?Qu¨¦ hay de com¨²n en las protestas?
Hay un abanico muy amplio y diverso de asuntos. Que tienen que ver con econom¨ªa, distribuci¨®n del ingreso, una institucionalidad p¨²blica cuestionada y una extendida percepci¨®n de marginaci¨®n
En no menos de 20 pa¨ªses la noticia central en estas semanas es la protesta social. Razones variadas, situaciones nacionales diferentes y una diversidad de agendas en los reclamos; pero explosi¨®n globalizada que se ve imparable. En todos los continentes.
En una edici¨®n reciente de The Economist se enlista algunas de las m¨¢s notables en curso: Argelia, Bolivia, Catalu?a, Chile, Ecuador, Francia, el Reino Unido, Guinea, Hait¨ª, Honduras, Hong Kong, Irak, Kazajist¨¢n, L¨ªbano y Pakist¨¢n. La lista se queda corta. No figura Ir¨¢n, con protestas sociales desde hace semanas por el precio de los combustibles, y otros que, como Colombia, estallaron reci¨¦n.
Las principales caracter¨ªsticas compartidas en este proceso globalizado pueden ayudar a entenderlo y a imaginar sus proyecciones, posibles resultados y riesgos en salidas autoritarias o populistas. Dejo de lado las teor¨ªas conspirativas que pretenden explicarlo todo; la mano invisible de Maduro¡ O de quien fuera, que no se puede sostener con pruebas. Esto no niega, obviamente, que en toda situaci¨®n de convulsi¨®n habr¨¢ quienes quieran aprovechar y ¡°pescar a r¨ªo revuelto¡±.
Con todas sus particularidades y diferencias de fondo, destacan tres aspectos en com¨²n a partir de lo cual se puede avizorar el curso de las cosas y respuestas necesarias.
Primero, el grueso de ocupantes de la calle es gente joven y, por lo general, razonablemente informada, de clase media y con capacidad de destinar tiempo y energ¨ªa a la protesta. Personas arrinconadas en la extrema pobreza dif¨ªcilmente podr¨ªan ser el n¨²cleo de esta ola contestataria sostenida. Clase media, adem¨¢s, en la que las expectativas frustradas operan como un gatillador arborescente de atracci¨®n de otras generaciones.
Segundo, reclamos cuya esencia no tiene una naturaleza calificable de ¡°economicista¡±. Lo que hay en com¨²n tiene m¨¢s que ver con expectativas frustradas y con las brechas que separan a la gente de la institucionalidad p¨²blica, as¨ª como la distribuci¨®n inequitativa del poder, no solo de los ingresos. Mucho en com¨²n, as¨ª, entre quienes reclaman en Chile ser o¨ªdos en sus reclamos hasta los chalecos amarillos en Francia, marginados por la institucionalidad, pasando por quienes llenan las plazas semanalmente en Argelia reclamando democracia. Tercero, las redes sociales que le dan a las protestas no solo da una velocidad e impacto espectaculares ¡ªdejando inertes a los sistemas de seguridad y previsi¨®n del Estado¡ª y favorece una masividad sostenida sin que caudillos(as) sean imprescindibles. Ocurri¨® antes en T¨²nez o Egipto y hoy eso se ve en Chile, Hong Kong y en todos lados.
Est¨¢ de por medio un abanico muy amplio y diverso de asuntos. Que tienen que ver con econom¨ªa, distribuci¨®n del ingreso, una institucionalidad p¨²blica cuestionada, y, en general, una extendida percepci¨®n de marginaci¨®n. La salida no puede apuntar, entonces, a soluciones tecnocr¨¢ticas o unidimensionales sino a pasos mayores e imaginativos. Que tienen que ver, entre otras cosas fundamentales, nada menos que con las modalidades de ejercicio del poder.
En ello, la importante ¡ªpero insuficiente¡ª elecci¨®n peri¨®dica de quienes ocupan cargos p¨²blicos reclama una institucionalidad creativa y vigorizada que dialogue, escuche y vaya ajust¨¢ndose a una sociedad que se retroalimenta de informaci¨®n, impaciencia y frustraciones; pero tambi¨¦n de esperanzas.
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