El cielo visto por Cervantes
El escritor dio muestras de su conocimiento astron¨®mico en su obra 'La gitanilla'. Hay quienes piensan que bautiz¨® uno de los sat¨¦lites de J¨²piter
El Quijote es el experimento biogr¨¢fico de Cervantes, un hombre vivido que, entre otras cosas, supo interpretar la gram¨¢tica del cielo, llegando incluso a bautizar sat¨¦lites. Lo hizo cuando public¨® sus?Novelas ejemplares, colecci¨®n de relatos cortos donde aparece el titulado La gitanilla, obra de car¨¢cter realista y que trae un romance revelador a la hora de conocer el inter¨¦s de Cervantes por la astronom¨ªa.
Ah¨ª van algunas de sus l¨ªneas:
¡ Junto a la casa del Sol va J¨²piter; que no hay cosa dif¨ªcil a la privanza fundada en prudentes obras. Va la Luna en las mejillas de una y otra humana diosa; Venus casta, en la belleza de las que este cielo forman. Peque?uelos Ganimedes cruzan, van, vuelven y tornan por el cinto tachonado de esta esfera milagrosa.
Con esto, Cervantes da muestras evidentes de su conocimiento acerca de la danza c¨®smica que se traen planetas y sat¨¦lites. Lo que resulta tambi¨¦n curioso es que las Novelas ejemplares est¨¢n fechadas en junio de 1613 y es, en ese mismo a?o, meses m¨¢s tarde, en octubre, cuando en la Feria de Ratisbona, dos hombres sellan su amistad bajo el cielo fr¨ªo de Europa, el continente donde la materia empezaba a cobrar forma gracias a la revoluci¨®n cient¨ªfica.
Los dos hombres no s¨®lo comparten mesa y cervezas, tambi¨¦n comparten una sana afici¨®n por descifrar claves astron¨®micas. Uno es el astr¨®nomo imperial Kepler y el otro es Simon Marius, astr¨®nomo tambi¨¦n y que acepta la sugerencia que apunta su amigo, la de poner nombres de mitolog¨ªa a los sat¨¦lites de J¨²piter, aludiendo a Gan¨ªmedes. Este hecho, nos ofrece la posibilidad de llevar a Cervantes hasta su ¨¦poca y darnos cuenta del inter¨¦s que despertaba en ¨¦l todo lo referente a la astronomia. Aunque le quedaban pocos a?os de vida, la revoluci¨®n cient¨ªfica estaba en marcha, y ¨¦l no se la quer¨ªa perder. No estaba dispuesto. Porque Cervantes a¨²n ten¨ªa una vida interior a la que seguir alimentando. De ah¨ª la capacidad de asombro del escritor ante la materia de la que est¨¢n hechos los cielos.
De tal manera, podemos desechar que Cervantes y Kepler tomaran cervezas juntos y, por lo tanto, que Kepler se fuese de la lengua mientras Cervantes pon¨ªa atenci¨®n. En todo caso, lo de dar nombre a los ¡°Peque?uelos Ganimedes que cruzan, van, vuelven y tornan¡±, a Cervantes le lleg¨® hasta los o¨ªdos por ser asunto conocido en ambientes de alta cultura de la ¨¦poca, atm¨®sferas por donde el escritor tambi¨¦n se movi¨®. Tal vez la afici¨®n de Kepler por compartir sus descubrimientos hiciera que Simon Marius no fuese el primero a quien Kepler nombrase los sat¨¦lites de J¨²piter en clave mitol¨®gica: ?o, Europa, Ganimedes y Calisto.
De esta manera, es posible imaginar que Cervantes escuchase alguna conversaci¨®n en aquellas atm¨®sferas por donde, de vez en vez, se mov¨ªa; y tomase nota, interesado como estaba en conocer los secretos del tejido c¨®smico que nos envuelve. De hecho, su c¨¦lebre personaje dijo que el caballero andante ¡°ha de ser astr¨®logo, para conocer por las estrellas cu¨¢ntas horas son pasadas de la noche y en qu¨¦ parte y en qu¨¦ clima del mundo se halla; ha de saber las matem¨¢ticas, porque a cada paso se le ofrecer¨¢ tener necesidad de ellas¡±.
Por estas cosas, Don Quijote hizo de la caballer¨ªa andante una ciencia.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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