El tab¨² de la alianza de Zuloaga y Franco, al descubierto
El artista vasco particip¨® activamente en la propaganda fascista. Dos investigadores del Museo de Bellas Artes de Bilbao destapan c¨®mo se benefici¨® de su apoyo al dictador
Azor¨ªn vibra extasiado y escribe: ¡°Y esa bandera, inmensa bandera, bandera que pudiera cobijar a todo un pueblo, esa bandera bajo el cielo de Espa?a, sobre la santa tierra de Espa?a, all¨¢ en lo alto, la manten¨ªa el Caudillo, se?ero y noble¡±. La bandera le pone, pero Franco, a¨²n m¨¢s. Tiene delante el retrato del dictador que Ignacio Zuloaga hab¨ªa pintado un a?o antes, entre finales de abril y principios de mayo de 1940. El artista vasco pas¨® 20 d¨ªas en compa?¨ªa del caudillo, en una habitaci¨®n del madrile?o hotel Ritz, para componerlo.
En el lienzo, un cielo atormentado contrasta con los colores rojigualdas de la bandera que envuelve a Franco, vestido de falangista, con el Valle de los Ca¨ªdos (sin bas¨ªlica) al fondo. El pintor trabaj¨® con tanto esmero y dedicaci¨®n para crear la imagen que Franco necesitaba en ese momento que, al finalizar el cuadro, cay¨® enfermo.
En el art¨ªculo de la revista falangista V¨¦rtice, Azor¨ªn se pregunta por el gesto del ¡°general¨ªsimo¡±: ¡°?Cu¨¢l es su actitud? Ni arrogancia innecesaria, ni llaneza excusada¡±, se responde el escritor y periodista valenciano, henchido de ret¨®rica franquista. Y aplaude el cuadro de Zuloaga al reconocer la pretensi¨®n de evocar ¡°un pasado de error, vencido heroicamente¡±.
El aparato franquista se sirvi¨® de la obra de Zuloaga para exaltar en el extranjero la victoria del Ej¨¦rcito sublevado. La intenci¨®n de crear un contramito del Guernica cuaja en la Bienal de Venecia de 1938, comisariada por Eugeni d¡¯Ors, quien defiende al pintor vasco porque ¡°siempre se impondr¨¢ por su car¨¢cter hist¨®rico y su fuerte sentido racial¡±. Un a?o despu¨¦s de la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs, donde triunf¨® el lienzo de Picasso, el fascismo italiano aplaude y premia otro lienzo de Zuloaga, El Alc¨¢zar en llamas, la evocaci¨®n de la epopeya del mito del franquismo. Dos Espa?as, dos pintores.
Cuando el famoso retrato de Franco desapareci¨® de la escena p¨²blica, arranc¨® un escandaloso silencio
Ese Alc¨¢zar est¨¢ incluido en la exposici¨®n, que el domingo cierra sus puertas, del Museo de Bellas Artes de Bilbao. El retrato que tanto gust¨® a Azor¨ªn, no. Pero son dos cuadros esenciales que abarcan la cronolog¨ªa de un pintor que hizo carrera gracias al franquismo. Es una de las conclusiones ¡ªla m¨¢s llamativa¡ª de la rigurosa y detallada investigaci¨®n de los historiadores Javier Novo y Mikel Lertxundi, comisarios de la exposici¨®n. En sala evitan entrar en los pormenores de la participaci¨®n de Zuloaga en la creaci¨®n de la Marca Espa?a de Franco, pero en el cat¨¢logo no han escatimado detalles. Y descubren y prueban lo que hasta el momento estaba pendiente de confirmar: los privilegios que report¨® al artista su entrega a la maquinaria de la propaganda franquista, gracias a la cual mantuvo un lugar aventajado en el mundo del arte durante m¨¢s de tres d¨¦cadas. ¡°Aprovech¨® la inercia de sus blasonados ¨¦xitos y continu¨® exponiendo internacionalmente sus obras¡±, con una ¡°activa propaganda franquista¡±, cuenta Novo.
El caso de Zuloaga ha sido un escandaloso tab¨² en la historia del arte espa?ol. Hasta ahora nadie se hab¨ªa atrevido a pisar ese callo, aportando pruebas y mostrando las consecuencias que tuvo su activismo franquista. Los dos historiadores han revisado todas las cartas del propio Zuloaga con sus mecenas, con los embajadores de Berl¨ªn e Italia y con el ministro de Exteriores, as¨ª como las respuestas de Franco. Ni siquiera el historiador del arte Lafuente Ferrari, quiz¨¢ por prudencia, entr¨® en tanto detalle. Para el historiador Carlos G. Navarro, especialista en el siglo XIX, ¡°la relaci¨®n de Zuloaga con el franquismo contamin¨® en buena medida su obra final y determin¨® su fortuna inmediata y posterior¡±. Las investigaciones de Novo y Lertxundi, sostiene Navarro, son fundamentales para el conocimiento de la cultura art¨ªstica en la Guerra Civil.
Cuando el famoso retrato de Franco al que se refer¨ªa Azor¨ªn desapareci¨® de la escena p¨²blica, arranc¨® ese escandaloso silencio. El cuadro s¨®lo se expuso en 1941 y entr¨® en paradero desconocido hasta que los comisarios localizaron el gran retrato en el Pazo de Meir¨¢s (A Coru?a), gestionado por la Fundaci¨®n Francisco Franco. El dictador quiso olvidarse del lienzo y de la simbolog¨ªa con la que le hab¨ªa encargado al pintor que lo disfrazara. A los pocos a?os de haber sido representado con su boina roja y su camisa azul, con su yugo y sus flechas en el coraz¨®n, Franco ya no necesitaba ser tan falangista. Y retir¨® el retrato del circuito oficial. De hecho, la primera vez que se ha publicado el cuadro a color ha sido en el cat¨¢logo de esta exposici¨®n.
¡°Zuloaga fue un estratega¡±, asegura Javier Novo, ¡°se acomod¨® a los postulados franquistas, como Sert o Unamuno, pero nunca acept¨® un cargo oficial de la estructura. Estuvo, pero no. Como artista estaba, pero como persona¡¡±. Asumi¨® el papel de creador de los mitos fascistas, admirados hasta por Mussolini. Una fotograf¨ªa de julio de 1939, dos a?os despu¨¦s de la destrucci¨®n de Gernika, desvela esta pasi¨®n: Hitler, en la canciller¨ªa, contempla los tres zuloagas que Franco acaba de regalarle.
Al F¨¹hrer, propenso al realismo rom¨¢ntico basado en los modelos de arte cl¨¢sico, le gustaron tanto que de la canciller¨ªa los mand¨® a su residencia de Berchtesgaden. El mu?idor de la operaci¨®n fue el embajador espa?ol en Berl¨ªn, Antonio Magaz. Busc¨® a un autor cuya obra fuera ¡°cl¨¢sica sin necesidad de ser antigua¡±. Nada de modernismo, nada de extravagancias, nada de arte degenerado. Ese era Ignacio Zuloaga. Magaz pens¨®: ¡°Un buen paisaje espa?ol, una escena de costumbres espa?olas o, sencillamente, tipos espa?oles, como los ha pintado Sorolla o Zuloaga¡±.
Pero Otto Meissner, ministro del Reich y jefe de la canciller¨ªa, le hace saber que Hitler quedar¨ªa satisfecho con una pieza mayor, un vel¨¢zquez, un ribera o un goya. Francisco G¨®mez-Jordana, ministro de Exteriores de Franco, responde en junio de 1938 con una negativa que destila la indiferencia franquista por el patrimonio: ¡°Desafortunadamente, hoy por hoy, no disponemos de la mayor parte de nuestro tesoro art¨ªstico. Si estuviera en nuestro poder la soberbia cantera pict¨®rica que era el Museo del Prado, no hubiera sido dif¨ªcil satisfacer las condiciones impuestas por el doctor Meissner. Hab¨ªa all¨ª una porci¨®n de cuadros que no ten¨ªan cabida en las salas y se hab¨ªan pospuesto por no ser tan selectos, pero no desprovistos de valor. La falta de uno de ellos no habr¨ªa mermado en nada nuestro patrimonio art¨ªstico. Pero de esto no hay que hablar. ?Sabe Dios lo que quedar¨¢ del Museo del Prado!¡±. Los fondos del museo caminaban por la costa mediterr¨¢nea, junto al Gobierno de la Rep¨²blica, en la mayor operaci¨®n de salvamento de la historia: 71 camiones transportando miles de obras de arte huyendo de las bombas, hasta Ginebra.
Despu¨¦s de cinco a?os de estudio y de visitar su cat¨¢logo completo por todo el mundo (cerca de 1.000 obras), Novo asegura que Zuloaga se defin¨ªa como una figura atrapada entre el fascismo y el comunismo. ¡°Antes de la Guerra Civil era socialista, pero decide tomar otro camino y romper con su neutralidad¡±, dice el historiador. Cuenta que Zuloaga lo crey¨® todo: que los bombardeos de Liria, Gernika o Durango hab¨ªan sido cosa de los comunistas o que el tesoro art¨ªstico espa?ol hab¨ªa sido vendido. El propagandista v¨ªctima de la propaganda.
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