Catalu?a, entre lo improbable y lo hacedero
Sin asumir de verdad la complejidad del problema catal¨¢n no se dar¨¢n las condiciones para esbozar un acuerdo. Lo deseable es encontrar una f¨®rmula de convivencia aceptable para amplias mayor¨ªas ciudadanas
Entre quienes se presentan como partidarios inconmovibles de la unidad espa?ola abundan los que parecen poner m¨¢s empe?o en impedir la separaci¨®n de Catalu?a que no en reforzar las iniciativas para hacerla indeseable. No creo, por ejemplo, que haga mucha mella en la posici¨®n de los independentistas insistir en la imposibilidad de la independencia, afirmaci¨®n que se hace a veces con rotundidad cuasi metaf¨ªsica. En cualquier caso, quiz¨¢ ser¨ªa m¨¢s pertinente referirse a la improbabilidad de una independencia catalana que no a su imposibilidad. Una improbabilidad que se desprende ciertamente de la ausencia de los factores necesarios para consumarla.
Comparto y he repetido desde hace a?os que el proyecto independentista no cuenta con una mayor¨ªa social de amplitud bastante que la apoye, ni con una potencia internacional que la promueva o la tolere, ni con una capacidad coercitiva tal que ¡ªpor activa o por pasiva¡ª pueda enfrentarse con ¨¦xito a la que detenta un Estado como el espa?ol. La ausencia de estos factores permite calificar como muy improbable a medio plazo una Catalu?a independiente. A largo plazo, ya sabemos lo que afirm¨® el economista de Cambridge.
Pero da la impresi¨®n de que con el argumento bien fundado de la improbabilidad quiere darse por zanjada la cuesti¨®n. As¨ª lo parece en algunos casos: ¡°No puede ser porque es rechazable desde mis presupuestos ideol¨®gicos y/o emocionales. Y adem¨¢s es imposible porque no se dan las condiciones para que tal hecho ocurra¡±. Y no hay m¨¢s que hablar.
O quiz¨¢ s¨ª. Porque quien se preocupa por el tema no suele limitarse a ver en la aspiraci¨®n independentista una extravagancia pintoresca, propia de unos exc¨¦ntricos marginales. Se denuncia, por el contrario, como una alteraci¨®n muy grave de lo que se considera el orden natural de las cosas, con el efecto subsiguiente de producir da?os e inconvenientes de envergadura. Si es as¨ª o se percibe as¨ª, es poco efectivo conformarse con el argumento de la improbabilidad. Guste o no guste, ser¨¢ inevitable seguir hablando del asunto y plantear en qu¨¦ medida cabe recuperar un grado de estabilidad pol¨ªtica suficiente para atenuar los da?os producidos y eliminar los da?os por producir.
Las afirmaciones categ¨®ricas, que simplifican un asunto tan complejo, confunden m¨¢s que ayudan
Llegados a este punto, ser¨ªa bueno echar mano de lo que nos dicen quienes se ocupan del manejo de situaciones tan complicadas como esta. No hay soluciones sencillas para problemas tan complejos. Ante realidades de esta clase, nos recomiendan intentar la gesti¨®n de la complejidad del fen¨®meno, en lugar de empe?arse en ignorarla o de intentar vanamente de sofocarla. Aunque a algunos les parezca muy sencillo, entiendo que tanto impedir la independencia de Catalu?a como conseguir su acomodo estable en el conjunto del Estado son proyectos que forman parte de un complejo sistema de relaciones. Es decir, de un sistema con gran diversidad de actores que usan una notable variedad de recursos e interact¨²an entre ellos seg¨²n pautas modificables (Axelrod, 2000).
Las soluciones sencillas que valen para situaciones donde aparecen pocos actores, muy similares, con recursos comparables y en interacciones simples, valen aqu¨ª de poco. Porque no es as¨ª la cuesti¨®n que nos ocupa. No puede reducirse a un litigio de car¨¢cter jur¨ªdico-constitucional que se dirime entre actores legitimados para tratar sus argumentos legales siguiendo determinados cauces procesales. No nos encontramos tampoco ante una cuesti¨®n de orden p¨²blico y de seguridad ciudadana que se resuelve con la aplicaci¨®n ¡ªeficiente y proporcionada¡ª de la fuerza p¨²blica y, si parece oportuno, mediante la limitaci¨®n o suspensi¨®n de los derechos y libertades. No estamos ¨²nicamente ante un debate ideol¨®gico que contrapone visiones hist¨®ricas diferentes y elabora ¡°relatos¡± simb¨®licos no coincidentes, usando de instrumentos acad¨¦micos y medi¨¢ticos. Ni se reduce a una lucha m¨¢s o menos solapada por el poder econ¨®mico y pol¨ªtico entre ¨¦lites burocr¨¢ticas y partidistas que quieren conservarlo a toda costa o, por el contrario, aspiran a conquistarlo o a aumentarlo.
La situaci¨®n que vivimos tiene algo o mucho de todo lo anterior. Querer desconocer esta diversidad de dimensiones puede ser un recurso c¨®modo para la pol¨¦mica. Pero es totalmente est¨¦ril y contraproducente si efectivamente se desea pasar de un momento ¡ªya bastante largo¡ª de desajuste y desaz¨®n a una fase en la que se d¨¦ un equilibrio m¨¢s funcional entre todos los elementos que componen el sistema. Las afirmaciones categ¨®ricas que simplifican el asunto confunden m¨¢s que ayudan, tal como estamos comprobando repetidamente desde hace demasiados a?os.
La probabilidad de dar con una soluci¨®n depender¨¢ del concurso de todos los actores que quieran encontrarla
Sin asumir de verdad la complejidad del tema, no se dar¨¢n las condiciones de posibilidad para esbozar un principio de arreglo. Por este motivo son poco alentadoras las manifestaciones que el clima electoral est¨¢ prodigando: el ¡°ho tornarem a fer¡± de Torra, la reducci¨®n del conflicto al orden p¨²blico de Marlaska o la apelaci¨®n al integrismo jur¨ªdico de los autodenominados ¡°constitucionalistas¡±. Me pregunto si estas simplificaciones respondan realmente a lo que piensan sus autores. Espero que no. En cualquier caso, es muy negativo lanzarlas al ruedo pol¨ªtico y convertirlas en etiquetas enga?osas que se interponen como obst¨¢culo en la v¨ªa de salida que estamos esperando.
Para llegar a entreverla, no hay que perder de vista todas las dimensiones del conflicto para descubrir resquicios que permitan reajustes parciales y sucesivos. Reajustes que afectar¨¢n a todos los actores y a sus respectivas posiciones de salida. No solo en la propia Catalu?a, sino en el conjunto de Espa?a. Tanto por parte de los actores institucionales y pol¨ªticos, como de los sociales y medi¨¢ticos. En este ejercicio, de poco servir¨¢n quienes se presentan con vocaci¨®n de ¡°dise?ador inteligente¡± capaz de aportar la soluci¨®n perfecta y definitiva. O quienes preconizan recurrir a la espada ¡ªmetaf¨®rica o real¡ª para cortar el nudo gordiano que impide salir del atasco.
La mayor o menor probabilidad de dar con una salida hacedera depender¨¢ del concurso de todos los actores que tengan voluntad de encontrarla. Y ser¨¢ menester armarse de paciencia porque el itinerario ser¨¢ largo y accidentado. Con un calendario prolongado y por etapas, a medida que se vayan desmontando sucesivas barreras f¨ªsicas y mentales en cada una de las dimensiones que se presenta en una cuesti¨®n como esta.
De esta manera tal vez se vaya renunciando a lo improbable ¡ªla independencia inmediata de Catalu?a o la extinci¨®n r¨¢pida de sus partidarios¡ª y aspirar a algo no menos dif¨ªcil pero m¨¢s hacedero: una f¨®rmula de convivencia aceptable para amplias mayor¨ªas ciudadanas, tanto en Espa?a como en Catalu?a.
Josep M. Vall¨¨s Casadevall es catedr¨¢tico em¨¦rito de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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