M¨¦xico fracasa ante el narco
La estrategia del Gobierno para poner fin a la violencia hace agua
Los enfrentamientos entre militares y criminales que sembraron el caos y el terror durante horas en las calles de Culiac¨¢n, la capital del Estado de Sinaloa, han vuelto a colocar a M¨¦xico ante sus peores fantasmas. Los sucesos no solo han evidenciado la fragilidad del Estado a la hora de combatir el crimen organizado, en este caso el cartel de Sinaloa, uno de los grupos m¨¢s sangrientos de la historia reciente del pa¨ªs. Los fallos y las precipitaciones en el operativo para detener a Ovidio Guzm¨¢n, uno de los herederos del Chapo Guzm¨¢n, hist¨®rico l¨ªder del cartel, encarcelado en EE?UU, y su posterior liberaci¨®n, han puesto de manifiesto adem¨¢s la falta de una estrategia clara a la hora de afrontar un desaf¨ªo ingente.
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A la confusi¨®n por lo ocurrido el jueves ha contribuido una p¨¦sima pol¨ªtica de comunicaci¨®n oficial. Mientras todo el pa¨ªs segu¨ªa en directo las balaceras que sembraban el p¨¢nico en Culiac¨¢n, los dirigentes guardaban silencio. De las im¨¢genes y la posterior versi¨®n oficial hay algo, no obstante, que queda someramente claro: la falta de coordinaci¨®n y la ineptitud de las autoridades en este suceso.
Los m¨¢ximos responsables de la seguridad de M¨¦xico dijeron en un primer momento que se trataba de un patrullaje normal, algo que result¨® estramb¨®tico, para posteriormente admitir que se trataba de un operativo para capturar al hijo del Chapo. M¨¢s a¨²n, admitieron que la orden de aprehensi¨®n del criminal no se logr¨® en el tiempo que se hab¨ªa previsto, lo que propici¨® la salvaje respuesta de los delincuentes, con una fuerza superior a la de las autoridades. Que nadie previese ese contrataque tambi¨¦n resulta inexplicable en un pa¨ªs que lleva luchando m¨¢s de una d¨¦cada contra el crimen organizado. Las autoridades han negado que Ovidio Guzm¨¢n fuese detenido, pese a que se distribuyeron fotos suyas, presuntamente tras un arresto. El presidente, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, admiti¨® que se le liber¨®, y defendi¨® que se hizo para salvaguardar la integridad de los vecinos de Culiac¨¢n. Sin embargo, los cabos sueltos que desprende la operaci¨®n dejan en el aire innumerables dudas sobre el grado de permisibilidad y permeabilidad del crimen organizado en los gobernantes, que deben ser aclaradas con la mayor brevedad.
Es evidente que M¨¦xico necesita un cambio radical en la pol¨ªtica de seguridad, como ha planteado el presidente desde que lleg¨® al poder. Y que lo ocurrido en Sinaloa es consecuencia de a?os de mala gesti¨®n del combate contra las bandas criminales. Resulta inadmisible, no obstante, que el mandatario, ante los flagrantes errores del operativo, no haya asumido las responsabilidades que le corresponden como m¨¢xima autoridad de la seguridad del pa¨ªs y tache las cr¨ªticas de ¡°conjeturas de expertos¡±. Su estrategia para poner fin a la violencia, que no se sabe muy bien en qu¨¦ consiste, est¨¢ fracasando. La inseguridad no se ha detenido y lo ocurrido en Sinaloa es el ¨²ltimo ejemplo. El contraste con su vaga ret¨®rica resulta cada vez m¨¢s desconcertante. El presidente de M¨¦xico debe dejar de culpar a la herencia recibida y asumir los retos que tiene por delante, empezando por tomar medidas contra los responsables del operativo de Culiac¨¢n.
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