Los edificios que se dise?aron para ¡®esconder¡¯ las rotativas que m¨¢s poder tuvieron en Espa?a
La primera portada de los peri¨®dicos fue durante un tiempo la fachada de sus edificios, en los que una generaci¨®n de arquitectos brillantes ejerci¨® la libertad de estilo. Un patrimonio industrial de indudable valor que, por desconocimiento y desidia, se ha destruido o ha quedado en el olvido
La prensa y la historia han vivido desde siempre una intensa relaci¨®n. Uno de los cap¨ªtulos m¨¢s apasionantes ¨Cy quiz¨¢ menos conocidos¨C sucedi¨® en enero de 1930, cuando un joven Rafael Alberti y unos amigos intelectuales regresaban de una manifestaci¨®n contra la dictadura de Primo de Rivera. Poco despu¨¦s de haber interrumpido ¡°la pac¨ªfica oscuridad del Real Cinema¡±, decidieron prender fuego a un quiosco de El Debate, probablemente como anhelo de eliminar aquel peri¨®dico que representaba al catolicismo m¨¢s pol¨ªtico y conservador de Espa?a en las primeras d¨¦cadas del siglo XX.
Alberti no pudo destruir El Debate, pero s¨ª lo hizo el r¨¦gimen franquista nueve a?os despu¨¦s. El Debate fue un peri¨®dico inc¨®modo que se enfrent¨® ideol¨®gicamente a la II Rep¨²blica, pero lo hizo aceptando el orden constitucional vigente, algo que nunca le perdon¨® el r¨¦gimen de 1939 y que supuso su cierre definitivo.
Pocas actividades se encontraban (y encuentran) tan sometidas a persecuciones, secuestros de ediciones y cierres, como la period¨ªstica y eso conllevaba siempre una v¨ªctima colateral: cuando un peri¨®dico mor¨ªa, su edificio tambi¨¦n lo hac¨ªa, convirti¨¦ndose en un cad¨¢ver exquisito y muchas veces odioso.
Una arquitectura dif¨ªcil de adaptar a los nuevos tiempos
El problema se presenta cuando hay que dar un nuevo uso a estos edificios con un dise?o tan espec¨ªfico. El periodismo origin¨® tipos edificatorios, firmados invariablente por los arquitectos m¨¢s solventes del momento, que definieron toda la arquitectura de la prensa desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX. Es precisamente esa especificidad, aparte de su falta de protecci¨®n como patrimonio arquitect¨®nico industrial espa?ol, la que hace dif¨ªcil y agresiva la implantaci¨®n en ellos de una actividad distinta de la original.
No es el caso de otras arquitecturas m¨¢s d¨²ctiles con el uso. Hay cines que se convierten en grandes tiendas de moda, o iglesias desconsagradas que se transforman en discotecas y en todos los casos es posible reconocer el edificio original e incluso su uso primitivo. Sin embargo, la tipolog¨ªa de los edificios de la prensa es muy particular.
A mediados del siglo XIX, las artes gr¨¢ficas sufrieron una gran e imparable revoluci¨®n tecnol¨®gica con la invenci¨®n de la rotativa. Hasta esa fecha, los talleres de impresi¨®n utilizaban ingenios que pod¨ªan tener el tama?o de una mesa de comedor pero, entre 1828 y 1847, Robert Hoe y su hijo Richard construyeron la primera rotativa, cuyo tama?o era como el de una casa de dos plantas.
La velocidad de impresi¨®n, que octuplicaba lo conocido hasta entonces, y su gran tama?o plantearon un verdadero problema espacial que mantuvo ocupados a los arquitectos durante buena parte del siglo XIX y algo del XX.
Al principio, en los peri¨®dicos existentes, las m¨¢quinas se colocaban donde cupiesen; as¨ª lo hizo The Times en Londres, que entre 1868 y 1874 situ¨® su primera rotativa en el patio que ten¨ªa disponible, constituyendo la llamada Printing House Square, en el n¨²mero 8 de Queen Victoria Street.
Rotativas en la trastienda y profundos s¨®tanos
Pero cuando se trataba de construir un edificio nuevo para un peri¨®dico la cuesti¨®n era m¨¢s compleja. Fundamentalmente hubo dos formas de actuar: la primera consist¨ªa en disponer las salas de m¨¢quinas al fondo de las parcelas e interponiendo entre estas y la calle una edificaci¨®n con el resto de las dependencias del peri¨®dico, que actuaba como pantalla urbana.
La otra forma fue dada con el avance de las tecnolog¨ªas estructurales y supuso enterrar las m¨¢quinas en profundos s¨®tanos, aunque a veces se ubicaban en la planta baja y sobre ellas, el resto de la redacci¨®n. Exist¨ªa una tercera v¨ªa, muy poco utilizada, y que consist¨ªa en colocar la sala de m¨¢quinas en el centro de la parcela para rodearla con el resto de los edificios. Esta tercera v¨ªa solo era posible en solares muy grandes y, hasta donde tenemos constancia, solo el madrile?o ¨Cy extinto¨C diario Ya la utiliz¨®.
El estudio de estas tipolog¨ªas edificatorias en Espa?a y qui¨¦nes construyeron y dise?aron los primeros peri¨®dicos industrializados ¨Ces decir, con capacidad para instalar las grandes maquinarias de la prensa moderna¨C, c¨®mo evoluciono su arquitectura y c¨®mo ha sido olvidada, es el motivo de un trabajo de investigaci¨®n doctoral del autor de este art¨ªculo.
Veh¨ªculos de cultura y formaci¨®n del pensamiento, los peri¨®dicos ¨Camables a veces, envenenados otras¨C se gestaban en esas sedes, verdaderos centros de informaci¨®n y poder, que reflejaban la ambici¨®n de sus propietarios, su ideolog¨ªa y su concepci¨®n est¨¦tica. Buscaron arquitectos contempor¨¢neos de reconocida trayectoria profesional para proyectar unos edificios singulares que, le¨ªdos en conjunto, permitir¨ªan trazar una historia de la arquitectura.
Espa?a no estuvo lejos de todo esto. El primer peri¨®dico espa?ol en instalar una rotativa, El Imparcial, lo hizo unos dos a?os despu¨¦s del londinense The Times. Fue el diario patrio tecnol¨®gicamente m¨¢s avanzado del siglo XIX. En 1875 su fundador, Eduardo Gasset y Artime ¨Cabuelo de Ortega y Gasset¨C, adquiri¨® en Francia la primera rotativa que funcion¨® en Espa?a, y unos 15 a?os despu¨¦s compr¨® las primeras linotipias que se instalaron en el pa¨ªs. La rotativa, bautizada como la Rafaela por Eduardo Gasset en recuerdo de su mujer Rafaela Chinchilla, fallecida en la primavera de 1876, permiti¨® al peri¨®dico llegar a una tirada de 130.000 ejemplares a principios del siglo XX, algo extraordinario para la ¨¦poca.
El proyecto de su emblem¨¢tica sede en la calle Duque de Alba n¨²mero 4, de Madrid, fue encargado al prestigioso arquitecto Daniel Zabala ?lvarez con la misi¨®n de crear un espacio de m¨¢quinas jerarquizado por usos y conectado funcionalmente con la zona de redacci¨®n. El arquitecto plante¨® un edificio principal dando a la calle, de tres plantas y un s¨®tano. Coloc¨® tras ¨¦l la gran sala de m¨¢quinas de dos plantas con un gran lucernario central y una galer¨ªa perimetral para los cajistas.
Los arquitectos espa?oles proyectaron edificios inmersos en las corrientes estil¨ªsticas internacionales contempor¨¢neas, como la propuesta neopl¨¢stica para la sede administrativa del peri¨®dico El Pa¨ªs Vasco, obra Jos¨¦ Manuel Aizpur¨²a (1923) ¨Cquien tambi¨¦n proyect¨® el m¨ªtico Club Na¨²tico de San Sebasti¨¢n¨C, o los trabajos de decoraci¨®n que realiz¨® Alfonso de Olivares para las oficinas parisinas de dos peri¨®dicos argentinos, La Prensa, en 1920, y La Naci¨®n, en 1931, ambas con un marcado acento moderno.
Esta efervescencia proyectual se vio paralizada y oscurecida por la Guerra Civil. Sin embargo, tanto la prensa como su arquitectura tuvieron la habilidad para aprovechar las fisuras de un r¨¦gimen represivo y expresar cotas inusitadas de libertad.
Juan March, fundador de dos peri¨®dicos ideol¨®gicamente opuestos
En 1879, un grupo de periodistas republicanos abandon¨® El Imparcial para fundar El Liberal, que en su primera etapa dirigi¨® Isidoro Fernando Fl¨®rez, Fernanflor, hasta entonces director de la p¨¢gina cultural del peri¨®dico. El 13 de diciembre 1919, despu¨¦s de cinco d¨ªas de huelga de la prensa, gran parte de los operarios y redactores de El Liberal fundaron en Madrid La Libertad, diario cuya ideolog¨ªa se situaba a la izquierda de su antecesor.
Durante su vida, fue el peri¨®dico m¨¢s difundido de cuantos se editaron en Madrid. En 1923, la sociedad Busquets Hermanos compr¨® la cabecera para venderlo al a?o siguiente al pol¨¦mico Juan March Ordinas. Juan March representaba sin ambages al empresario conocedor del gran negocio de la informaci¨®n y del poder de la prensa para generar corrientes de opini¨®n. Fund¨® en Palma de Mallorca El D¨ªa, como veh¨ªculo de comunicaci¨®n personal; y entre 1922 y 1923 compr¨® en Madrid el edificio de El Pa¨ªs, que hab¨ªa dejado de imprimirse en 1921.
Juan March instal¨® en la sede del desaparecido El Pa¨ªs su recientemente adquirido peri¨®dico La Libertad, que desde donde continu¨® public¨¢ndose, ahora ya, con un marcado acento republicano. En 1925 compr¨® el peri¨®dico Informaciones, de tendencia liberal y lo situ¨® en el mismo edificio de La Libertad.
La entrada principal del peri¨®dico republicano se hac¨ªa por la calle de San Roque 7 y la del liberal por Madera 8, pero las rotativas, almacenes y talleres eran compartidos. De ese modo, el empresario mallorqu¨ªn publicaba dos peri¨®dicos ideol¨®gicamente opuestos demostrando la realidad del cuarto poder. Sus detractores le acusaban de ¡°encender una vela a Dios y otra al diablo¡±.
Una ampliaci¨®n extra?amente moderna y di¨¢fana
En 1922, se encarg¨® al arquitecto Ricardo Garc¨ªa Guereta, por entonces presidente de la Asociaci¨®n de Arquitectos, una ampliaci¨®n que diese cabida a la nueva maquinaria. Garc¨ªa Guereta plante¨® una sencilla construcci¨®n oblonga de dos plantas di¨¢fanas y semis¨®tano, en la calle Madera n¨²mero 10. Las plantas di¨¢fanas, tipo oficina-paisaje, eran de una extra?a modernidad que contrastaba con la cl¨¢sica y sobria tradici¨®n de su fachada.
En 1932 Juan March fue procesado y encarcelado de forma preventiva por la Comisi¨®n de Responsabilidades, encargada de investigar sus actividades econ¨®micas irregulares durante el per¨ªodo de las dictaduras [de Primo de Rivera y del general Berenguer] entre 1923 y 1931. Dos a?os m¨¢s tarde, se fug¨® a Gibraltar. En estas circunstancias, en mayo de 1934, se desprendi¨® de La Libertad. Poco antes hab¨ªa abandonado tambi¨¦n la cabecera de Informaciones. Juan March, sin embargo, mantuvo la propiedad del conjunto de edificios.
Durante la Guerra Civil, las instalaciones de ambos peri¨®dicos fueron da?adas, especialmente las de La Libertad que desaparecieron bajo un bombardeo muy preciso. La Libertad cerrar¨ªa definitivamente en 1939. Informaciones fue ¡°ofrecido al caudillo¡± por su director, V¨ªctor de la Serna, y sigui¨® public¨¢ndose hasta 1980.
En 1940, Juan March encarg¨® al arquitecto Luis Guti¨¦rrez Soto la reconstrucci¨®n del diario Informaciones. Y este encuentro le dar¨ªa la oportunidad al arquitecto para experimentar su "nueva" arquitectura. Guti¨¦rrez Soto antes de la Guerra Civil hab¨ªa construido una serie de edificios moderadamente racionalistas, inspirados en la arquitectura alemana de entreguerras, como el cine Barcel¨® en 1930, para pasarse despu¨¦s, con edificios como el del Ministerio del Aire, a la sobriedad inspirada en el monasterio de El Escorial, que configur¨® el imaginario del estilo arquitect¨®nico del franquismo.
?poca de experimentaci¨®n: fachadas neoimperalistas y peri¨®dicos de pl¨¢stico
Mientras recorr¨ªa el pa¨ªs como capit¨¢n del ej¨¦rcito sublevado, Guti¨¦rrez Soto sufri¨® una ¡°epifan¨ªa¡± que lo alej¨® de su inicial modernidad para descubrir un estilo ¡°espa?ol¡± inspirado en la ¨¦poca en que Espa?a se mostr¨® pol¨ªticamente m¨¢s poderosa. Surgi¨® as¨ª su etapa ¡°neoimperialista¡± y, antes de proyectar el Ministerio del Aire, realiz¨® un experimento de su nuevo credo art¨ªstico: el diario Informaciones. Reconstruy¨® la edificaci¨®n bombardeada con este estilo, a modo de edificio de dos plantas y ventanas molduradas de inspiraci¨®n herreriana.
El diario Informaciones sufri¨® una segunda transformaci¨®n en 1953, obra de Jos¨¦ de Arag¨®n Pradera que ampliaba las instalaciones, unificaba las fachadas con una misma composici¨®n arquitect¨®nica e incorporaba una planta de oficinas de alquiler. El peri¨®dico se convirti¨® en el vespertino m¨¢s importante del pa¨ªs, llegando a una tirada de 72.000 ejemplares en 1968, teniendo a Jes¨²s de la Serna como director y a Juan Luis Cebri¨¢n como subdirector, quien en 1975 ser¨ªa el primer director de EL PA?S.
En 1970 apost¨® por nuevas tecnolog¨ªas al imprimir el primer ¨Cy ¨²nico peri¨®dico¨C de pl¨¢stico en Espa?a, como respuesta a una eventual crisis del papel. En 1976 empieza su declive, entre otras cosas, por el abandono del Banco Santander de su accionariado preocupado porque se le relacionase con una determinada ideolog¨ªa [en los ¨²ltimos a?os del franquismo el diario dio cabida a opiniones contra el r¨¦gimen y fe considerado el pionero de la Transici¨®n], y por el trasvase de sus principales periodistas a EL PA?S. Dej¨® de editarse en 1980.
La muerte de los peri¨®dicos apenas levanta polvo. Tras unos comienzos muchas veces heroicos, cuando un peri¨®dico desaparece lo hace con poco ruido, casi con olvido. Ninguno de los peri¨®dicos que iniciaron el periodismo moderno ha sobrevivido en sus sedes originales, incluso muchos de ellos ya ni existen como prensa en papel.
El ocaso y derribo de una arquitectura pionera en nuestro pa¨ªs
Sus edificios, la inmensa mayor¨ªa de ellos, han sido ignorados sin pasar a formar parte del cat¨¢logo del patrimonio industrial espa?ol. Esta situaci¨®n de olvido se contradice con las autor¨ªas de sus sedes, invariablemente encargadas a los arquitectos m¨¢s solventes y reconocidos de cada ¨¦poca. Sin embargo, eran ¨Cy son¨C edificios de dif¨ªcil catalogaci¨®n con una impronta industrial de bajo perfil y una implantaci¨®n generalmente muy urbana, compartiendo caracter¨ªsticas de edificios de oficinas sin llegar a serlo.
La amnesia a la que han sido sometidos ha hecho que muchos de ellos desaparezcan bajo demoliciones que han dado lugar a otros edificios con nulo valor arquitect¨®nico, o que hayan sido transformados hasta hacerlos irreconocibles. Y cuando esto ha sucedido, la sociedad entera lo ha contemplado ignorante del destrozo que se estaba haciendo a la cultura hist¨®rica y arquitect¨®nica del pa¨ªs.
Por citar solo algunos casos: El Heraldo de Madrid (1846) fue demolido por la ampliaci¨®n del Banco de Espa?a; el diario ABC, proyectado por Jos¨¦ L¨®pez Sallaberry y otros (1896-1932), fue transformado en un centro comercial, o el del diario Pueblo, del arquitecto Rafael Aburto (1960), del que solo qued¨® su estructura y es ahora un edificio del Consejo Econ¨®mico y Social. ?
El diario Arriba, firmado por Francisco Cabrero (1960), vio transformada su gran nave de rotativas en un aparcamiento y el resto, en oficinas de la Direcci¨®n General del Catastro. El Noticiero Universal, de Jos¨¦ Mar¨ªa Sostres (1963), alberga ahora viviendas y un restaurante de lujo; mientras que el diario ABC de Sevilla fue demolido para dar paso a un bloque de viviendas. La rotativa de La Vanguardia, obra de Bohigas, Martorell y Mackay (1962) es actualmente una tienda de ropa.
No todo son malas noticas. Algunos peri¨®dicos siguen la saga del hero¨ªsmo en medio del maremoto digital y se atreven a ampliar sus sedes o construir unas nuevas, como el Heraldo de Arag¨®n, en Villanueva de G¨¢llego, Zaragoza. Este edificio dise?ado en 2003 por Colmenares Vilata Arquitectos es un ejemplo brillante de implantaci¨®n suburbana. La sala de rotativas sobresale por encima del resto del edificio y por la noche se ilumina como un faro en medio de la depresi¨®n del Ebro.
Pero ese esfuerzo realizado por el Heraldo de Arag¨®n no es habitual y los edificios de la prensa van desapareciendo. Se est¨¢ perdiendo un patrimonio arquitect¨®nico e industrial de indudable valor, por desconocimiento y desidia. No hay soluci¨®n inmediata que permita su rescate, pero al menos se deber¨ªa catalogar, estudiar y preservar la documentaci¨®n necesaria para que, cuando el papel solo sea un producto de lujo, alguien pueda saber c¨®mo se inici¨® todo.
(*) Armando Valenzuela Moyano,?de ORVarquitectos, es arquitecto doctorando por la Escuela T¨¦cnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM), de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, con la tesis 'La arquitectura de las Artes gr¨¢ficas en Espa?a, 1846-2000. La imprenta, la prensa, la editorial".
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