La encrucijada pol¨ªtica y la investidura
El debate en Catalu?a no es identitario como pretenden los independentistas. Oculta y tergiversa la verdadera cuesti¨®n que preocupa a los ciudadanos: la situaci¨®n econ¨®mica y la distribuci¨®n del bienestar
La actualidad de la pol¨ªtica espa?ola refleja un panorama dif¨ªcil de entender por amplios sectores de la ciudadan¨ªa, y la falta de soluciones y el estancamiento de las instituciones impulsan una deriva de rechazo de la pol¨ªtica y sus actores que, encerrando una peligrosidad muy seria para la convivencia, provoca reacci¨®n de bastantes espa?oles ante el carrusel de disparates y la falta en muchos de los pol¨ªticos actuales de aptitud y actitud para hacer frente a los complejos retos pendientes.
Si empezamos por la investidura, la sensaci¨®n de improvisaci¨®n, cambios en la idoneidad de los socios y movimientos cortoplacistas desplegados por el candidato parecen estar basados en la estrategia de un publicista que confunde la acci¨®n pol¨ªtica con los golpes de efecto, la ingeniosidad de los mensajes y la capacidad de decir lo uno y lo contrario como si fu¨¦ramos de memoria fr¨¢gil o considerados simplemente idiotas.
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Tiene el candidato toda la legitimidad para escoger sus socios con quienes lograr la mayor¨ªa parlamentaria para superar la investidura y conformar un Gobierno estable, pero los ciudadanos exigimos transparencia de los t¨¦rminos de los acuerdos y que no se nos despache con juegos confusos y ambiguos de palabras, tendentes a esconder posibles obscenidades pol¨ªticas. El riesgo de las propuestas puede ser apoyado mayoritariamente, pero nunca ser¨¢ defendido un pacto oscuro y envuelto en una nube de ambig¨¹edades.
Cuando los independentistas manifiestan que carecen de inter¨¦s en la gobernaci¨®n de Espa?a es bastante improbable que cualquier pacto que se alcance pueda funcionar. Sencillamente, porque no ser¨¢ sincero y, adem¨¢s, con toda probabilidad carecer¨¢ de animus negociandi. Tampoco es un buen s¨ªntoma de credibilidad para la sinceridad de sus prop¨®sitos cuando ningunean al jefe del Estado y se saltan a la torera la ronda de consultas del Rey, para designar candidato a la investidura. La ley no es un bufet de canap¨¦s que se escoge al gusto lo que se cumple y no se cumple. Este es habitualmente el comportamiento de los pol¨ªticos que desprecian el derecho como norma democr¨¢tica de la convivencia y navegan en el autoritarismo.
No se trata entonces de un pacto para la investidura del presidente del Gobierno. Ser¨¢ en todo caso algo que sirva al candidato para saltar la barrera num¨¦rica de votos para acceder democr¨¢ticamente al cargo de presidente, y a los otros firmantes, para avanzar en sus pretensiones de desbordar el marco constitucional.
Pero hay m¨¢s. Oriol Junqueras afirma en una reciente entrevista que est¨¢ preso por poner las urnas. Miente a sabiendas. Est¨¢ condenado en un juicio justo por saltarse la ley como norma de convivencia e intentar sustituirla por la fuerza de los hechos o la del m¨¢s pillo.
La iniciativa de romper el c¨ªrculo vicioso catal¨¢n del independentismo merece un apoyo sin fisuras. El conflicto pol¨ªtico no se resuelve con la leg¨ªtima actuaci¨®n judicial. El problema catal¨¢n tiene muchas y variadas razones y es una asignatura pendiente de la historia contempor¨¢nea de Espa?a.
A sus ra¨ªces hist¨®ricas y los sentimientos identitarios muy enraizados en amplias capas de la ciudadan¨ªa, se unen los inconfesables y tradicionales deseos de sectores de la burgues¨ªa catalana de conseguir privilegios, la falta de visi¨®n de unos cuadros pol¨ªticos cuyo ¨²nico m¨¦rito ha sido pegar codazos certeros para ascender en el seno de las estructuras burocr¨¢ticas de sus partidos y que est¨¢n pose¨ªdos por la enso?aci¨®n de manejar Catalu?a como un huerto propio.
Pero, en mi opini¨®n, la raz¨®n fundamental est¨¢ generada por la implosi¨®n de amplias capas de las clases medias hacia una identificaci¨®n temporal, que pudiera transformarse en permanente, con el independentismo, porque supone el camino para superar los rigores de las consecuencias de la crisis econ¨®mica. Pertenecer a Espa?a limita las posibilidades del bienestar de los ciudadanos catalanes y drena los recursos generados.
Es intolerable que los indepenentistas ordenen: ¡°Espa?a, te sientas, y hablamos de lo que te diga¡±
Esta falacia y este argumento populista son los inspiradores de aquella campa?a de las balanzas fiscales, fundamentan el eslogan ¡°Espa?a nos roba¡± y suponen una simplificaci¨®n de las complejas relaciones econ¨®micas y sociales que acrisolan la identidad espa?ola de Catalu?a en el marco europeo y que sit¨²an la manipulaci¨®n de los independentistas como una de las mayores falsificaciones en la pol¨ªtica contempor¨¢nea.
Los fundamentos del agitprop de este nacionalismo catal¨¢n de vocaci¨®n tard¨ªa y ahist¨®rico son, por encima de todo, profundamente reaccionarios.
Desgraciadamente, entra en lo previsible que Artur Mas, llegado el momento oportuno, para eludir sus responsabilidades y la impopularidad consustancial a las medias necesarias en la gesti¨®n de la crisis econ¨®mica, abanderara esta pol¨ªtica de manera tan mezquina. Pero resultan poco admisibles las simpat¨ªas que semejantes prop¨®sitos pol¨ªticos despiertan en algunos c¨ªrculos de la izquierda y entre los que destaca el car¨¢cter bail¨®n por err¨¢tico del secretario general de los socialistas catalanes y el circunspecto l¨ªder de la UGT, que por el momento ha aparcado en un armario el principio del universalismo de la lucha obrera y va por barrios. Comenzando por los m¨¢s pudientes.
La terap¨¦utica que el problema demanda combina la firmeza institucional y desplegar pol¨ªticas que combatan las verdaderas inquietudes de las clases medias.
El debate en Catalu?a no es hoy en d¨ªa identitario como pretenden los representantes del independentismo, ocultando y tergiversando la verdadera cuesti¨®n que preocupa como en todo el mundo a las clases medias en un universo cargado de interrogantes econ¨®micas de futuro y donde los mecanismos de distribuci¨®n del bienestar est¨¢n lesionados de manera severa. La aparici¨®n de los nacionalismos con sus f¨®rmulas milagrosas es algo que consta en los libros de historia y sus consecuencias ensombrecieron a Europa en el siglo pasado. En aquellas d¨¦cadas, un l¨²cido periodista, Manuel Chaves Nogales, lo dej¨® reflejado en sus escritos period¨ªsticos del peri¨®dico Ahora,recogidos en un librito, ?Qu¨¦ pasa en Catalu?a? (editorial Almuzara), que parecen contemplar los acontecimientos de 2019.
Aunque el deseo de bajar del monte de los disparates a Esquerra Republicana de Catalunya y tratar de que acepte el marco de juego constitucional, defendiendo aquellos principios independentistas que desee o los que estime oportunos, puede ser para todas las fuerzas catalanas una magn¨ªfica oportunidad de superar este c¨ªrculo de empobrecimiento y enfrentamiento al que est¨¢ sometida arbitrariamente Catalu?a, siendo una iniciativa arriesgada, merece la pena intentarla y hasta fracasar en ello.
Los independentistas pueden y deben exigir di¨¢logo, pero es intolerable que ordenen al resto de espa?oles con la traducci¨®n aut¨¦ntica de su eslogan: ¡°Espa?a, te sientas, y hablamos de lo que te diga¡±.
Se equivocan los partidos de la derecha si utilizan esta iniciativa para activar la cuesti¨®n catalana, como dec¨ªa Chaves Nogales, ¡°como una rara sustancia que se utiliza como reactivo del patriotismo¡±.
Pero a¨²n m¨¢s si cierran las puertas a arbitrar otras mayor¨ªas para lograr la investidura, por mor de unos c¨¢lculos electoralistas de estrechas miras, estar¨¢n arrojando a S¨¢nchez al suicidio pol¨ªtico o al genocidio constitucional del independentismo. En ambos casos, el PP se convertir¨¢ en cooperador necesario. No debemos contemplar nuevas elecciones y menos estar ya enfrascados en la puesta en escena de las teatralizaciones para ver a qui¨¦n se le endosa la culpabilidad de este desatino. Sus consecuencias impredecibles las pagaremos todos. Sinceramente, los ciudadanos no nos merecemos este desprecio.
Por eso podemos parafrasear a Ortega y decir aquello de no es esto, no es esto.
Augusto Delkader es periodista.
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