Por qu¨¦ los ni?os m¨¢s inteligentes no quieren ir al colegio
La escuela de hoy, en general, est¨¢ orientada al estudiante medio del siglo XX, con metodolog¨ªas anticuadas y completamente desconectada de la sociedad del futuro
Lo vemos cada d¨ªa¡ una de las primeras se?ales de alerta de una inteligencia alta para los padres es el rechazo a ir al colegio por parte de su hijo. Es un rechazo que va desde el que se resigna cual implacable destino con su consiguiente sufrimiento y malestar emocional hasta el que patalea y se agarra a los marcos de las puertas de casa para que no le lleven.
Y esta es una realidad que, si bien?no viven todos los ni?os con altas capacidades, se da con alarmante y parad¨®jica frecuencia. Y digo parad¨®jica porque si hay alguien que destaque por su necesidad de aprender, por su implacable curiosidad, por demanda de respuestas, son precisamente ellos: los ni?os y ni?as con alta capacidad intelectual.
Sin embargo, la ilusi¨®n y el entusiasmo del principio muy pronto se convierten en pesadilla.
Una pesadilla que ha convertido su vida en un ¡°d¨ªa de la marmota¡± constante: repetici¨®n tras repetici¨®n, inhibici¨®n de la iniciativa y la creatividad, interminables explicaciones de lo obvio, ruido mucho ruido, sensaci¨®n de no aprender, de no entender¡
La escuela de hoy, en general, est¨¢ orientada al estudiante medio del siglo XX, con metodolog¨ªas del XIX y completamente desconectada de lo que la sociedad del futuro va a demandar a nuestros ni?os de hoy. Y los estudiantes con alta capacidad son el s¨ªntoma m¨¢s flagrante y las primeras v¨ªctimas de semejante desencuentro educativo.
Los ni?os y ni?as altamente creativos son los m¨¢s perjudicados, porque, no nos enga?emos, la creatividad sigue estando mal vista. Confundimos creatividad con dibujar bonito. Pero el pensamiento divergente, la negativa a hacer las cosas como siempre se han hecho, el cuestionamiento de casi todo, la voluntad de hacerlo a su manera¡ eso no es bienvenido en un aula. Salirse del molde para crear otros escenarios posibles o imposibles, desconcierta y molesta al docente mediocre que lo vive como una amenaza a su esforzado y precario equilibrio cotidiano.
El alumno altamente dotado necesita explorar, necesita descubrir, necesita llevar a cabo su propia investigaci¨®n acerca de lo que sea, no quiere la informaci¨®n masticada para ser tragada y posteriormente vomitada en un examen que sea calificado con un numerito.
De igual forma, necesita apropiarse de su proceso de aprendizaje cuyo motor no es otro que la motivaci¨®n intr¨ªnseca, la necesidad imperiosa de saber acerca de aquello que en ese momento le impulsa por dentro como un motor de mil caballos. En cambio, le dicen que no, que eso no toca, que hay que aprender sobre la revoluci¨®n industrial o los r¨ªos de Europa. Y que nada de ir por libre, que tiene que ce?irse a contenidos que poco o nada se distinguen de lo que sus padres estudiaban cuarenta a?os atr¨¢s.
Y adem¨¢s, en un formato similar, es decir, un libro de texto m¨¢s o menos mol¨®n con dibujos y pretensiones l¨²dicas, pero que no deja de ser lo mismo envuelto en un papel de colorines llamativos. L¨¦elo, memor¨ªzalo y su¨¦ltalo cuando se te pregunte. Suena tan inveros¨ªmil para una mente en llamas, para un cerebro que pide a gritos que le dejen aprender, que le dejen profundizar, y sobre todo que al menos no le digan c¨®mo.
Las metodolog¨ªas que habitualmente se utilizan en la mayor¨ªa de los centros educativos est¨¢n basadas en modelos que priorizan el hemisferio cerebral izquierdo, es decir, el secuencial, el menos creativo, el que aprende por repetici¨®n. Son adem¨¢s m¨¦todos deductivos donde el profesor explica todo y el alumno se limita a ser un receptor pasivo y plano de la informaci¨®n. Deber¨¢ entonces memorizar sin cuestionar, memorizar sin investigar, memorizar sin realizar ning¨²n tipo de experimentaci¨®n, memorizar sin decidir c¨®mo prefiere aprender. Decir qu¨¦ prefiere aprender y cu¨¢ndo resulta ya demasiado revolucionario y nadie, o casi nadie, va a comprar esa idea. Aunque el conocimiento no viene envasado al vac¨ªo, con fecha de caducidad. Y mucho menos a¨²n en la era digital de la que son nativos nuestros hijos.
Matar la motivaci¨®n es lo primero que hace el sistema educativo tradicional. Al ni?o enamorado de aprender y de saber, le convierte en un ni?o que rechaza con dolor visceral todo lo que venga de esa instituci¨®n. Incluso acaba tambi¨¦n bloqueando la curiosidad dejando al ni?o o al adolescente en una bruma confusa, en un lugar de nadie, desperdici¨¢ndose el talento por las alcantarillas obsoletas de una escuela que no solo se resiste a cambiar, sino que en muchas ocasiones hace apolog¨ªa de su mediocridad y le da un enorme placer ¡°meter en vereda¡± a los que se salen del carril.
Les dir¨¢n que est¨¦n sentados, quietos, que no se levanten y caminen por el aula porque resulta disruptivo. Les dir¨¢n que no levanten siempre la mano los primeros y aprendan a guardarse lo que saben.
Les dir¨¢n que, si ya han terminado la tarea, esperen pacientemente a los que a¨²n van por el principio porque eso es ¡°solidario¡±, les dir¨¢n que ayuden a los van m¨¢s retrasados ya que ellos son tan ¡°listos¡±, les dir¨¢n que si se aburren hagan m¨¢s de lo mismo. Y que si no lo hacen entonces es que tanto no se aburren. Los m¨¢s audaces les ¡°premiar¨¢n¡± con una tarea extra si se portan bien¡ es tan, pero tan triste.
Les dir¨¢n tambi¨¦n que no lloren tanto, que son unos exagerados, que c¨®mo pueden ser tan ca¨®ticos y olvidadizos, que necesitan hacer los deberes (ahora lo llaman tarea) tal y como se les dice y de ninguna otra forma. En fin, que ni se les ocurra innovar o tener criterio propio porque solo faltaba¡ la mal llamada ¡°autoridad¡± del profesor quedar¨ªa en entredicho.
La ¨²nica autoridad que el superdotado reconoce es la del conocimiento y la del afecto. Solo si te admiran por tu coherencia, por tu empat¨ªa y compresi¨®n, por tu integridad y tu verdadero saber, entonces te respetar¨¢n y reconocer¨¢n en ti a la autoridad. La de verdad, no la que viene de lo impuesto, del ¡°porque yo lo digo¡±, del rol presuntamente superior.
No es dif¨ªcil, aunque no haya medios o estos sean escasos. Aunque se priorice sistem¨¢ticamente a los ni?os que ocupan el oeste de La Campana de Gauss, aunque haya m¨¢s de treinta en un aula.
Vincularse a un ni?o, reconocerle, poner el foco en lo positivo que hay en ¨¦l, dejarle un espacio propio para que pueda ejercer su libertad, escuchar lo que tenga que decir con respeto, bajarse del pedestal del rol del profesor y compartir sus intereses de forma genuina y honesta, est¨¢ al alcance de cualquier docente en cualquier circunstancia. No hay excusas.
*Olga Carmona es psic¨®loga y fundadora de Ceibe.
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