Agria nostalgia
La calaca abandonaba por fin el Valle para ir a dormir supuestamente en la paz de un sepulcro familiar sin m¨¢rmoles tallados por esclavos en su antiguo coto de caza
A contrapelo de ciertas formas de la melancol¨ªa, hay nostalgia que raya en la estulticia, insuflada por amnesias y hervida en ignorancia. Hablo de la marcada diferencia entre el silencio de los inocentes, el callado siglo de los verdaderos ca¨ªdos en combate y la ruidosa calaca que finalmente ha salido del valle que no le correspond¨ªa aunque se haya aplanado a sangre y fuego como caprichoso mausoleo. Hablo de una melanc¨®lica franja morada que se pintaba en el atardecer sobre El Escorial a contrapelo de la babosa nostalgia de quienes ondeaban una bandera caduca con el brazo estirado y hablo de la lejana querencia de quienes finalmente pudieron brindar por sellar una herida desde su exilio a contrapelo de las necias sombras que parec¨ªan gritar Heil! al "Caudillo por la Gracia de Dios", autoproclamado "General¨ªsimo" y Jefe de Estado mientras durase la Guerra, casi medio siglo de obligada veneraci¨®n a un militar que se glorific¨® por insubordinaci¨®n, alzado en armas contra un gobierno democr¨¢ticamente electo, indigno personaje de voz tipluda y taimado que fingi¨® la rid¨ªcula dignidad de deambular bajo palio en los c¨®mplices templos de tanta mentira y desfilar entre guardias moros de capa cinematogr¨¢fica e izar el breve brazo en ¨¢ngulo recto como clonaci¨®n fascista del Duce o F¨¹hrer con quienes se entend¨ªa de lejos porque de cerca era su dolor de muelas.
La lacrimosa baba de la nostalgia impostada hizo valla al paso de un decr¨¦pito coronel que todos daba por muerto desde que entr¨® a las Cortes echando gritos de siglos trasnochados en el transcurso de solo instante, precedido ahora por el botafumeiro de su hijo cura que bendec¨ªa el traslado del zombi siniestro que firmaba sentencias de fusilamiento sopeando bizcochos en Burgos. Hablo del Guardia Civil que mejor ha demostrado lo que vers¨® el Poeta cuando imagin¨® su calavera rellena de plomo, hoy mimetizado en la ancianidad con la calaca que abandonaba por fin el Valle para ir a dormir supuestamente en la paz de un sepulcro familiar sin m¨¢rmoles tallados por esclavos en su antiguo coto de caza, donde sus pajes le posaban los ciervos para el tiro m¨¢s seguro y el bedel abr¨ªa portones para invitados amedrentados, c¨®mplices uniformados y todas las calladas sombras que ayer lo vitoreaban en tufo de santidad como si no fuera dictador y autoritario, s¨¢trapa e insensible, responsable directo e indirecto de tanta p¨®lvora y horror, tanta sangre y muerte entre miles de pr¨®jimos, pr¨®ximos y ajenos, que murieron en trincheras y lejos de sus tierras, en el aire gris de un pasado que precisamente necesitaba una exhumaci¨®n m¨¢s para realmente sellar en el pret¨¦rito la mar de olvido, oc¨¦ano de desgracias, archipi¨¦lago de injusticias, laguna de olvido, estanque de sangre, sudor callado, agua salada de todos los lagos y p¨¢rpados vivos de todos los muertos que no llegaron a vivir el provechoso instante en que un altar de muertos se desprende para bien de sus flores y expiaci¨®n de toda culpa del verdugo inc¨®modo que ¨Caunque siga sahumado en privado y entre suyos¡ªno tiene por qu¨¦ seguir expuesto en p¨²blico, salvo en los documentales sin colores y los libros ya amarillos de toda una Historia con may¨²sculas que no ha de repetirse jam¨¢s.
A ochenta a?os de la llegada a Veracruz de los primeros barcos del doloroso Exilio de la Guerra Incivil y la ca¨ªda de la Segunda Rep¨²blica que luego form¨® gobierno de lejos en M¨¦xico, escribo estas l¨ªneas para miles que son millones de espa?oles peninsulares y transterrados, sus hijos, nietos y bisnietos, sus escuelas, imprentas, talleres y trabajos, sus p¨¢rrafos, pinturas y poemas, sus paisajes compartidos y sus callados cantos que abonan la promesa de un futuro mejor para todos.
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