La pel¨ªcula que Disney trata a toda costa de borrar de su historia
La plataforma Disney+ llegar¨¢ a Espa?a en marzo de 2020 con 500 pel¨ªculas de su cat¨¢logo, pero que nadie espere encontrar 'Canci¨®n del sur', la oveja negra que la multinacional lleva d¨¦cadas escondiendo
La estrategia comercial de Disney, desde hace 96 a?os, es perfecta: apela al sentimentalismo para disimular que es una multinacional. La compa?¨ªa se presenta a s¨ª misma como el lugar feliz oficial de nuestra civilizaci¨®n, donde cualquiera puede refugiarse de los problemas del mundo real con solo ver sus pel¨ªculas, comprar alg¨²n juguete o pasar un fin de semana en uno de sus parques tem¨¢ticos (¡°reinos m¨¢gicos¡± los llaman). Pero a veces esta fantas¨ªa se estampa contra la vulgar realidad. Entre las m¨¢s de 500 pel¨ªculas del cat¨¢logo de Disney+, su plataforma digital, no est¨¢ Canci¨®n del sur. La mancha en su expediente, el cl¨¢sico de la verg¨¹enza, la f¨¢bula racista que Walt Disney adoraba, pero que sus sucesores se empe?an en fingir que nunca existi¨®. ?Realmente es para tanto?
Walt Disney sab¨ªa perfectamente que ten¨ªa un relato escabroso entre manos, por eso consult¨® el guion con intelectuales comunistas, jud¨ªos y negros. Pero 'Canci¨®n del sur' part¨ªa de unos prejuicios de base
Una de los primeros recuerdos de la infancia de Walt Disney era leer los cuentos del T¨ªo Remus, escritos por Joel Chandler Harris en 1881, as¨ª que tras el monumental ¨¦xito de Blancanieves y los siete enanitos (Walt Disney, 1937) compr¨® los derechos para adaptarlos en una pel¨ªcula que contar¨ªa la amistad entre el negro bonach¨®n Remus y el ni?o blanco Johnny, con tres f¨¢bulas de dibujos animados intercaladas. La identificaci¨®n de Disney con Remus era evidente: un contador de historias que ofrec¨ªa consuelo al sufrimiento de un ni?o llevando su imaginaci¨®n a lugares m¨¢gicos. Pero aunque Disney adoraba este relato como un cl¨¢sico del folclore estadounidense, no conoc¨ªa la forma de vida del sur antes, durante y despu¨¦s de la Guerra de Secesi¨®n (1861-1865). Su percepci¨®n, como la de toda la naci¨®n en los a?os 40, estaba distorsionada por la imagen idealizada de Lo que el viento se llev¨® (Victor Fleming, 1939).
Uno de los argumentos m¨¢s habituales para justificar obras del pasado con valores inapropiados es razonar que en aquella ¨¦poca eran normales. No siempre es el caso. La actitud sumisa, virtuosa e infantil de Blancanieves (quien lo primero que hac¨ªa, literalmente, al llegar a la casa de los enanitos era limpiarla de arriba abajo) ya era retr¨®gada comparada con las mujeres independientes y contestatarias del Hollywood de los a?os 30. Del mismo modo, Canci¨®n del sur (Harve Foster y Willfred Jackson, 1946) ya despert¨® una controversia in¨¦dita cuando se estren¨®: reci¨¦n terminada la Segunda Guerra Mundial, la sociedad americana apreciaba que los soldados negros hubiesen luchado con el mismo valor que los blancos y adem¨¢s quer¨ªa demostrarle al mundo que era m¨¢s tolerante con las minor¨ªas raciales que los nazis, mirando ya hacia los derechos civiles que se acabar¨ªan concediendo en 1957.
Walt Disney sab¨ªa perfectamente que ten¨ªa un relato escabroso entre manos, por eso consult¨® el guion con intelectuales comunistas, jud¨ªos y negros. Pero Canci¨®n del sur part¨ªa de unos prejuicios de base: la idealizaci¨®n de las plantaciones, los esclavos felices, los amos benevolentes. Seg¨²n el historiador Earl F. Bargainnier, a principios del siglo XX ¡°el sur de preguerra se convirti¨® en un ed¨¦n rom¨¢ntico, un sue?o de caballerosidad, y la Guerra de Secesi¨®n se convirti¨® en un periodo de hero¨ªsmo. Pero el sur no fue derrotado en el campo de batalla sino durante la Reconstrucci¨®n y la violaci¨®n vengativa perpetrada por el vulgar norte sobre el hermoso sur¡±.
En teor¨ªa la pel¨ªcula est¨¢ ambientada en el periodo de Reconstrucci¨®n, cuando una vez abolida la esclavitud muchos negros se quedaron en sus plantaciones ya como empleados, pero los exultantes escenarios de Georgia no parecen arrasados por la guerra. Esta imprecisi¨®n gener¨® tensiones en la prensa, que critic¨® la falta de rigor, de sensibilidad y de prudencia por parte de Walt Disney.
¡°Me asombra encontrarme con personas en el norte que consideran que las canciones de los esclavos son prueba de su alegr¨ªa y alborozo. Es imposible concebir un error mayor. Los esclavos cantan m¨¢s cuando son m¨¢s infelices¡±, reflexion¨® el estadista Frederick Douglass
La canci¨®n ganadora del Oscar, Zip-a-Dee-Doo-Dah (Remus describe esos d¨ªas en los que uno es tan feliz que es incapaz de abrir la boca sin ponerse a cantar), fue tachada como una perpetuaci¨®n del t¨®pico de que los esclavos tampoco estar¨ªan tan tristes si se pasaban el d¨ªa cantando en el campo de algod¨®n. Pero el estadista Frederick Douglass, ya en el siglo XIX, expresaba su estupor ante esta conclusi¨®n: ¡°Me asombra encontrarme con personas en el norte que consideran que las canciones de los esclavos son prueba de su alegr¨ªa y alborozo. Es imposible concebir un error mayor. Los esclavos cantan m¨¢s cuando son m¨¢s infelices¡±. Canci¨®n del sur retrataba el estereotipo del ¡°negro m¨¢gico¡±, construido y divulgado por escritores blancos, cuyas ¨²nicas preocupaciones en la vida son pescar, contar historias y cuidar de los hijos de sus patrones blancos con obediencia y agradecimiento.
El peri¨®dico The Afro-American describi¨® la pel¨ªcula como ¡°una propaganda perniciosa de la supremac¨ªa blanca¡±, mientras que The Pittsburgh Courier la consider¨® ¡°una prueba de buena voluntad inestimable para avanzar en las relaciones interraciales¡± y desde?¨® a los cr¨ªticos como ¡°s¨ªntoma de la neurosis racial que se ha apoderado de una comunidad sin sentido del humor¡±. En su ensayo de 2012 Disney's Most Notorious Film, Jason Sperb concluye que Canci¨®n del sur es ¡°uno de los textos m¨¢s implacablemente racistas de Hollywood, hecho por personas que eran muy conscientes del estereotipo, que sab¨ªan que ofender¨ªa a muchos y que claramente consideraban que no hab¨ªa nada de malo en ello¡±.
La intenci¨®n de Walt Disney, sin embargo, era conciliadora. Su decisi¨®n de poner a un protagonista negro en una pel¨ªcula familiar (el actor James Baskett, quien recibi¨® un condescendiente ¡°Oscar especial¡±, ni siquiera pudo asistir al estreno celebrado en Atlanta por ser un Estado segregado) result¨® tan amable como transgresora y hay que tener en cuenta que en aquella ¨¦poca la visi¨®n de la esclavitud m¨¢s aceptada en ¨¢mbitos acad¨¦micos era la de Ulrich B. Phillips: ¡°La plantaci¨®n no era una mera instituci¨®n econ¨®mica, sino una forma de vida completa. Un m¨¦todo de control social para una raza est¨²pida y gen¨¦ticamente inferior¡±.
El T¨ªo Remus era, adem¨¢s, la br¨²jula moral de la historia y sus f¨¢bulas (sobre la imposibilidad de huir de tus problemas, la necesidad de encontrar un lugar feliz o el uso del ingenio para imponerse a la fuerza bruta) ¡°representan el primer esfuerzo de los americanos negros para definirse a s¨ª mismos a trav¨¦s del arte de contar historias; un intento heroico por parte de los esclavos de transformar el material crudo de su experiencia en un formato de ficci¨®n¡±, seg¨²n el catedr¨¢tico de literatura negro Robert Bone.
El debate se divide, por tanto, entre los que ven al T¨ªo Remus como una reformulaci¨®n del T¨ªo Tom (creado por Harriet Beecher Stowe, el T¨ªo Tom era un buen cristiano que perdonaba la crueldad perpetrada sobre los esclavos sin hacer nada al respecto y hoy existe como una etiqueta despectiva para los negros que traicionan su causa adapt¨¢ndose al sistema blanco) y los que aprecian que Remus no caiga en estereotipos raciales como la sonrisa ignorante, los ojos en blanco o la actitud de sainete. Remus tampoco esconde sus emociones, sino que es una figura independiente e influyente en la paradisiaca plantaci¨®n que dice lo que piensa y ejerce autoridad sobre los ni?os blancos. Al final de la pel¨ªcula, Remus y el chaval se dan la mano y corren juntos por la colina. Una imagen revolucionaria en 1946 que hoy no es suficiente.
Disney sigue atrapada en su obsesi¨®n con postularse como el ¨²ltimo baluarte cultural donde nadie sale ofendido
Canci¨®n del sur se reestren¨® en 1956, en 1972, en 1980 y en 1986 ya asentada como un cl¨¢sico nost¨¢lgico sobre la amistad interracial y con motivo de la apertura de Splash Mountain, la atracci¨®n de Disneylandia inspirada en los cuentos del T¨ªo Remus que, al no estar narrada por ¨¦l sino por uno de los animales, existe hoy desprovista de todo su significado original.
Desde entonces, Disney se ha comportado como si la pel¨ªcula no existiera, elimin¨¢ndola de su lista de cl¨¢sicos oficiales, nunca edit¨¢ndola en formato dom¨¦stico alguno (aunque s¨ª la lanz¨® en algunos mercados internacionales, donde el expresidente de Disney Michael Eisner aclar¨® que ¡°la esclavitud es un asunto menos controvertido¡±) ni emiti¨¦ndola en televisi¨®n. El actual presidente de la compa?¨ªa, Bob Iger (y, seg¨²n los rumores, futuro candidato a la Casa Blanca) la describe como ¡°anticuada¡± y ¡°bastante ofensiva¡±.
En 2017, Whoopi Goldberg fue declarada como ¡°leyenda Disney¡± durante una convenci¨®n de la compa?¨ªa y la actriz aprovech¨® para pedir p¨²blicamente el relanzamiento de Canci¨®n del sur. ¡°Solo as¨ª podremos entablar una conversaci¨®n sobre lo que es, de d¨®nde viene y por qu¨¦ se estren¨®¡±, explic¨® la actriz, quien es adem¨¢s coleccionista de memorabilia racistas porque considera que para avanzar es esencial conocer los errores del pasado.
En 2006 la propia actriz apareci¨® en un v¨ªdeo, incluido en las ediciones en DVD de los dibujos animados de Looney Toones, en el que avisaba de que ¡°algunas de estas historias reflejan prejuicios que eran comunes en la sociedad americana, especialmente en el tratamiento de minor¨ªas raciales y ¨¦tnicas. Estas bromas estaban mal entonces y est¨¢n mal hoy, pero eliminarlas ser¨ªa lo mismo que decir que nunca existieron, as¨ª que aqu¨ª est¨¢n para reflejar con rigor una parte de nuestra historia que ni puede ni debe ser ignorada¡±. Precisamente, el motivo oficial por el que Disney nunca edit¨® Canci¨®n del sur en VHS, DVD o Blueray es porque una de las pol¨ªticas de la empresa es no incluir este tipo de advertencias: su contenido debe ser blanco y sin matices.
Ya en 1946 la asociaci¨®n negra NAACP cuestion¨® que, en su af¨¢n por no ofender al p¨²blico del norte ni al del sur, Disney contribu¨ªa a perpetuar una distorsi¨®n de la historia presentando una imagen glorificada de la esclavitud y una relaci¨®n id¨ªlica entre el esclavo y su amo. M¨¢s de siete d¨¦cadas despu¨¦s, Disney sigue atrapada en su obsesi¨®n con postularse como el ¨²ltimo baluarte cultural donde nadie sale ofendido.
Los directores de Buscando a Dory reescribieron el final, en el que unas orcas acababan viviendo en un parque tem¨¢tico acu¨¢tico, porque no quer¨ªan ¡°mirar atr¨¢s dentro de 50 a?os y que Buscando a Dory fuese su Canci¨®n del sur¡±. En cuanto Disney absorbi¨® a Fox, varios accionistas se mostraron preocupados porque la comedia Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019) contase la historia de un ni?o y su amigo imaginario Adolf Hitler: podr¨ªa ofender a una parte de su p¨²blico. Del mismo modo, la petici¨®n popular de que Elsa tenga una novia en Frozen II fue ignorada por temor a que los hom¨®fobos boicoteasen la secuela de la pel¨ªcula m¨¢s exitosa de su historia.
Disney se ha comportado como si la pel¨ªcula no existiera, elimin¨¢ndola de su lista de cl¨¢sicos oficiales, nunca edit¨¢ndola en formato dom¨¦stico ni emiti¨¦ndola en televisi¨®n
Y esa historia est¨¢ llena de racismo. El lobo de Los tres cerditos se disfrazaba de vendedor ambulante jud¨ªo, el rey de los monos de El libro de la selva cantaba (con la voz de Louis Prima, hijo de sicilianos que simulaba ser negro en el doblaje) que quer¨ªa ser civilizado como Mowgli, Mickey Mouse se pintaba la cara de negro en el corto El melodrama y los indios de Peter Pan ca¨ªan en todos los estereotipos posibles. La leyenda urbana de que el propio Walt Disney era un reaccionario (alimentada, en su origen, por trabajadores despedidos tras una huelga en 1941) recurre a detalles como su testimonio voluntario durante la caza de brujas anticomunista en Hollywood, su descripci¨®n de una escena de Blancanieves y los siete enanitos como ¡°los enanos se apilan unos sobre otros como una hacina de negros¡±, los cuervos de Dumbo que respond¨ªan a los clich¨¦s afroamericanos y que hoy no aparecen en ninguna Disney Store o el mechero que ten¨ªa Minnie Mouse en un corto de 1932 con una esv¨¢stica grabada.
Una paradoja que encaja con la an¨¦cdota que contaba el guionista de Sister Act, Paul Rudnick, cuando se reuni¨® con unos ejecutivos que mientras le advert¨ªan de que no satirizase con la Iglesia cat¨®lica, se negaban a contratar a Whoopi Goldberg porque el p¨²blico racista del medio oeste podr¨ªa rechazarla y debat¨ªan sobre si la sirenita Ariel era lo suficientemente ¡°follable¡±. Sea o no cierta la rumorolog¨ªa en torno al racismo de Walt Disney, el reino m¨¢gico que ¨¦l construy¨® con su imaginaci¨®n parece cada d¨ªa m¨¢s acorralado en su propia muralla de correcci¨®n pol¨ªtica.
En 1989 un matrimonio demand¨® a Disneyland porque les detuvieron por robar en la tienda de regalos y en las oficinas del parque sus hijas, de 5 y 2 a?os, vieron a los trabajadores disfrazados pero sin la cabeza puesta y fumando
Recientemente se anunci¨® que el remake en acci¨®n real de La dama y el vagabundo, que se estrenar¨¢ en Disney+, no incluir¨¢ a los gatitos siameses que parodiaban el estereotipo de que los orientales no son gente de fiar. El a?o pasado Disney cedi¨® a la pol¨¦mica de las redes sociales y despidi¨® a James Gunn, director de Guardianes de la galaxia, por unos tuits de 2012 en los que bromeaba sobre la pedofilia (despu¨¦s lo readmiti¨®, presionada por los actores de la pel¨ªcula).
En 1989 un matrimonio demand¨® a Disneyland porque les detuvieron por robar en la tienda de regalos y en las oficinas del parque sus hijas, de 5 y 2 a?os, vieron a los trabajadores disfrazados pero sin la cabeza puesta y fumando. El trauma de las ni?as llev¨® al matrimonio a pedir un mill¨®n de d¨®lares en compensaci¨®n (sufrir¨ªan escalofr¨ªos en la Puerta del Sol de Madrid, donde hay m¨¢s mu?ecos con una cabeza humana sali¨¦ndoles del cuello que sin ella) y Disney lleg¨® a un acuerdo econ¨®mico para evitar ir a juicio: desde entonces, los actores de los parques tem¨¢ticos de Disney est¨¢n obligados a actuar como su personaje incluso durante sus descansos.
La cruda realidad no deja de enturbiar la magn¨ªfica ilusi¨®n orquestada por Disney, pero ellos siguen custodi¨¢ndola con fervor. Quiz¨¢ les vendr¨ªa bien bajar la guardia y limitarse a justificarse como hac¨ªa el T¨ªo Remus: ¡°Yo solo soy un viejo cansado que no hace nada excepto contar historias que nunca le han hecho mal a nadie. Y si no hacen el bien, ?c¨®mo es que duran tanto?¡±.
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