?No pasar¨¢n?
Las aguas de la izquierda europea vuelven a su cauce, el de la socialdemocracia y la alternativa de gobierno en sistemas de nuevo binarios
Alexis Tsipras acaba de presentar la nueva Syriza. El l¨ªder de izquierda radical que pretendi¨® acabar en 2015 con la austeridad en Grecia pilota hoy un partido que, tras su salida del poder, se reformula para ocupar el centroizquierda. Y lo hace con gui?os al Pasok del populista?avant la lettre Andreas Papandreu, que en 1981 llegaba al Gobierno de un pa¨ªs a¨²n desgarrado por la guerra civil y la derrota (y divisi¨®n) de la izquierda. Triunfaba la socialdemocracia, el centroizquierda: una de las patas del bipartidismo imperante en Europa hasta la irrupci¨®n de la crisis y que, a su paso por el poder, ha dejado alg¨²n que otro logro social y un reguero de ret¨®rica.
Los analistas subrayan el intento de abrirse a la sociedad, en clave ecologista ¨Cel actual bander¨ªn de enganche de las masas-, del nuevo-viejo partido de Tsipras; la misma sociedad a la que decepcion¨® cuando su ret¨®rica antiausteridad se dio de bruces con la realidad: la de los bancos, los acreedores y las instituciones.
Una secuencia de la ¨²ltima pel¨ªcula de Costa-Gavras, que recrea de forma fidedigna la fallida negociaci¨®n de aquel Gobierno con el Eurogrupo, resume una desilusi¨®n cantada. ¡°?No pasar¨¢n!¡±, dice en castellano un ministro de Syriza enfervorizado al inicio del mandato. ¡°Siempre acaban pasando¡±, le responde otro, consciente (y nada c¨ªnico). Porque, con este giro al centro, la nueva Syriza no hace sino restaurar un bipartidismo funcional, como si el terremoto pol¨ªtico que supuso la irrupci¨®n de nuevos partidos airados decantase hoy una realidad en la que la tercera v¨ªa ¨Ccualquiera que sea su rumbo- no es una opci¨®n.
Entre episodios de refundaci¨®n o fiascos, como el imposible acuerdo de gobierno en Espa?a, la izquierda europea sigue cabizbaja, con la excepci¨®n del siempre morigerado Portugal, donde repetir¨¢ gobierno, o Kosovo, donde ha triunfado una de las reencarnaciones de la izquierda poscrisis: la nacionalista. No escasean los ejemplos, y los fracasos, de esta sensibilidad: el franc¨¦s M¨¦lenchon, el alem¨¢n Lafontaine (nacionalista en tanto que antiglobalizador) o, en Grecia, la facci¨®n radical que sali¨® de Syriza tras el rescate, hoy irrelevante en t¨¦rminos electorales y tan reaccionaria que se opuso a la firma del acuerdo con Macedonia del Norte, gran logro de Tsipras.
Cuando la izquierda pata negra a¨²n no hab¨ªa asimilado su adelgazamiento ideol¨®gico, se abati¨® como un tsunami la crisis de la deuda y el entramado visible del ¡®establishment¡¯ pareci¨® colapsar. Pero, versionando libremente a Monterroso, cuando la izquierda despert¨® del sue?o, el dinosaurio del ¡®establishment¡¯ segu¨ªa all¨ª. Por eso, d¨¢ndole la vuelta a la manida frase de Tolst¨®i, podr¨ªa decirse que todas las izquierdas se parecen en la derrota, y s¨®lo difieren cuando acarician la victoria (Grecia frente a Portugal, y viceversa). Syriza es ya m¨¢s sistema que nunca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.