Yin y yang
La elecci¨®n de Rosario Piedra es un "mayoritazo" que abre m¨¢s dudas en la relaci¨®n entre el Gobierno de M¨¦xico y la legalidad
El asilo concedido por el gobierno mexicano a Evo Morales ha acaparado nuestro debate p¨²blico en los recientes d¨ªas. Tantos se centraron en arg¨¹ir y redarg¨¹ir en torno al expresidente de Bolivia, que su llegada a M¨¦xico logr¨® opacar asuntos de mayor trascendencia para la vida interna del pa¨ªs, como el truculento relevo de titular en la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que el partido en el poder instrument¨® cual aplanadora, al estilo del viejo PRI, salt¨¢ndose toda clase de reglamentaciones, tanto en el perfil de la elegida (Rosario Piedra, una exconsejera nacional de Morena) como en los procedimientos de votaci¨®n legislativa. Nada: pese a este episodio de ¡°mayoritazo¡±, que abre m¨¢s dudas de las ya existentes en torno a la relaci¨®n entre el gobierno y la legalidad, fue el tema del asilo a Morales y no el de la CNDH el que se qued¨® con los reflectores.
Quiz¨¢ esto se deba a que la CNDH no es un organismo demasiado popular entre nosotros (abundan los reaccionarios que sostienen que su funci¨®n ha sido ¡°defender delincuentes¡±, y el propio presidente L¨®pez Obrador se embarc¨® en las ¨²ltimas semanas en una campa?a cr¨ªtica a sus labores). Pero m¨¢s que eso, lo que define cualquier debate hoy mismo es la agenda p¨²blica del mandatario y, en ella, el papel de ¡°rescatista¡± de Evo Morales pesa m¨¢s que el tema de los derechos humanos (en el que no cuenta con material para autocelebrarse). Y en M¨¦xico, sabemos, todo se trata de asumir una postura blanca o negra en este yin y yang que tenemos montado. Todo se trata de si est¨¢s con el presidente o en su contra y si puedes usar tus argumentos para defenderlo o meterle un tortazo. As¨ª, nuestra discusi¨®n pol¨ªtica consiste en una serie de diatribas cruzadas (exageradas, en ocasiones, hasta la caricatura) entre los partidarios del gobierno de L¨®pez Obrador y sus detractores (que, aunque son una minor¨ªa, podr¨ªan estar creciendo, seg¨²n una encuesta de El Universal del 15 de noviembre, que se?ala que la aprobaci¨®n del mandatario cay¨® diez puntos en tres meses, para ubicarse en 58,7%).
Y el debate lleva meses en punto muerto porque, ante cada situaci¨®n, incidente o episodio que se presente, sabemos de antemano que unos defender¨¢n lo que diga el presidente y otros asumir¨¢n lo contrario. Y el caso de Evo Morales no es una excepci¨®n. Mientras los seguidores del gobierno han convertido la figura del depuesto mandatario boliviano en la de un santo laico, minimizando las evidencias de ¡°legalidad flexible¡± de sus ¨²ltimos tiempos en el poder, los opositores lo llamaron ¡°dictador¡± y exigieron que no se le diera asilo (lo que hubiera sido una salvajada diplom¨¢tica y humana) y se le dejara en manos del gobierno de facto que se ha apoderado de Bolivia. Pero no. A M¨¦xico no le corresponde inmiscuirse en una l¨®gica partidaria en ning¨²n sentido. Ni mover un dedo para que Morales fortalezca su posici¨®n personal ni, mucho menos, para apuntalar al gobierno de facto por el que nadie vot¨®.
La urgencia es otra. Hoy mismo, la escalada de violencia en Bolivia amaga convertirse en una guerra civil. Y la postura mexicana deber¨ªa trascender el mero juego en torno a lo que creemos que les conviene o no al presidente y su canciller, Marcelo Ebrard. M¨¦xico podr¨ªa jugar un rol importante en una misi¨®n de mediaci¨®n que evite un ba?o de sangre peor al que ya se ha producido y colabore en el ¨²nico fin leg¨ªtimo posible: la convocatoria y realizaci¨®n de unas elecciones libres en Bolivia que instalen un gobierno democr¨¢tico. Y eso, me parece, tendr¨ªa que ser indiscutible. Aunque seguro hasta por eso nos pelear¨ªamos. Ya nos conocen¡
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