?Es la modernidad habitable?
La vanguardia de inicios del siglo XX fue domesticada tras la II Guerra Mundial. Versionando la rigidez original, las viviendas de autor fueron haci¨¦ndose m¨¢s acogedoras para convertirse, m¨¢s que en un sue?o, en un lugar c¨®modo y habitable.
LA ?LTIMA casa de Mies van der Rohe, la que construy¨® en Weston, Connecticut, entre 1955 y 1961 para Morris Greenwald ¡ªel hermano de su mejor cliente¡ª, cost¨® 25.000 d¨®lares. No hace mucho, tras una ampliaci¨®n a cargo de Peter Gluck, se puso a la venta por seis millones y medio. Algo parecido sucedi¨® con la vivienda m¨¢s famosa de la modernidad, Farns?worth, que el mismo Mies concluy¨® cuatro a?os antes, en 1951, 90 kil¨®metros al sur de Chicago. La pelea entre la due?a de esa casa, Edith Farnsworth, y el arquitecto de Aquisgr¨¢n forma parte de la historia de la arquitectura. La nefr¨®loga lo demand¨® por un rosario de desgracias: la falta de previsi¨®n ante las inundaciones ¡ªpese a estar al lado del r¨ªo Fox¡ª, la inutilidad de los porches ¡ªen una zona infestada de mosquitos¡ª, la escasa intimidad tras las grandes cristaleras e incluso el desfile de curiosos que llegaban hasta ella. Farnsworth perdi¨® el juicio. Se enemist¨® con Van der Rohe, con el que hab¨ªa mantenido una relaci¨®n ¨ªntima, y casi pierde la salud. Eso s¨ª, dio nombre a una de las viviendas m¨¢s famosas del mundo y acab¨® vendi¨¦ndola por mucho m¨¢s de lo que le hab¨ªa costado. Con esa fortuna, se jubil¨® y se instal¨® en Italia. Por eso, adem¨¢s de esa leyenda salpicada de chismorreo, esta historia ha perpetuado una duda: ?eran los iconos modernos realmente habitables?
Dominic Bradbury, autor del volumen Atlas of Mid-Century Modern Houses (Phaidon), sostiene que las casas que ayudaron a definir la manera en que vivimos hoy no fueron las primeras modernas, sino las de las d¨¦cadas de los cincuenta y los sesenta. Y es cierto que para entonces ¡ªy salvo en las versiones m¨¢s puristas, como la Farnsworth¡ª la arquitectura ya hab¨ªa digerido la vanguardia. Fue precisamente la expansi¨®n por el mundo de las ideas modernas lo que permiti¨®, u oblig¨®, a mezclarlas con diversos climas, variadas econom¨ªas, otras tradiciones y distintos materiales. Fue as¨ª como la globalizaci¨®n del llamado estilo internacional ¡ªel de los grandes rascacielos¡ª tuvo en las viviendas un efecto parad¨®jico: a las m¨¢s mod¨¦licas las adapt¨® al lugar. En el Mediterr¨¢neo, la modernidad se asoci¨® a la tradici¨®n de la casa-patio; en la India, a las sombras generadas por los brise-soleils; en M¨¦xico, a las celos¨ªas y la construcci¨®n artesanal; en Brasil se tropicaliz¨® potenciando las curvas; en Escandinavia se revisti¨® de la madera de abedul de sus bosques, y en Norteam¨¦rica se abri¨® al paisaje difuminando las fronteras entre interior y exterior. Eso era lo que buscaba Mies van der Rohe en Illinois: acercar el paisaje. Para entonces, en los a?os cincuenta, la industria hab¨ªa entendido que deb¨ªa aliarse al fil¨®n de la construcci¨®n. Tras la guerra, mucha gente volv¨ªa a tener motivos para la esperanza y, por tanto, capacidad para arriesgar apoyando ideas nuevas.
As¨ª, la clave de la domesticaci¨®n de la modernidad habr¨ªa que buscarla tanto en su digesti¨®n como en su expansi¨®n. Fue la generalizaci¨®n de sus principios b¨¢sicos ¡ªla falta de ornamentos, la planta libre o la cubierta plana¡ª lo que foment¨® su interpretaci¨®n. Versionando la rigidez original, las viviendas modernas fueron haci¨¦ndose m¨¢s acogedoras sin dejar de ser funcionales. Tambi¨¦n m¨¢s sensuales y energ¨¦ticamente conscientes. Los porches, las celos¨ªas, las p¨¦rgolas y la convivencia con la vegetaci¨®n son recursos para el confort t¨¦rmico. Aunque la relaci¨®n entre modernidad y sostenibilidad tenga todav¨ªa mucho que mejorar, fue en los grandes rascacielos ¡ªy no en las viviendas¡ª donde la arquitectura moderna suspendi¨® la asignatura energ¨¦tica.
La expansi¨®n mundial de las ideas modernas la mezcl¨® con materiales y climas diversos
La modernidad arquitect¨®nica arranc¨® a finales del siglo XIX con el progresivo despojamiento ornamental de los edificios. En general, se simplific¨® la construcci¨®n, se perdi¨® el miedo al vac¨ªo y se observ¨® que un adorno aislado resultaba m¨¢s visible. En 1914, Le Corbusier ide¨® una sucesi¨®n de plantas libres apiladas, que bautiz¨® como Casa Domino (de domus ¡ªcasa en lat¨ªn¡ª e innovaci¨®n). Una d¨¦cada despu¨¦s, fueron el propio Le Corbusier y su primo, el discreto Pierre Jeanneret, quienes firmaron las instrucciones de uso de la modernidad con su manifiesto Cinco puntos para una nueva arquitectura. Corr¨ªa 1926 cuando establecieron que, adem¨¢s de la planta libre, las casas de vanguardia tendr¨ªan jardines en la azotea ¡ªpara devolver el terreno robado al suelo¡ª. Tambi¨¦n decidieron que estar¨ªan elevadas, sobre pilotis, para dejar espacio en el que circu?laran, y aparcaran, los coches. Por ¨²ltimo, como las fachadas no ser¨ªan estructurales, las ventanas podr¨ªan ser corridas, anchas de lado a lado, para comunicar el interior y el exterior. En esas ideas se apoy¨® la modernidad arquitect¨®nica.
Lo que abon¨® el terreno para su construcci¨®n fue la posguerra. O la II Guerra Mundial. La destrucci¨®n es siempre un drama y una oportunidad. Los bombardeos forzaron a repensar las ciudades. Pero tambi¨¦n ofrecieron la ocasi¨®n para degenerarlas. Era necesario construir r¨¢pido y barato. La guerra hab¨ªa diezmado el n¨²mero de obreros cualificados y la destrucci¨®n generalizada hac¨ªa urgente la reconstrucci¨®n. Con esas prisas apareci¨® la idea m¨¢s dr¨¢stica de la modernidad: la arquitectura-parche, construcciones no pensadas para durar. No se trataba solo de dar cobijo a quienes hab¨ªan perdido su casa; se trataba, lo hemos visto despu¨¦s, de hacer negocio con esa necesidad. Ese proceder instaura otra manera de relacionarse con la arquitectura, m¨¢s experimental ¡ªen el mejor de los casos¡ª, pero tambi¨¦n mucho m¨¢s mercantilista.
Con los tiempos de consumo reducidos, la arquitectura cambia, se torna menos s¨®lida, deja de lado la identidad. Se convierte en un bien perecedero: una oportunidad de negocio por encima de un servicio p¨²bico. En ese marco estamos. Y tal vez por eso mantenemos el mismo anhelo que hizo que las viviendas modernas ¡ªde los a?os cincuenta y sesenta¡ª se convirtieran en el sue?o de muchas personas. Aquellas casas aunaban el deseo de vivir cerca de la naturaleza con las comodidades que ofrec¨ªan los electrodom¨¦sticos. Con la progresiva tecnificaci¨®n de la vivienda ¡ªde aspiradores a lavaplatos¡ª se empez¨® a hablar del reparto de las tareas dom¨¦sticas. Con todo, la clave para domesticar la modernidad tuvo, m¨¢s all¨¢ de un contexto econ¨®mico y un escenario global, un nombre definitivo: el confort, aquello que convierte una casa en un hogar.
?Qu¨¦ es el confort? Lo que nos permite vivir con comodidad. Algo que los buenos arquitectos saben calcu?lar con matem¨¢ticas, experiencia e ideas. Existe un confort lum¨ªnico ¡ªun m¨ªnimo y un m¨¢ximo de luz¡ª, un confort espacial ¡ªuna cuesti¨®n de metros cuadrados¡ª, un confort t¨¦rmico y un castigado confort ac¨²stico ¡ª?siempre el m¨¢s descuidado porque no se ve y, por tanto, suele ser el elegido para ahorrar parte del presupuesto¡ª. Lograr el confort requiere soluciones t¨¦cnicas e ideas arquitect¨®nicas: como hundir el sal¨®n 50 cent¨ªmetros para separarlo del resto de la casa sin interrumpir visualmente el espacio, como enmarcar las mejores vistas con una ventana o como evitar el sol de la tarde ¡ªen los climas c¨¢lidos¡ª o buscarlo en los pa¨ªses m¨¢s fr¨ªos.
El arquitecto de la Casa Kaufmann en Palm Springs (1947), Richard Neutra, busco intimidad en las vistas al desierto y protegi¨® las fachadas de vidrio con vigas de celos¨ªa. Neutra se hab¨ªa dado a conocer tras firmar en 1927, a las afueras de Los ?ngeles, la casa para Philip Lowell, un naturista que cre¨ªa en el poder curativo de los espacios. Cuando los millonarios due?os de unos grandes almacenes en Pittsburgh conocieron esa casa, contrataron a Neutra. Y sumaron otro icono a la extraordinaria Casa de la Cascada, que el arquitecto del Guggenheim Frank Lloyd Wright les hab¨ªa construido sobre un riachuelo.
En California, John Dinwiddie se hab¨ªa formado con Eero Saarinen y cre¨ªa en los espacios abiertos. Sin embargo, para darles proporci¨®n, dividi¨® los usos del sal¨®n de la Casa Berkeley (1951) con un cambio de altura y un muro bajo para no interrumpir el espacio.
Al otro lado del Atl¨¢ntico, en Vicenza, la casa Lo Scarabeo sotto la Foglia ¡ªel escarabajo bajo la hoja¡ª, levantada en 1969, revela un rotundo cuestionamiento de la modernidad y, a la vez, las bases sobre las que se construir¨ªa la nueva vanguardia. El dise?o lo public¨® Gio Ponti, su autor, en la revista Domus que ¨¦l mismo hab¨ªa fundado. Anunci¨® que estaba dispuesto a ceder los derechos gratuitamente a quien se atreviera a construirla. Y el coleccionista Giobatta Meneguzzo se atrevi¨®. Debi¨® pensar que las obras de Lucio Fontana, Mimmo Rotella o Julio Le Parc que ten¨ªa encontrar¨ªan refugio en un lugar tan singular. Ponti cumpli¨® con su palabra, pero apenas visit¨® la obra. La arquitecta Nanda Vigo realiz¨® un interiorismo en el que la polivalencia de los escalones-grada-aparador y la osad¨ªa de los pelda?os peludos abren las puertas a una arquitectura pop.
Tras el ejemplo de Alvar Aalto en Finlandia, el gran maestro moderno espa?ol Jos¨¦ Antonio Coderch demostr¨® con la Casa Ugalde (1952) que si la modernidad respond¨ªa a la topograf¨ªa, romp¨ªa su orden cartesiano, incorporaba rincones para ganar privacidad y se arropaba con la vegetaci¨®n, se domesticaba. El gran legado de Coderch es que lo rectil¨ªneo no puede ser un cors¨¦. Una casa debe tener rincones.
La tradici¨®n mediterr¨¢nea depurada est¨¢ detr¨¢s de las mejores casas de Coderch. Otro catal¨¢n, Josep Llu¨ªs Sert, pasear¨ªa ese legado por el mundo. En 1957, tras 15 a?os como decano de la escuela de arquitectura de Harvard, Sert recibi¨® un solar de la universidad y construy¨® una vivienda que decor¨® con los lienzos y esculturas de sus amigos Joan Mir¨® y Alexander Calder. La casa es una reivindicaci¨®n de la modernidad oculta en la tradici¨®n mediterr¨¢nea, una casa-patio en la que la entrada de gran cantidad de luz no est¨¢ re?ida con la intimidad.
Pero m¨¢s all¨¢ de romper la rigidez geom¨¦trica o de emplear celos¨ªas para mitigar el soleamiento, fue el ingeniero franc¨¦s Jean Prouv¨¦ quien demostr¨® c¨®mo la propia industria pod¨ªa llevar el confort a viviendas levantadas fundamentalmente con componentes prefabricados. Lo hizo con su casa al sur de Nancy y con la que ide¨® a su lado para su hija Fran?oise. Y lo consigui¨® combinando techos de madera con paneles de acero inoxidable rellenos de aislante. Los acabados redondeados que dulcificaron su arquitectura industrial son la parte m¨¢s visible de la domesticaci¨®n de la modernidad. Pero tambi¨¦n la m¨¢s innecesaria para hacer de las viviendas de vanguardia, m¨¢s que un sue?o, un lugar c¨®modo en el que vivir.?
El libro Atlas of Mid-Century Modern Houses, de Dominic Bradbury, est¨¢ publicado por la editorial Phaidon.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.