en crisis ¡°porque es excluyente monol¨ªtico y cuestionado por las miradas y las voces subalternas¡±, apunta Paul B. Preciado, fil¨®sofo asociado en el Centro Pompidou de Par¨ªs.
Si lo que defiende se tambalea, el museo como instituci¨®n decimon¨®nica necesita un cambio de urgencia, como ha apuntado el Consejo Internacional de Museos (ICOM). Este organismo ha propuesto una nueva definici¨®n para lo que hoy son los museos. Su propuesta, cuya aprobaci¨®n se ha aplazado tras un 70% de votos en contra, reza: ¡°Los museos son espacios democratizados, inclusivos y polif¨®nicos para el di¨¢logo cr¨ªtico sobre el pasado y el futuro. Reconociendo y abordando los conflictos y desaf¨ªos del presente, mantienen los artefactos y objetos que les han sido confiados por la sociedad, salvaguardan la diversidad de la memoria para las generaciones futuras y garantizan la igualdad de derechos y el acceso al patrimonio para todas las personas¡±.
Los cambios pol¨ªticos que los movimientos feministas, queer y trans han introducido en la sociedad obligan a una nueva lectura de la historia del arte. Esa narraci¨®n ya no se puede hacer desde aquella idea del castillo inaccesible. Preciado defiende la apertura del museo al debate para que los curadores, los artistas y los p¨²blicos imaginen juntos el museo del futuro. La resurrecci¨®n de estas instituciones depende de c¨®mo animen a estos agentes externos a que construyan el relato del nuevo sujeto pol¨ªtico. Pero abrirse pol¨ªticamente no significa sustituir la l¨ªnea editorial por tuits o likes. ¡°Es absolutamente demag¨®gico: los p¨²blicos deben intervenir en la construcci¨®n del museo, pero desde dentro, como agentes activos¡±, a?ade Preciado.
La semana pasada?el Museo del Prado accedi¨® a atender una petici¨®n de un usuario de Twitter, que reclamaba la salida de los almacenes de El Cid (1879), un retrato de un le¨®n de Rosa Bonheur (1822-1899). La obra emergi¨® en 2017, cuando la exposici¨®n La mirada del otro propuso un recorrido que reflejaba la pluralidad y la diversidad actual. En aquella rueda de prensa se comunic¨® que la intenci¨®n era convertirlo en un montaje definitivo, pero termin¨® por desaparecer y sus hitos art¨ªsticos fueron almacenados. El le¨®n fue borrado del mapa y ahora ha subido a sala por primera vez de manera fija. El museo asegura que no ha sido en respuesta a Twitter, porque era una antigua intenci¨®n de Javier Bar¨®n, responsable de la pintura del XIX, pero reconoce que la demanda ha acelerado el ascenso a la primera categor¨ªa de la cuarta mujer que se expone en el Prado.
El apasionante debate que atraviesan los museos est¨¢ provocado por una demanda doble: m¨¢s participaci¨®n y mejores servicios. A estos centros se les exige que sean m¨¢s flexibles y permeables, m¨¢s transparentes, a las demandas e iniciativas del p¨²blico. Arrogarse la capacidad exclusiva de acceso a la verdad es algo anacr¨®nico. Por eso no tiene por qu¨¦ suponer ninguna amenaza para la instituci¨®n asumir, por ejemplo, la demanda de una perspectiva de g¨¦nero. Las mujeres fueron excluidas cuando (ellos) se inventaron los museos. Estaban ah¨ª, eran artistas y p¨²blico, pero no contaron con ellas. Atender esta petici¨®n crea una base m¨¢s s¨®lida, actual y compartida de su autoridad.
En ese sentido, las redes sociales han difuminado los l¨ªmites del museo y de su existencia. La apertura en redes es ¡°muy positiva¡± porque contribuye a escuchar la voz del p¨²blico. ¡°Ahora bien, las redes son un canal de di¨¢logo, muy importante, pero uno m¨¢s¡±, dice Javier Mart¨ªn Cavanna, director de la Fundaci¨®n Compromiso y Transparencia, que en su informe de transparencia y buen gobierno de los museos de bellas artes y arte contempor¨¢neo de 2016 denunciaba que son ¡°ecosistemas cerrados¡± y les ped¨ªa que abrieran canales de di¨¢logo con distintos grupos de inter¨¦s. No para fijar la estrategia ni la direcci¨®n de la misi¨®n ¡ªporque el p¨²blico no tiene capacidad de decisi¨®n ni de gesti¨®n¡ª, pero s¨ª para que sean escuchados y tengan en cuenta sus opiniones. El especialista apunta que el museo debe hacer un esfuerzo de conjunto por identificar los grandes asuntos que conciernen a su misi¨®n y sus actividades. ¡°Lo importante es que los canales de di¨¢logo existan y sean eficaces. Eso no significa que el museo deba responder positivamente siempre a todas las demandas que se le plantean. Lo que debe hacer es escucharlas, analizarlas y darles respuesta¡±, sostiene.
El p¨²blico de las redes sociales solo representa una parte del conjunto de los visitantes de un museo, pero muy espec¨ªfico: alto nivel educativo, econ¨®mico y social, alto grado de digitalizaci¨®n y consumidor de cultura. ¡°Por eso hay que dimensionar la magnitud de las cr¨ªticas y los comentarios con estudios precisos de opini¨®n y satisfacci¨®n que representen de forma adecuada a todo el p¨²blico actual y potencial¡±, asegura Elo¨ªsa P¨¦rez Santos, profesora de la Universidad Complutense e investigadora de p¨²blicos en museos y exposiciones. Precisamente porque los museos no son neutrales ¡ªgarantes del poder pol¨ªtico, social y econ¨®mico¡ª es importante abrirse a distintas opiniones. El museo necesita ser el h¨¢bitat de la ciudadan¨ªa, pero en realidad es la casa de la Academia: tiene discurso, pero no di¨¢logo.
El desprestigio y el descr¨¦dito han sido la excusa perfecta para mantener cerrados los despachos de una ciencia ¡ªla historia del arte¡ª que se basa en el debate, pero se resiste a debatir. Con ¨ªmpetu paternalista, la mayor parte de las instituciones muse¨ªsticas espa?olas han centrado sus esfuerzos en despejar cualquier duda sobre su autoridad a la hora de se?alar la llamada ¡°excelencia¡±. Hasta el momento, el p¨²blico ten¨ªa derecho a pensar, a reflexionar y a participar en el museo, sin que el museo contara con ¨¦l.
Aunque una parte de los museos hayan empezado a asumir el nuevo papel y se vean a s¨ª mismos como lugares en los que se activa un pacto colectivo ¡ªacerca de la relevancia e inter¨¦s social de aquello que cuidan, conservan y exhiben¡ª, hay una tensi¨®n oculta no resuelta: sus recursos son deudores de las pr¨¢cticas decimon¨®nicas. Los museos se han ido dotando de una tecnolog¨ªa ¡°para que la interlocuci¨®n jer¨¢rquica no fallara¡±, como apunta el informe Publicum sobre p¨²blicos en transformaci¨®n y nuevas formas de experiencia muse¨ªstica que ultiman Fernando Bay¨®n y Jaime Cuenca, profesores de la Universidad de Deusto. La iluminaci¨®n perfecta, las salas como cubos blancos, las cartelas explicativas con jerga especializada son, seg¨²n el citado informe, ¡°ortopedias que hoy est¨¢n contra las cuerdas ante el empuje transmedia de las nuevas tecnolog¨ªas que abren paso a la voz de los p¨²blicos¡±. Esa dial¨¦ctica no es positiva ni negativa, pero depender¨¢ de la manera de ser contempor¨¢neo que elija el museo para que mantenga su potestad. ¡°Y si no es capaz de lograrlo, ni la m¨¢s sofisticada campa?a de marketing viral podr¨¢ curarlo de su irrelevancia¡±, a?aden Bay¨®n y Cuenca.
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