De un tropez¨®n a otro
Urge nutrirse de la rica din¨¢mica social que est¨¢ diciendo, a gritos y con millones de personas en las calles, que es necesario construir un nuevo pacto social
Escuchaba a un analista hablar de la ¡°crisis latinoamericana de la democracia representativa¡±. Siendo eso cierto, el bosque es m¨¢s frondoso que ese ¨¢rbol solitario. Tres constataciones son centrales.
Primero: la reducci¨®n latinoamericanista. Es equivocada y simplista. Omite que si la democracia representativa, su sistema de partidos y sus formas de legitimaci¨®n est¨¢n en crisis en Am¨¦rica Latina, tambi¨¦n lo est¨¢ en otras partes del mundo.
Sea porque esta no lleg¨® a concretarse nunca ¡ªpor ejemplo, Rusia o muchos pa¨ªses asi¨¢ticos y africanos¡ª o porque esa crisis es simult¨¢neamente evidente en muchos pa¨ªses de la democr¨¢tica Europa. Ausentismo en las urnas, d¨¦bil legitimidad de los sistemas de representaci¨®n, ineficiente reiteraci¨®n electoral (Espa?a, Gran Breta?a, etc.) y la tentaci¨®n por la ¡°acci¨®n directa¡± (?los chalecos amarillos en Francia?) no son monopolio latinoamericano. Y tambi¨¦n el aumento en la distribuci¨®n desigual de los ingresos.
Segundo: prevalecen en la regi¨®n reg¨ªmenes democr¨¢ticos, con problemas y debilidades, pero democracias, a fin de cuentas; con gobernantes elegidos, libertad de expresi¨®n y criterios democr¨¢ticos entre la gente. La crucial ¡°foto¡± de las actuales protestas latinoamericanas, est¨¢ en una din¨¢mica social y pol¨ªtica que se sit¨²a en un escal¨®n distinto del desarrollo democr¨¢tico.
El eje prevaleciente ya no es salir de dictaduras y obtener la posibilidad de elegir libremente a los gobernantes, sino la exclusi¨®n en el proceso de toma de decisiones y la calidad de la vida cotidiana con asuntos como el acceso a servicios p¨²blicos como la educaci¨®n, la salud o el transporte. Cierto, tambi¨¦n, que este despertar ciudadano, por lo que podr¨ªamos llamar el ¡°segundo piso de la democracia¡±, es respondido a veces con violencia y violaciones a derechos humanos como se expresa en graves denuncias por los hechos recientes en Ecuador o en Chile.
No obstante, es tambi¨¦n verdad que la ¡°brisa bolivariana¡± en algunos pa¨ªses ¡ªpocos, felizmente¡ª retrotrae las cosas en esos casos a asuntos m¨¢s b¨¢sicos y elementales al revivir viejas pr¨¢cticas autoritarias. Pero esta tendencia, felizmente, no es creciente ni est¨¢ en expansi¨®n.
Tercero: fracaso del actual sistema de representaci¨®n. Urge nutrirse de la rica din¨¢mica social que est¨¢ diciendo, a gritos y con millones de personas en las calles, que es necesario construir un nuevo pacto social.
Ese redise?o est¨¢ brotando de las demandas de la gente contra la exclusi¨®n como la de los ind¨ªgenas ecuatorianos en la CONFENIAE o millones de chilenos por ser tratados con dignidad en la educaci¨®n, las pensiones o la salud p¨²blica. Esto no excluye eventuales cambios inmediatos impostergables en altos funcionarios p¨²blicos, pero que apunta, m¨¢s all¨¢, a institucionalizar un di¨¢logo con la gente que enriquezca la jaqueada democracia representativa con piezas fundamentales de participaci¨®n directa.
Como canciller peruano me toc¨® proponer el 2001 el primer borrador de lo que fue la Carta Democr¨¢tica Interamericana adoptada en setiembre de ese a?o. El rico debate en torno al proyecto peruano se enriqueci¨® conceptualmente con el a?adido de una democracia con una ¡°participaci¨®n permanente, ¨¦tica y responsable de la ciudadan¨ªa¡± (art¨ªculo 2), como ¡°condici¨®n necesaria para el pleno y efectivo ejercicio de la democracia¡± (art¨ªculo 6).
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