Aguililla o el discurso como m¨¦todo
Cada d¨ªa es m¨¢s evidente que las palabras no van a transformar por s¨ª mismas la realidad que nos gustar¨ªa modificar, ni la que quisi¨¦ramos establecer
Apenas 48 horas despu¨¦s de la masacre, Aguililla muestra cabalmente lo mal que van las cosas en materia de seguridad p¨²blica. Los polic¨ªas son emboscados y muertos a mansalva, sin ning¨²n tipo de apoyo log¨ªstico o de inteligencia. Sus unidades de transporte son quemadas por completo, como una forma de mostrar la m¨¢s completa superioridad num¨¦rica, de fuego y de dominio sobre el territorio. Los mensajes de apoyo a la corporaci¨®n se escamotean, al extremo de tener a sus elementos como una especie de ej¨¦rcito policial de reserva.
De lo ordinario de los hechos, los se?alamientos pasan, casi imperceptiblemente, a identificar la posibilidad de f¨¢ciles sustituciones. Poco se advierte que los polic¨ªas no estuvieron en un combate frontal. Que fueron emboscados, y que ello sucedi¨® no cuando persegu¨ªan a alguien, sino cuando iban a cumplir una orden judicial. Su muerte se diferencia de otras por haberse dado al quererse imponer algo de Estado de derecho. Su muerte no solo es grave por lo que en s¨ª misma implica, sino tambi¨¦n por haberse truncado la posibilidad de imponer la existencia de las normas con las cuales se quiere imponer cierta racionalidad a la cotidiana convivencia social. Los mensajeros del derecho fueron exterminados y, con ello, su mensaje.
Aguililla muestra lo mal que se hicieron las cosas en materia de seguridad en el pasado. Esto, sin duda, es irrefutable. Pero tambi¨¦n nos permite saber lo mal que se est¨¢n haciendo en el presente. Sobre el pasado hay una cr¨ªtica abierta, la identificaci¨®n de errores, de corrupciones y de incapacidades. Del presente, no hay nada de ello. Lo ¨²nico que existe es el trillado y ya cans¨®n se?alamiento de lo mal que recibieron las cosas quienes hoy son Gobierno. Tampoco hay autocr¨ªtica ni el m¨ªnimo balance de lo que en los meses transcurridos se ha hecho mal o dejado de hacer. No hay un diagn¨®stico de lo avanzado y de lo por avanzar. Se siguen repitiendo las m¨¢s b¨¢sicas condiciones del mal hacer del Gobierno anterior, solo que con un discurso nuevo. Con un arropamiento discursivo algo distinto que, sin embargo, conduce a lo mismo. Mucho Ej¨¦rcito desplegado en las calles, directamente o bajo las siglas de una Guardia Nacional que se mantiene en precar¨ªsimas condiciones de operaci¨®n. La ilusi¨®n de que el despliegue de fuerza sin labor de inteligencia de por medio resolver¨¢, por s¨ª mismo, muchos de los problemas. El total abandono a las polic¨ªas locales al ten¨¦rseles como fuente de males o, de plano, como parte de la delincuencia misma.
Lo ¨²nico que de nuevo hay es la idea de que el discurso, una vez m¨¢s, constituye y constituir¨¢ realidad. Que lo dicho sobre paz, pacificaci¨®n, recuperaci¨®n de espacios, invitaciones o modalidades sem¨¢nticas parecidas, tiene la capacidad de transformar la realidad. De esto ya nos hemos dado cuenta todos. Cada d¨ªa es m¨¢s evidente que las palabras no van a transformar por s¨ª mismas la realidad que nos gustar¨ªa modificar, ni la que quisi¨¦ramos establecer. Lo que no hab¨ªa quedado tan claro, pero lo est¨¢ siendo cada vez m¨¢s, es que las palabras pronunciadas encierran, tambi¨¦n, el m¨¦todo mismo de diagn¨®stico y acci¨®n. Que aquello que se dice no solo pretende transformar, sino que encierran el modo en el que se quiere transformar.
Una cosa es expresar un deseo y otra poner los medios para alcanzarlo. Cuando el presidente de la rep¨²blica afirma que quiere la paz, nos transmite un mensaje de esperanza que, uno supondr¨ªa, vendr¨¢ acompa?ado de acciones concretas por realizar. Cuando se piensa que la sola invocaci¨®n va a transformar la realidad, las cosas se complican un poco m¨¢s. Pero cuando se asume que en el mero decir est¨¢ contenido tanto el diagn¨®stico como el plan mismo de acci¨®n, es decir, la totalidad del fen¨®meno que quiere corregirse y las formas para hacerlo, las cosas est¨¢n ya en otro nivel. El discurso presidencial puede expresar el m¨¦todo, siempre que asuma lo que este es. Un conjunto de objetivos y pasos, reglados y ordenados, para alcanzarlos. Si, por el contrario, se piensa que en el decir est¨¢ el hacer, que querer es poder o alguna otra fraseolog¨ªa motivacional semejante, muchas m¨¢s aguilillas habr¨¢n de sobrevenir.
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