Recorremos con Javier Cercas los escenarios de su nueva novela durante los disturbios en Catalu?a

PODCAST | CINCO CANDIDATOS Y UN ESPEJO FEROZ

El objetivo de la fot¨®grafa Isabel Mu?oz y la pluma del escritor Juan Jos¨¦ Mill¨¢s retratan a S¨¢nchez, Casado, Rivera, Iglesias y Errej¨®n a pocos d¨ªas de la cita con las urnas del 10-N. Y recorremos con Javier Cercas los paisajes de 'Terra Alta', su ¨²ltima novela, ganadora del Premio Planeta.

LA HABITACI?N 112 del hostal Piqu¨¦ es una celda monacal con dos camas mellizas cubiertas por colchas de falso terciopelo, visillos de tul ilusi¨®n, un enorme dispositivo de aire acondicionado, una silla y un m¨ªnimo escritorio sobre el que reposa el ordenador del autor, que rompe con el resplandor de su pantalla la penumbra del habit¨¢culo. Estamos en un hotel de paso en un pueblo donde nunca pasa nada. Al menos, desde la batalla del Ebro, hace 81 a?os, la m¨¢s sangrienta de la Guerra Civil, que dej¨® en estas colinas de Cavalls y P¨¤ndols muchos miles de muertos. ¡°Aqu¨ª no viene nadie. Solo se acuerdan de nosotros para bombardearnos¡±, mascullan sus vecinos.

Por suerte, el men¨² del hostal Piqu¨¦, un mosaico de especialidades catalanas, es m¨¢s apetecible que sus habitaciones. La noche sin Luna previa a la huelga general del viernes 18 de octubre en Catalu?a, en protesta por las sentencias del proc¨¦s, su comedor aparece vac¨ªo. Como toda la comarca de la Terra Alta. Nadie sabe qu¨¦ va a ocurrir. Hay inquietud. A esa misma hora, a 177 kil¨®metros de aqu¨ª, Barcelona est¨¢ en llamas. Fuera del hostal silba el inmisericorde viento g¨¦lido de esta regi¨®n dominada por el Ebro en su camino al mar, que agita las aspas de los molinos que se recortan en el horizonte como las agujas rocosas de Monument Valley, el decorado natural de los m¨¢s grandes w¨¦sterns, de La diligencia a Fort Apache.

Un w¨¦ster en la Catalu?a pobre | Reportaje | El Pa¨ªs Semanal

El autor, Javier Cercas, de 57 a?os, un tipo amable y muy sensible con aspecto de desali?ado profesor de lat¨ªn, que acaba de llegar desde Barcelona en su coche, opta por una esqueixada de bacalao, huevos fritos sobre una cama de tomate y sobrasada, y un tinto de la zona. Juntos vamos a recorrer los escenarios de su nueva novela. Auscultar este territorio del que se enamor¨® y convirti¨® en su patria en el verano de 2017, mientras conclu¨ªa su anterior libro, El monarca de las sombras, ambientado en la Guerra Civil, que supon¨ªa un ajuste de cuentas con los fantasmas de su familia materna, los Mena. Los empleados del Piqu¨¦ le tratan con deferencia. Ha pasado en Gandesa (Tarragona) muchas jornadas en los dos ¨²ltimos a?os. Charlando con los lugare?os, pate¨¢ndose las colinas, transcribiendo notas. Y peg¨¢ndose una carrera con obstinaci¨®n de adicto al filo de cada amanecer. Como har¨¢ esta ma?ana. Hasta toparse con la primera barricada de los CDR llamando a la huelga.

¡°El proc¨¦s es como si los piratas hubieran tomado el barco. Y te arrojaran por la borda¡±

¡°Tengo la ventaja de que me encanta trabajar en los hoteles; viajar me saca de mi despacho del paseo de Gracia de Barcelona; de mi aislado gabinete sin m¨²sica ni compa?¨ªa; de todo lo que ha pasado en Catalu?a desde el oto?o de 2017. Y de c¨®mo esos dos meses (desde la ley de desconexi¨®n hasta el refer¨¦ndum) cambiaron mi vida. Ha sido un tiempo preb¨¦lico a partir del cual algunas amistades me han dado la espalda. Pens¨¦ irme. No me van a echar. El proc¨¦s ha sido algo de ciencia-ficci¨®n. No s¨¦ si no lo vi venir o no quise verlo; si cerr¨¦ los ojos ante lo que se avecinaba o no me enter¨¦. Nunca imagin¨¦ que Catalu?a, este lugar privilegiado y maravilloso, con la bendici¨®n que es su lengua (que se la hemos entregado a los indepes), se iba a romper ante el abandono del Gobierno de Rajoy, que estuvo mudo frente a las trolas de los separatistas. Y la complacencia de la izquierda. Por ejemplo, de Pablo Iglesias, que considera que, si atacas a los nacionalistas, eres un facha. No hay sitio para un socialdem¨®crata, como yo. Votar¨¦ a Iceta por descarte. El proc¨¦s es como si los piratas hubieran tomado el barco. Y te arrojaran por la borda. Porque para ellos, si no comulgas con TV3, si no llevas el lazo amarillo, no eres catal¨¢n. S¨ª, salir de ese universo me da ideas y me ayuda a continuar. Yo creo que este libro me ha enfrentado al miedo que pas¨¦ esos d¨ªas y me ha ayudado a digerirlo. Y tengo claro que no ser¨¢ rebeli¨®n, como dice la sentencia del Supremo, pero fue un golpe de Estado. Y con los Mossos, que tienen el monopolio de la fuerza, en una posici¨®n muy ambigua durante aquellos d¨ªas terribles. A punto estuve de volverme loco. A Melchor Mar¨ªn, el protagonista de mi novela, los libros le salvan la vida. A m¨ª me ha salvado Terra Alta¡±.

En este hotel comienza todo. Esa novela con la que Cercas ha conjurado la depresi¨®n y se ha reinventado. Con Terra Alta hay un antes y un despu¨¦s en su vida y en su trayectoria literaria. ¡°Hab¨ªa llegado el momento de abandonar el camino que como escritor me hab¨ªa tra¨ªdo hasta aqu¨ª, y que empec¨¦ en 2001 con Soldados de Salamina. Se podr¨ªa definir como novelas sin ficci¨®n. Pero nunca he sido un periodista. No tengo la capacidad de contar ideas complejas de forma tan r¨¢pida y n¨ªtida. Soy como Wilde, que dijo en una ocasi¨®n: ¡®He escrito todo el d¨ªa. Por la ma?ana puse una palabra y por la tarde la quit¨¦¡¯. Mis libros me hab¨ªan permitido vivir de esto. Y en Espa?a comer de la literatura es casi una quimera. Lo hacemos cinco. Pero no quer¨ªa repetirme y repetirme y repetirme. Escribir con una f¨®rmula previa me aterra porque supone el fin de un escritor. Desde 2017 no soy la misma persona ni el mismo novelista. He cambiado. Soy otro¡±.

Y, de paso, esa metamorfosis le ha hecho acreedor de los 600.000 euros del Premio Planeta (300.000 para el fisco). Y ya se prev¨¦n a media voz secuelas de esta novela (se habla de cuatro libros en total) e, incluso, de una serie de televisi¨®n. La metamorfosis ha funcionado. Al menos comercialmente. ¡°Pero nunca tuve el p¨¢lpito de que iba a ganar el premio. Mi agente me lo propuso y me decid¨ª; me pareci¨® divertido porque no es un cl¨¢sico libro m¨ªo. Pero hasta la misma tarde del fallo no empec¨¦ a escuchar rumores en las redes. Y hasta que esa noche no se abri¨® la plica en p¨²blico, no lo tuve nada claro¡±.

¡ª?Cu¨¢l era su seud¨®nimo?

¡ªMelchor Mar¨ªn.

Cercas sit¨²a al protagonista de su novela en una habitaci¨®n similar a la 113 donde se aloja el periodista que escribe esto, que lucha por absorber bajo la tenue luz de una candileja las ¨²ltimas 25 p¨¢ginas de Terra Alta, y descubrir al asesino, antes de caer rendido tras un precipitado viaje en coche desde Madrid (470 kil¨®metros) ante la preocupaci¨®n de no llegar a Catalu?a en AVE debido a los continuos cortes de las v¨ªas f¨¦rreas por parte de los CDR. Su personaje es un agente de los Mossos d¡¯Esquadra; un veintea?ero de s¨®rdido pasado, desarraigado, violento, justiciero, que ha roto (temporalmente) con el alcohol y la coca¨ªna y se ha enganchado, tras una estancia en prisi¨®n, a las novelas del siglo XIX (especialmente a Los miserables, de Victor Hugo, que es clave en la narraci¨®n y el motivo por el que se hace polic¨ªa). Melchor duerme en una habitaci¨®n igual que esta la noche en que llega a su nuevo destino en Gandesa, un rocoso erial olvidado en la Catalu?a m¨¢s pobre, en la despoblada frontera con Arag¨®n, con su agricultura de subsistencia y un catal¨¢n de peculiar acento y vocabulario. Ser¨¢ una noche febril en la que este agente suburbial no pegue ojo por el profundo silencio que reina en la Terra Alta (como esta noche). Y tambi¨¦n en este hostal sit¨²a meses despu¨¦s la celebraci¨®n de su boda con la bibliotecaria de la localidad, 15 a?os mayor que ¨¦l, su salvavidas vital y contertulia literaria cuando la sexualidad les deja tiempo libre. Este hotel grande y blanco es el kil¨®metro cero de la novela.

En la ficci¨®n, Melchor Mar¨ªn es el agente que abati¨® en Cambrils a cuatro terroristas yihadistas

Sin embargo, hay algo m¨¢s profundo en el motivo del destierro a la Catalu?a vac¨ªa de ese turbio agente de polic¨ªa criado por una madre prostituta (casi de novela de C¨¦line o de Dickens) en el extrarradio olvidado de Barcelona, Sant Roc (que recorreremos un par de d¨ªas m¨¢s tarde ante la mirada desconfiada y desafiante de un vecindario compuesto en su mayor¨ªa por paquistan¨ªes y personas de etnia gitana). Y en la ficci¨®n que desarrolla Cercas, solo saben el porqu¨¦ de su expatriaci¨®n a la Terra Alta los responsables policiales de la Generalitat.

La clave es que Melchor Mar¨ªn es el h¨¦roe ficticio de Cam?brils, el agente que abati¨® hasta agotar los cargadores de su fusil UMP y su pistola reglamentaria Walther P99 en esa localidad costera, la madrugada del 18 de agosto de 2017, a cuatro de los terroristas yihadistas que estaban detr¨¢s del atentado perpetrado en Las Ramblas esa misma tarde y en el que murieron 15 personas. Ese supermosso sin nombre es un icono en Catalu?a. Pero nadie conoce su identidad. (Y contin¨²a sin hacerse p¨²blica para evitar una venganza de los islamistas radicales).

¡°Del asco del oto?o catal¨¢n del refer¨¦ndum ilegal de 2017 surge mi novela Terra Alta¡±

Se dijo que era un exlegionario; m¨¢s tarde, que era una mujer. Ambas afirmaciones eran falsas, tal? como le confirm¨® a este periodista el actual comisario jefe de los Mossos, Eduard Sallent. La que hab¨ªa pertenecido a la Legi¨®n era su compa?era de patrulla, atropellada por los yihadistas. Nunca se ha filtrado la m¨ªnima pista de qui¨¦n es el h¨¦roe de Cambrils. D¨®nde est¨¢. Qu¨¦ hace. De d¨®nde viene. A qu¨¦ se dedica. Y Cercas, experto en navegar entre la realidad y la ficci¨®n, entre el pasado y el presente, se ha apropiado de la carcasa del h¨¦roe sin rostro y le ha implantado un ADN creado por ¨¦l en su laboratorio literario; le ha escrito una biograf¨ªa anterior y posterior a esa madrugada del 18 de agosto: la de Melchor Mar¨ªn. Hasta realizar una anatom¨ªa del instante en que ese mosso (con el rostro de Melchor) se enfrenta a los terroristas en Cambrils, frente al Mediterr¨¢neo: ¡°Avanz¨® hacia ellos, al cabo de unos metros se detuvo, afianz¨® las piernas en el asfalto, apunt¨® a la cabeza del primer terrorista y dispar¨®, luego apunt¨® a la cabeza del segundo¡­¡±.

En su novela, Cercas recrea a ese mosso que cumpli¨® con su obligaci¨®n, pero que se ve condenado a abandonar su amada/odiada Barcelona y diluirse en la comisar¨ªa m¨¢s apartada de Catalu?a. Donde los delitos se limitan a peque?as estafas y robos de maquinaria agr¨ªcola, y a violencia machista (seg¨²n nos explica un mosso de carne y hueso, el caporal Quim R¨ªpodas). La comisar¨ªa es como la describe Cercas: moderna, fr¨ªa, pac¨ªfica e impersonal. Un lugar donde los agentes (son una plantilla de 50) tienen m¨¢s tiempo del habitual para hilar sus investigaciones. Situada en un extremo de Gandesa, entre solares tapizados de malas hierbas, promociones sin concluir, parques infantiles que nadie usa y unas deslucidas banderas espa?ola y catalana. La sala de los investigadores, como en la novela, se abre a un descampado. Aqu¨ª, en Gandesa, Melchor Mar¨ªn, que atrae los problemas como un im¨¢n, se enfrentar¨¢ a un terrible asesinato m¨²ltiple. Que tendr¨¢ que resolver contra todo y contra todos. Incluso en contra de los jueces. Y de sus compa?eros.

En la mejor tradici¨®n de la gran novela negra, Melchor es mitad h¨¦roe y mitad villano. Un eterno perdedor. Un h¨¦roe con las manos sucias. ¡°Un hombre que intenta hacer bien a tiros¡±. Nunca sonr¨ªe. Recurriendo a Los miserables, Melchor es un delincuente (Valjean) y tambi¨¦n un hombre de ley (Javert). Es dif¨ªcil concluir si es un falso malo o un falso bueno.

¡°Esta novela es un w¨¦stern disfrazado de thriller¡±, explica el autor caminando por un terreno polvoriento a las afueras de Gandesa, entre vi?as, cereales de secano y olivos plateados, donde sit¨²a la mas¨ªa del cacique asesinado. ¡°Esto es como el Fargo de los hermanos Coen por lo aislado y endog¨¢mico. Yo hubiera querido ser John Ford, que se presentaba, simplemente, ¡®como alguien que hace w¨¦sterns¡¯. Y Terra Alta tiene todos los ingredientes de una novela del Oeste, porque, como dec¨ªa Borges, en estos tiempos la heroicidad se ha refugiado en los w¨¦s?terns. Y eso me ha hecho adentrarme en cuestiones como la justicia, el valor de la ley, la venganza y la traici¨®n, que jam¨¢s antes estuvieron en mis libros¡±.

¡°Yo lo veo como un w¨¦stern crepuscular. Llega el nuevo sheriff, alguien con un pasado en llamas. Ha matado, ha pasado por la c¨¢rcel, no tiene familia. ¡®Usted tiene un acento distinto, no es de por aqu¨ª¡¯, le dicen. En el pueblo todos miran con sospecha el bulto que le sobresale de la axila izquierda, donde lleva su Walther P99. Melchor est¨¢ fuera de lugar. Como Spencer Tracy en Conspiraci¨®n de silencio o Sidney Poitier en En el calor de la noche. Y lo sabe. Ni siquiera se moja cuando su nuevo sargento (un independentista bocazas) le pregunta: ¡®T¨² no ser¨¢s un espa?olazo, ?verdad?¡¯. Todos desconf¨ªan de ¨¦l. Est¨¢ solo. Y cae sobre sus hombros un asesinato m¨²ltiple cargado de odios seculares. Pero, parad¨®jicamente, aqu¨ª encuentra su patria. No una patria pol¨ªtica ni excluyente, sino ese peque?o lugar que amas y donde encuentras la paz. Es como el final del Quijote, cuando Sancho ve a lo lejos su aldea, se hinca de rodillas y exclama: ¡®Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado¡¯. Melchor encuentra ese para¨ªso en la Terra Alta. Y se lo arrebatan¡±.

Ma?ana de huelga general. En la plaza de la Farola late el pulso de Gandesa. Ha amanecido forrada de pasquines que exigen ¡°Independ¨¨ncia y Llibertat¡±. La tahona no ha encendido hoy su horno y en la terraza de la elegante pasteler¨ªa Pujol (donde los pasteles se acompa?an con cava) nos apa?amos con un tieso pan de molde con pernil y botifarra. Una patrulla de los Mossos monta guardia en la rotonda. El tr¨¢fico est¨¢ cortado. Juguetean en la calzada los ni?os sin clase. Pasean parejas j¨®venes con camisetas negras con consignas por la amnist¨ªa. En mitad de ese decorado, Javier Cercas insiste en que Terra Alta no es una novela sobre el proc¨¦s, ¡°pero sin ¨¦l, nunca hubiera existido. Ha sido mi carburante¡±. No es una figura literaria. Para Cercas, el proc¨¦s es un tel¨®n de fondo de tristeza, miedo y malestar en su existencia, que compara con la aproximaci¨®n de Kafka a La metamorfosis: ¡°Todo lo que le rodeaba en 1915, su trabajo mec¨¢nico, la guerra, la situaci¨®n pol¨ªtica, le condujo a un texto en el que se convierte en cucaracha. Eso me pasa a m¨ª: del asco del oto?o catal¨¢n surge Terra Alta¡±. Desde ese punto de vista (y plagiando a Kafka), el libro de Cercas se podr¨ªa haber iniciado as¨ª: ¡°Cuando Javier se despert¨® una ma?ana despu¨¦s de un sue?o intranquilo, se encontr¨® sobre su cama convertido en un turbio agente de los Mossos d¡¯Esquadra¡±.

Pero, efectivamente, no es un libro sobre el proceso independentista. Solo sobresalen en su lectura dos situaciones en las que esa dolorosa coyuntura de Catalu?a es evidente. La primera, cuando el sargento le espeta nada m¨¢s llegar Melchor a Gandesa este juicio lapidario: ¡°Yo creo que el que dice que no es independentista ni espa?olista es que es espa?olista. Y el que dice que no entiende de pol¨ªtica es que es un espa?olazo de cojones¡±. La segunda transcurre el 1 de octubre de 2017, el d¨ªa del refer¨¦ndum ilegal, en la comisar¨ªa, y muestra la tensa situaci¨®n que se vivi¨® en muchos cuarteles de los Mossos entre los agentes dispuestos a desobedecer a los jueces y los que quer¨ªan cumplir la ley. Es un momento ¨¦pico. El sargento separatista y lenguaraz brama: ¡°Pero antes que independentista soy polic¨ªa, y los polic¨ªas estamos para hacer cumplir la ley, o sea para hacer lo que digan los jueces, no lo que nos salga de los cojones¡±. Cuando le pregunto a un mosso real c¨®mo se vivi¨® aquella jornada en la comisar¨ªa de Gandesa, se encoge de hombros y gru?e entre dientes: ¡°La faena es la faena¡±.

La noche del viernes 18 de octubre, la jornada de la huelga general, vibran los barrios altos de Barcelona. Las terrazas y los bares est¨¢n llenos. El tr¨¢fico es m¨ªnimo. Se respira un ambiente endomingado y festivo. A medida que se desciende a pie hacia el mar, las cosas se complican. En el paseo de Gracia, ya cerca de la plaza de Catalu?a, uno se topa con la batalla campal. En cada esquina de la Ronda de Sant Pere, la plaza de Urquinaona, la Via Laietana y la calle de Pelayo arden barricadas de basura y mobiliario urbano; j¨®venes embozados arrancan y destrozan lo que encuentran a su paso. Es dif¨ªcil respirar entre el humo y los gases lacrim¨®genos. Atruenan los petardos, los impactos, los disparos, los insultos y las cargas policiales. El pavimento es un cenagal de agua, ceniza y porquer¨ªa. Todos corren sin direcci¨®n. Es el infierno.

¡ª?Har¨¢ alg¨²n d¨ªa una novela sobre todo esto?

¡ªEsto es como si escribieras de Waterloo o Borodin¨®. Primero tiene que desaparecer el polvo de la batalla y el olor de la p¨®lvora. Y contabilizar las bajas. Cuando acabe todo, quiz¨¢ habr¨¢ llegado el momento.