Peces muertos
Cuando las fotos del desastre en el litoral murciano llegaron a los medios no hubo sorpresa ni espanto, sino una naturalidad consecuente
A vueltas con disputarnos la idea de patria estar¨ªa bien que reconoci¨¦ramos la primac¨ªa del clima y el paisaje por encima de tantas discusiones emocionales. Y ya que estamos tan preocupados por la integridad del territorio nacional nos alarmara la verdadera tragedia que ha tenido lugar en La Manga del Mar Menor. Durante a?os, el Gobierno regional de Murcia y su superioridad nacional han desatendido los llamados de la protecci¨®n ecol¨®gica y ha permitido el uso indebido de los recursos naturales. La sobreexplotaci¨®n agr¨ªcola del territorio, con sus vertidos de nitratos al agua no parec¨ªa preocuparles demasiado porque dejaba unos beneficios econ¨®micos jugosos. Al contrario que con otros desaf¨ªos al territorio, nadie ha agitado el art¨ªculo 155 para desbaratar una pol¨ªtica tan da?ina. Si un Gobierno local desatiende los principios b¨¢sicos de la pol¨ªtica sostenible tambi¨¦n deber¨ªa ser juzgado por incumplir la ley. Pero es tan est¨²pida nuestra manera de entender la riqueza del pa¨ªs que seguimos permitiendo que existan negocios privados lucrativos a costa del futuro nacional colectivo.
Durante dos d¨¦cadas se viene anunciando el desastre que finalmente ha tenido lugar en el litoral murciano. Cuando las fotos de millones de peces muertos y aguas repelentes llegaron a los medios de comunicaci¨®n no hubo sorpresa ni espanto, sino una naturalidad consecuente. Lo raro es que no hubiera pasado antes. De hecho, pasaba, pero como la foto no era tan potente, quiz¨¢ no conven¨ªa abrir el telediario con ello. Pasa con la industria intensiva del porcino, que destroza zonas tan poco habitadas que no nos llega el grito de espanto de esos ciudadanos tan alto como deber¨ªa. Es sabido que las advertencias sobre el peligro ecol¨®gico en Murcia no trajeron ninguna acci¨®n de gobierno local, sino todo lo contrario. Bendecido por el estado financiero de una mayor¨ªa de la poblaci¨®n, bien merec¨ªa la pena seguir esquilmando la riqueza natural. As¨ª que no hab¨ªa esc¨¢ndalo ni partidos patri¨®ticos que llevaran esa denuncia en su programa electoralista. Nada de eso. Cuando hablamos del respeto a la riqueza natural y la belleza del paisaje ah¨ª el patrioterismo prefiere llevarse el dinero contante y sonante.
Las pol¨ªticas de urgencia que ahora se planean son miopes y toscas y adem¨¢s se han dise?ado sin fe. Defender a tu pa¨ªs no est¨¢ de moda si es para denunciar la cat¨¢strofe ecol¨®gica. Tenemos metido en nuestro ADN la pol¨ªtica desarrollista en la que crecimos. Basta ver la felicidad con la que ni siquiera nos planteamos si la potencia econ¨®mica que somos en lo tur¨ªstico merece una revisi¨®n conceptual. No, que nos arrastre la riada, que ya la pagar¨¢ el que venga detr¨¢s. Los que crecimos en lugares que eran arrasados a cambio de un dinero y un empleo oportunista y sin perspectiva de futuro conocemos el olor pestilente de un desarrollo econ¨®mico sin escr¨²pulos. Una mayor¨ªa de espa?oles han apoyado con su silencio este sistema de crecimiento. Como un ni?o desnutrido y maltratado en su propia casa, el adulto que hemos fabricado tiene algo de monstruo. Y ese pa¨ªs hermoso que somos tiene un alma llena de peces muertos mientras llega la historia nueva por escribir. Pongan atenci¨®n, porque como con las desaladoras, ahora llega el turno de robar bajo la excusa del salvamento ecol¨®gico. Se las saben todas.
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