¡°Por Dios y por Espa?a¡±
La Iglesia espa?ola comenz¨® a separarse de Franco en la d¨¦cada de 1960, pero ah¨ª est¨¢ el prior del Valle para recordarnos lo que fue un d¨ªa
Hace algunas semanas, una cadena de televisi¨®n llev¨® a cuatro j¨®venes espa?oles al Valle de los Ca¨ªdos, a ver qu¨¦ les parec¨ªa el monumento. A su salida, una de ellos coment¨® que, contra lo que esperaba, all¨ª apenas hab¨ªa s¨ªmbolos franquistas: ¡°Es una capilla y poco m¨¢s¡±, sentenciaba. Aparte de comprobar lo lejos que le queda el franquismo a una persona de 21 a?os, semejante juicio no deja de sorprender, porque aquel lugar sintetiza como ning¨²n otro la ideolog¨ªa dominante de la dictadura, el nacionalcatolicismo. Como explic¨® el historiador Manuel P¨¦rez Ledesma, al repasar los debates sobre la naturaleza del r¨¦gimen, su columna vertebral se encontraba en el lema de sus monedas: ¡°Francisco Franco, caudillo de Espa?a por la gracia de Dios¡±.
Esa versi¨®n del nacionalismo espa?ol, asentada en el siglo XIX, identificaba a los espa?oles con la defensa de la fe cat¨®lica, cuyo cenit se hallaba en la Contrarreforma. Marcelino Men¨¦ndez Pelayo la resumi¨® en su famosa retah¨ªla (¡°Espa?a, martillo de herejes, luz de Trento¡), que conclu¨ªa as¨ª: ¡°esa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra¡±. En el primer tercio del XX, aquella certeza se rearm¨® ante un pa¨ªs en pleno cambio, donde las derechas ve¨ªan enemigos de la patria por todas partes: separatistas, revolucionarios, liberales demasiado d¨¦biles, intelectuales que conspiraban para descatolizar Espa?a. Cuando la Corona se decidi¨® por una soluci¨®n de fuerza, los nacionalcat¨®licos se aliaron con los militares para decantar el ensayo autoritario del general Primo de Rivera, que llen¨® las ciudades de bendiciones de banderas y misas de campa?a.
Quienes se levantaron contra la Rep¨²blica en 1936 obtuvieron el respaldo de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, que defini¨® la contienda como una guerra santa, una cruzada. As¨ª se llamar¨ªa durante d¨¦cadas, ¡°nuestra cruzada nacional¡±. Entre los grupos pol¨ªticos que sosten¨ªan a Franco figuraban mon¨¢rquicos, accidentalistas, tradicionalistas y falangistas. Pero todos quer¨ªan barrer el legado liberal y todos se proclamaban cat¨®licos, pues hasta la rama hisp¨¢nica del fascismo, en eterna pugna con los medios de la Iglesia, no conceb¨ªa m¨¢s Espa?a que la confesional. Su ideario se plasm¨® en el escudo oficializado en 1938, que remedaba el de los Reyes Cat¨®licos ¡ªorigen de la edad dorada del imperio¡ª y se adornaba con el ¨¢guila del evangelista san Juan. Ese emblema flanquea la explanada de Cuelgamuros.
La Iglesia espa?ola comenz¨® a separarse de Franco en la d¨¦cada de 1960, y hoy muchos de sus miembros reniegan de aquella organizaci¨®n militante que particip¨® con entusiasmo en la represi¨®n de los vencidos en 1939. Pero ah¨ª est¨¢ el prior del Valle para recordarnos lo que fue un d¨ªa y por qu¨¦ el dictador encarg¨® a los monjes la custodia del conjunto que, bajo una enorme cruz y a modo de nuevo monasterio de El Escorial, agrupa una bas¨ªlica, un centro de estudios y una comunidad religiosa. Como reza una inscripci¨®n en sus paredes, para honrar a los ca¨ªdos ¡°por Dios y por Espa?a¡±. No cabe s¨ªmbolo m¨¢s franquista.
Javier Moreno Luz¨®n es historiador.
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