Los dientes y el Quijote
Aunque un mal catarro pudiese dejar sin dientes algunas bocas, en tiempos cervantinos la odontolog¨ªa no era considerada ciencia
En la ¨¦poca de Cervantes, los dentistas combinaban su oficio con el de barberos sangradores. De la misma manera que afeitaban, extra¨ªan muelas y aplicaban sanguijuelas. Sin m¨¢s ciencia que la de sus navajas, los barberos de entonces hac¨ªan sangr¨ªas como si marcasen patillas.
Por ejemplo, el poste de barbero que hoy lucen los establecimientos m¨¢s hipster tuvo su origen en otro que se representaba con vendajes sangrientos enrollados. Los barberos anunciaban sus servicios con crudeza, ya dijimos que eran otros tiempos; una ¨¦poca de claroscuros y contrastes donde un mal catarro pod¨ªa dejar sin dientes algunas bocas, tal y como le ocurri¨® a Do?a Rodr¨ªguez con la suya, cuando se mostr¨® ante don Quijote para aclararle: ?Mi alma tengo en las carnes y todos mis dientes y muelas en la boca, am¨¦n de unos pocos que me han usurpado unos catarros, que en esta tierra de Arag¨®n son tan ordinarios.?
Sin embargo, a pesar de la estrecha relaci¨®n entre problemas de salud y problemas dentales, en tiempos cervantinos la odontolog¨ªa no era considerada ciencia; los m¨¦dicos de entonces despreciaban todo lo que tuviera relaci¨®n con la boca. De esta manera, charlatanes y barberos se ocupaban de poner sus tenazas al fuego para extraer muelas a tirones. En realidad, era un m¨¦todo que no carec¨ªa de efectividad, pues respond¨ªa a un planteamiento simple: si no hay pieza, no hay dolor. Lo que sucede es que una boca sin muelas es igual al molino sin piedra, por decirlo a la manera cervantina tras el episodio que llev¨® a don Quijote a confundir manadas de carneros con ej¨¦rcitos, y del que saldr¨ªa con la dentadura maltrecha. Hasta ese momento, Alonso Quijano presum¨ªa de tener la boca tan sana que en toda su vida le hab¨ªan sacado diente ni muela, como tampoco se le hab¨ªa ca¨ªdo ¡°ni comido de neguij¨®n, ni de reuma alguna¡±.
El neguij¨®n y el reuma, a los que hace referencia don Quijote, son dolencias dentales que hoy conocemos como caries y como placa infecciosa. Para ser m¨¢s acertados, en la ¨¦poca de Cervantes la caries era causa de un gusano invisible al que se combat¨ªa de ra¨ªz con la punta de una aguja puesta al fuego. Por otro lado, el reuma dental se correspond¨ªa con la gingivitis o corrimiento de las enc¨ªas que era debido a un proceso inflamatorio.
Tendr¨¢ que pasar tiempo para que la caries dejase de ser causa de un gusano invisible y de eso se encargar¨¢ Pierre Fauchard cuando, en el a?o 1728, entregue a la imprenta su tratado Le chirurgien dentiste (El dentista cirujano); trabajo fundacional de la odontolog¨ªa donde se tratan los signos de la enfermedad bucal, as¨ª como se explica el m¨¦todo para sacar muelas con caries y no trocearlas durante su extracci¨®n. Con unas ilustraciones al detalle, Fauchard nos va se?alando los pasos a seguir para realizar las curas.
La historia de este m¨¦dico da comienzo en la Marina Real donde se enrola siendo un adolescente y donde aprende que los marinos que hac¨ªan viajes largos sufr¨ªan de ulceraci¨®n en las enc¨ªas provocada por la falta de vitamina C, enfermedad conocida como escorbuto. La curiosidad de Fauchard no tuvo l¨ªmites y gracias a ella, los postes de barbero empezaron a perder su significado original.
Adaptando instrumentos de relojeros y joyeros -herramientas precisas y delicadas a la vez- Fauchard puso en pr¨¢ctica la cirug¨ªa maxilofacial. Tambi¨¦n emple¨® marfil para reemplazar piezas. Lo hizo igual a un orfebre que engastase una piedra en un anillo, demostrando que el dentista no s¨®lo ha de poseer el ¨ªmpetu de un mec¨¢nico, sino que tambi¨¦n ha de contar con el tacto de un artesano. Como acert¨® a decir don Quijote tras el episodio de los carneros, ¡°en mucho m¨¢s se ha de estimar un diente que un diamante¡±.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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