Por favor, no la llamen Espa?a vac¨ªa
Las denominaciones gen¨¦ricas se tragan la historia, la geograf¨ªa y la antropolog¨ªa e impiden plantear pol¨ªticas realistas y pensar en soluciones viables que vayan m¨¢s all¨¢ de ayudas en el sector primario
Si acaso, despoblada. Regiones o territorios de baja o muy baja densidad de poblaci¨®n. Pero no vac¨ªa; para empezar porque no lo est¨¢, son territorios, paisajes, patrimonios y sobre todo las personas que viven en ellos. Menos a¨²n vaciada, ese calificativo de resonancia ginecol¨®gica que hoy ser¨ªa pol¨ªticamente incorrecto. Las met¨¢foras son movilizadoras, pero no siempre de lo mejor.
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Lo de la ¡°Espa?a vac¨ªa¡± viene del ¨¦xito del libro de Sergio del Molino de 2016; pero se olvida que su subt¨ªtulo era Viaje por un pa¨ªs que nunca fue. Es un interesante ensayo sobre algunos de los espacios que se convirtieron en representaciones ic¨®nicas de la pobreza y decadencia espa?olas, en gran parte creaciones literarias del romanticismo o del regeneracionismo. Lugares como Las Hurdes, las llanuras manchegas del Quijote, o las monta?as del maestrazgo carlista, que han quedado despose¨ªdos de su realidad para administrar sus tradiciones literarias.
M¨¢s del 40% del territorio espa?ol tiene densidades de poblaci¨®n alarmantemente bajas; suponen m¨¢s del 60% del total de municipios y solo el 3% de la poblaci¨®n total. Esas circunstancias hacen muy dif¨ªcil la cohesi¨®n territorial, pero, sobre todo, hacen que sus poblaciones est¨¦n desasistidas en servicios, infraestructuras y equipamientos. Pero no debemos caer en la tentaci¨®n de equipararlas con las comunidades aut¨®nomas del interior peninsular, como si en las perif¨¦ricas no hubiera tambi¨¦n zonas despobladas, y a la inversa; ni menos establecer una dicotom¨ªa simple entre una Espa?a urbana culpable y la otra rural v¨ªctima. Probablemente no hay una imagen m¨¢s elocuente, tambi¨¦n demoledora, que el mapa de densidades municipales que publicaba este peri¨®dico hace unos d¨ªas. Pero por detr¨¢s de las densidades no hay que olvidar la trama de los 8.000 municipios, muchos sobre todo de tama?o inviable.
El proceso de la emigraci¨®n rural a la ciudad en Espa?a est¨¢ muy bien estudiado, cuantificado, regionalizado y periodizado. Como cuentan Collantes y Pinilla, en un libro tambi¨¦n de t¨ªtulo evocador, La rendici¨®n silenciosa, el proceso migratorio se desencaden¨® en nuestro pa¨ªs con un retraso de casi 50 a?os con respecto a los pa¨ªses m¨¢s industrializados de nuestro entorno, Francia, el Reino Unido, Alemania. Aunque las zonas rurales ya no crec¨ªan, la emigraci¨®n en masa no empez¨® hasta los a?os cincuenta del siglo pasado, pero, eso s¨ª, una vez desencadenada la emigraci¨®n result¨® ser m¨¢s intensa, m¨¢s larga y m¨¢s irreversible que en los pa¨ªses citados. Y empez¨®, como siempre, por las mujeres j¨®venes, y por tanto contribuy¨® de inmediato a la desnatalidad.
En Espa?a la emigraci¨®n result¨® ser m¨¢s intensa, larga e irreversible que en pa¨ªses como Francia o Alemania
Pero la denominaci¨®n de ¡°Espa?a vac¨ªa¡± es demasiado gen¨¦rica, encubre las diferencias regionales de los procesos, algunas de los cuales tuvieron por cierto, singularidades propias del autoritarismo de la dictadura: no fue solo la b¨²squeda de trabajo en la ciudad, que no de mayor bienestar y calidad residencial, que fue abominable en aquellas ciudades del chabolismo y de la (mala) vivienda oficial de los polos de desarrollo y de los pol¨ªgonos de descongesti¨®n. Hubo tambi¨¦n procesos de expulsi¨®n de poblaci¨®n muy concretos y muy localizados, por ejemplo los que provocaron las grandes, a veces desmesuradas, obras hidr¨¢ulicas anegando pueblos y paisajes y naturalmente expulsando a las poblaciones sin ninguna contrapartida, ni siquiera la rebaja energ¨¦tica; de ah¨ª naci¨® un g¨¦nero literario de los pueblos muertos que encabez¨® Julio Llamazares con La lluvia amarilla. Tambi¨¦n est¨¢n las expropiaciones forzosas con fines de repoblaci¨®n forestal obligatoria de delimitaci¨®n bastante indiscriminada y ambiente de cruzada. Muchos de los expulsados de aquellos primeros decenios de la emigraci¨®n en masa no podr¨ªan hoy localizar ni su pueblo ni su casa.
Sin irnos tan lejos, mi opini¨®n es que las denominaciones gen¨¦ricas se tragan la historia y la geograf¨ªa y la antropolog¨ªa y, por ello, impiden plantear pol¨ªticas realistas y pensar en soluciones viables. En un estudio sobre la sostenibilidad demogr¨¢fica del Centro d¡¯Estudis Demogr¨¤fics de la UAB se distingue con series temporales entre municipios resilientes, los muy envejecidos y los irreversibles.
Habr¨ªa que establecer la conversaci¨®n social y el debate pol¨ªtico sobre consensos de partida, que no pueden basarse en una a?oranza melanc¨®lica de un pasado que no fue, que al menos no fue como ahora se le idealiza. La historia de las ayudas a las regiones desfavorecidas y en decrecimiento es ya larga en la pol¨ªtica europea y espa?ola. Pero yo creo que est¨¢ falta de comprobaci¨®n de los resultados reales de las pol¨ªticas que han sido sobre todo sectoriales, subvenciones agr¨ªcolas, forestales, ganaderas.
Las zonas menos pobladas est¨¢n desasistidas en servicios, infraestructuras y equipamientos
Llegados al tercer decenio del siglo XXI, lo que parece inaplazable es que las pol¨ªticas de apoyo rural no se vinculen en exclusiva al sector primario, sean sobre todo subvenciones a la producci¨®n agr¨ªcola, porque est¨¢ m¨¢s que demostrado que a veces derivan en rentismo de propietarios absentistas. Hay que prescindir de pol¨ªticas y ayudas sectoriales y estancas, y optar por planificaci¨®n territorial integradora del medio rural, a las escalas variables necesarias. Y sobre todo, en mi opini¨®n, debe romperse la separaci¨®n entre pol¨ªticas productivas y medio ambiente, se debe reconocer a la conservaci¨®n y a los usos sostenibles su valor econ¨®mico y de oportunidad y se deben aprender a gestionar los nuevos riesgos.
En las ¨²ltimas manifestaciones se ha pedido un pacto de Estado para el medio rural. Bienvenido sea, siempre que se eviten maniobras. Recu¨¦rdese c¨®mo trat¨® de compensar la Constituci¨®n espa?ola de 1978 a las provincias de menos poblaci¨®n con una sobreestimaci¨®n del voto y del n¨²mero de diputados, y c¨®mo juegan con ello los partidos. A la velocidad en la que se producen los cambios, casi corresponder¨ªa un nuevo contrato social.
A veces las met¨¢foras son muy ¨²tiles, y ya lo he dicho, movilizadoras, pero corren el peligro de hacerse proliferantes. Lo sabemos muy bien los espa?oles de tanto dolernos Espa?a. Despu¨¦s de la ¡°Espa?a vac¨ªa¡±, han venido los ¨²ltimos de la Laponia espa?ola, los vientos derruidos, la Espa?a que se desvanece, el desierto demogr¨¢fico europeo, etc¨¦tera. O en la forma que padecemos ahora de oposici¨®n y Gobierno el echarse a la cara mutuamente cifras de personas que se van por d¨ªa, mes o a?o, de pueblos en riesgos de desaparecer en fechas impredecibles, de inmigrantes, cuando deb¨ªan ser bienvenidos, como dijo en estas p¨¢ginas Guillermo de la Dehesa.
Tampoco olvidemos a los neorrurales. Si Pontevedra se ha convertido en un icono del urbanismo europeo, como acaban de contarme, en el que por lo visto muchos querr¨ªan vivir por su tama?o y la regulaci¨®n muy limitativa de los coches que permiten que todos los recorridos sean a pie, por qu¨¦ no lograr hacer del medio rural o de partes de ¨¦l un lugar apetecido para vivir. Lo importante es mejorar las condiciones de vida de los habitantes de los medios rurales despoblados y atraer nuevos residentes con voluntad de permanecer: para ellos se necesita, lo sabemos de sobra, accesos, sobre todo el digital, servicios, emprendimiento y tama?o territorial adecuado.
Josefina G¨®mez Mendoza es catedr¨¢tica em¨¦rita de Geograf¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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