Br¨²julas, ¡®smartphones¡¯ y ¡®rock and roll¡¯: bienvenidos al mundo de las ideas geniales
El planeta camina hacia una crisis global de creatividad
De tanto hablar de creatividad hemos pasado a convertirla en un hiperconcepto. Es decir, un t¨¦rmino con tanto poder explicativo que, de significarlo todo, ha pasado a significar apenas nada. Hoy d¨ªa ya no se sabe exactamente si la creatividad es una habilidad, una forma de talento innato, un rasgo de la personalidad, una actitud o un valor a fomentar. Lo m¨¢s llamativo, quiz¨¢, es que ante tama?a marea de enfoques, hip¨®tesis, teor¨ªas, conjeturas y opiniones, a estas alturas todos deber¨ªamos ya ser creativos, a juzgar por la enorme cantidad de literatura de todos los tipos que se ha vertido sobre el asunto. Sin embargo, es muy evidente que no es as¨ª.
Al mismo tiempo, en una ¨¦poca caracterizada por la incertidumbre y el v¨¦rtigo, las organizaciones han creado inmensas maquinarias al objeto de innovar, al tiempo que las buenas ideas, que son su combustible, siguen siendo caprichosamente esquivas. La escuela, por su parte, sigue lament¨¢ndose de no poder, o no saber, retener la creatividad infantil que se escapa entre los dedos de sus alumnos a lo largo de su vida en el colegio. Quiz¨¢ el mayor error haya estado en sobreentender que la creatividad, lo que quiera que sea, es una materia est¨¢tica. As¨ª, durante la segunda mitad del siglo pasado se definieron una serie de principios que han permanecido casi intocables. La famosa expresi¨®n thinking outside the box (pensar sin cors¨¦s) y el manido pensamiento lateral datan de los a?os sesenta y setenta. La charla TED m¨¢s vista sobre creatividad fue impartida por Ken Robinson, que produjo la mayor parte de su obra en los ochenta. Y el design thinking, que en la mente de muchos constituye el culmen de la modernidad, acumula ya casi tres d¨¦cadas de andadura.
Mientras la creatividad se iba convirtiendo en un hiperconcepto difuso, el planeta ha ido caminando, lenta pero inexorablemente, hacia una crisis global de ideas. Obras como El filtro burbuja, de Eli Pariser, han puesto de manifiesto de manera palmaria que el ciudadano de un pa¨ªs llamado desarrollado vive bajo una b¨®veda de contenido filtrado que le hace altamente dependiente. De ah¨ª ese acto tan sintom¨¢tico, cotidiano y empobrecedor de recurrir a Google cada vez que buscamos una nueva idea. Mientras la fuente de nuestra creatividad est¨¦ en un paisaje dibujado por los algoritmos de recomendaci¨®n, podemos estar seguros de que ser¨¢ muy dif¨ªcil crear lo que a¨²n no existe, porque la burbuja de filtros solo nos propone aquello que coincide con nuestros gustos.
El nivel de creatividad que hace falta para sorprender aumenta constantemente. Cuentan que, cuando la primera proyecci¨®n de cine tuvo lugar, los asistentes huyeron despavoridos porque pensaban que el tren que aparec¨ªa en la pantalla era real e iba a atropellarlos. Como toda historia genial, es probablemente falsa. Aun as¨ª es llamativo que hoy d¨ªa podamos contemplar a muertos vivientes arrancando la cabeza a mordiscos a los todav¨ªa vivos mientras comemos palomitas imp¨¢vidamente. ?ltimamente, adem¨¢s, la aceleraci¨®n que imprime la digitalizaci¨®n hace que las corrientes propuestas sean cada vez m¨¢s fugaces, haciendo m¨¢s urgente la b¨²squeda de ideas creativas. Y, ante la dificultad de encontrarlas, surge otro inquietante s¨ªntoma: la recuperaci¨®n recurrente de modas pasadas y argumentos pret¨¦ritos. La pregunta es ?qu¨¦ ocurrir¨¢ en el momento en el que la capacidad de crear del ser humano se sit¨²e por debajo del umbral de sorpresa que se necesita para estimular? La respuesta es tan sencilla como provocadora: que el mundo se quedar¨¢ sin las ideas que necesita para seguir evolucionando.
Es dif¨ªcil elaborar una respuesta ante los interrogantes que plantea esta sombr¨ªa perspectiva. Quiz¨¢ parte de ella consista en buscar nuevas l¨ªneas de pensamiento que nos permitan abandonar lugares comunes y ahondar en nuevas perspectivas. Es llamativo que se haya prestado tan poca atenci¨®n a la originalidad, que es el factor m¨¢s relacionado con la creatividad y la innovaci¨®n. Existe una abrumadora cantidad de textos orientados a desentra?ar lo que quiera que sea la creatividad, y casi ninguno que explique en qu¨¦ consiste una idea original y c¨®mo engendrarla. Si nos centr¨¢ramos en la generaci¨®n de ideas, en lugar de seguir descubriendo ¨¢ngulos y matices sobre el hiperconcepto en el que se ha convertido la creatividad, lograr¨ªamos el impulso necesario para afrontar la crisis global de ideas que se avecina.
Vivimos bajo una b¨®veda de contenido filtrado. De ah¨ª ese acto cotidiano de recurrir a Google cuando se busca una idea
Dec¨ªa Franklin Foer: ¡°Necesitamos conferir a la originalidad un estatus superior porque, de no hacerlo, la cultura gravitar¨¢ hacia la banalidad y el lugar com¨²n¡±. Las ideas originales son las que mueven el mundo. Se salen de lo esperado captando nuestra atenci¨®n, poseen capacidad de influencia y son generativas. Es decir, estimulan nuestra curiosidad, traspasan fronteras y generaciones y se transforman en otras ideas que, a su vez, iluminar¨¢n nuevos senderos. En definitiva, las ideas originales representan la g¨¦nesis de nuevos itinerarios, dando lugar a aut¨¦nticos ¨¢rboles geneal¨®gicos que impulsan el mundo hacia delante.
Hasta el siglo XIX se dejaba de ser ni?o al comenzar a trabajar o al contraer matrimonio. El paso de la ni?ez a la etapa adulta era directo e inmediato. Todo cambi¨® con la obra de Stanley ?Hall Adolescence, quien acertadamente propuso la existencia de una etapa intermedia. La idea era sin duda novedosa. Pero no solo eso: se propag¨® r¨¢pidamente consiguiendo generar una genealog¨ªa completa de ideas. El nacimiento de la revista Seventeen en Estados Unidos, la primera exclusivamente dirigida a adolescentes, es posiblemente uno de los familiares m¨¢s ilustres de ese ¨¢rbol geneal¨®gico. La adolescencia no solo es hoy algo asumido, sino que se invierten importantes recursos para ocuparse de esa etapa de la vida en el ¨¢mbito planetario. La adolescencia, como concepto, fue una idea original, una idea g¨¦nesis. Como lo fueron en su d¨ªa el rock and roll, el smartphone y hasta el nuevo gin-tonic. Ideas realmente buenas que han logrado conmover sociedades y sectores productivos enteros. Peter Watson mencionaba el alma, Europa y el experimento como las tres ideas m¨¢s importantes de la humanidad. Siglos atr¨¢s, Francis Bacon hab¨ªa nombrado la imprenta, la p¨®lvora y la br¨²jula. Todas ellas son tambi¨¦n ideas g¨¦nesis, ideas originales con capacidad de influencia generativa. El tipo de ideas que necesita el mundo para seguir avanzando.
Sin embargo, cada vez que se otorga importancia a un nuevo factor humano, se trate de inteligencia o creatividad, de empat¨ªa o liderazgo, surge la paralizante pregunta de si se trata de algo cong¨¦nito o si, por el contrario, todos podemos adquirirlo. Y recurrentemente se llega a la misma conclusi¨®n: cualquier persona puede mejorar su desempe?o actual en cualquier habilidad si se compromete a ello. De igual manera, cualquier nivel en cualquier competencia se puede perder por abandono o descuido. La originalidad no es una excepci¨®n. Por ello, para afrontar la crisis global de ideas que se avecina es urgente recuperar el valor de la originalidad individual, la que responde a la mirada de cada cual. Y, por descontado, es imprescindible acoger y alentar el pensamiento singular, las propuestas peculiares y todo lo que es fresco y disruptivo y se sale del asfixiante yugo de los algoritmos de recomendaci¨®n. Ha llegado la hora de buscar nuevos senderos.
Jes¨²s Alcoba es director de La Salle School of Business, investigador y conferenciante. Es el autor de ¡®G¨¦nesis¡¯, de Alienta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.