Deber de r¨¦plica
Las posiciones de Vox en el debate exigen activar todas las alarmas
Los l¨ªderes pol¨ªticos que participaron el pasado lunes en el debate electoral organizado por la Academia de Televisi¨®n evitaron a lo largo de la emisi¨®n interpelar al representante de Vox, Santiago Abascal, pese a que en la mayor parte de sus intervenciones desliz¨® afirmaciones falsas y estableci¨® disyuntivas falaces, dejando al descubierto su ideario incompatible con los valores constitucionales. Sorprende que el cord¨®n sanitario p¨²dicamente establecido en torno a la ultraderecha por el Partido Popular y Ciudadanos solo tenga vigencia por una noche y en presencia de las c¨¢maras, no en cada una de las numerosas ocasiones en que sus votos han resultado necesarios para conformar mayor¨ªas en municipios y autonom¨ªas.
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De igual manera, los evidentes c¨¢lculos t¨¢cticos de los candidatos del Partido Socialista y de Unidas Podemos no les exim¨ªan de rechazar afirmaciones extremadamente graves, destinadas a justificar la xenofobia o a criminalizar a adversarios pol¨ªticos que, a diferencia de Vox, no profieren amenazas contra el orden constitucional ni desprecian ni ridiculizan sus valores. Al no recibir la respuesta contundente que merec¨ªa por parte de los dem¨¢s participantes en el debate, el l¨ªder ultraderechista pudo llevar la manipulaci¨®n hasta el extremo de hacer pasar por soluci¨®n a los problemas del pa¨ªs planteamientos que, en realidad, son los que los est¨¢n provocando. En este sentido, la amenaza para la convivencia que representa el ultranacionalismo en Espa?a no deriva de que sea catal¨¢n, sino de que es ultranacionalismo, con los mismos rasgos autoritarios, las mismas obsesiones identitarias y las mismas argucias demag¨®gicas que el exhibido por Abascal.
Y tambi¨¦n como el ultranacionalismo catal¨¢n, obcecado en buscar legitimaci¨®n para sus acciones por la v¨ªa de equiparar el sistema constitucional espa?ol con diversos reg¨ªmenes no democr¨¢ticos, Abascal gust¨® de presentarse a s¨ª mismo como el arrojado adalid de un movimiento enfrentado a una dictadura que solo existe en su ret¨®rica y en su fanatismo. Conviene recordar, a este respecto, que las ¨²nicas medidas que se han impuesto en Espa?a sin estar respaldadas por el voto mayoritario de los ciudadanos no son las de ning¨²n perverso progresismo ni las de ninguna supuesta ideolog¨ªa de g¨¦nero, sino las de un r¨¦gimen pol¨ªtico, este s¨ª una incontrovertible dictadura, por el que Abascal y los dirigentes de su partido han expresado una inconsolable nostalgia; un r¨¦gimen, por lo dem¨¢s, que para triunfar sobre un orden leg¨ªtimo busc¨® ayuda en los m¨¢s feroces tiranos del siglo XX e inspiraci¨®n en sus tenebrosas ideolog¨ªas.
La presencia de una fuerza como Vox en un debate electoral en el que se dirim¨ªa el inmediato futuro pol¨ªtico de Espa?a, as¨ª como la escalofriante naturalidad con la que los argumentos xen¨®fobos e intolerantes de su l¨ªder se codearon impunemente con los del resto de los partidos, deber¨ªa encender sin m¨¢s demora todas las alarmas. En el caso del Partido Popular y Ciudadanos, para no seguir integrando en las mayor¨ªas de Gobierno a un grupo pol¨ªtico cuyos principios y cuyas propuestas no tienen cabida en el orden constitucional. Y en el caso del Partido Socialista y Unidas Podemos, para no abdicar de un inexcusable deber de r¨¦plica, dejando indefensos a todos los colectivos se?alados por una fuerza que no puede ser considerada como las dem¨¢s.
En una versi¨®n anterior de este editorial se dec¨ªa err¨®neamente que el debate hab¨ªa sido organizado por Radio Televisi¨®n Espa?ola.
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