James Rhodes y Pablo d¡¯Ors diseccionan la fe y el silencio
Todos tenemos fe. Incluso, solo una fe en nuestra propia falta de fe. Y todos rezamos, aunque de diferentes maneras, solo algunas de ellas religiosas.
No creo en Dios. Y sin embargo, a pesar de mis mejores esfuerzos, hay breves momentos en los que tengo que hacerlo. Cuando naci¨® mi hijo, por ejemplo, solo lat¨ªa un pensamiento en mi mente: Dios, no me importa si es muy inteligente, atl¨¦tico, guapo o gracioso, por favor, solo tr¨¢elo con 10 dedos en las manos, 10 dedos en los pies y sano. Apuesto a que todos los padres en la tierra sienten lo mismo en ese momento. Una s¨²plica desesperada por algo invisible e incognoscible, con la vana esperanza de que de alguna manera, esta vez, produzca un efecto.
Todos tenemos fe. Incluso, solo una fe en nuestra propia falta de fe. Y todos rezamos, aunque de diferentes maneras, solo algunas de ellas religiosas. Kierkegaard dijo que la funci¨®n de la oraci¨®n no es influir en Dios, sino cambiar la naturaleza de quien reza. Momentos antes de subir al escenario para tocar Chopin frente a 2.000 personas, tengo mi propio ritual privado que podr¨ªa llamarse oraci¨®n: incluso si no involucra a Dios. Su objetivo es cambiar mi naturaleza, encontrar algo de fe en m¨ª mismo. Los atletas rezan antes de los juegos. Los actores antes de rodar. Los pacientes que van a someterse a cirug¨ªa cuando cuentan hacia atr¨¢s desde 10. Los padres mientras esperan ansiosos que nazca su hijo. Los ni?os mientras escriben sus cartas a los Reyes. Es la ¨¦poca del a?o m¨¢s infantil y, en consecuencia, la m¨¢s inocente y hermosa para m¨ª.
Navidad y Reyes me recuerdan que mientras muchos de nosotros nos decidimos a ir al gimnasio, dejar de fumar, ahorrar dinero, comer m¨¢s sano, escribir ese libro, mi decisi¨®n m¨¢s vital es alentar una fe m¨¢s infantil en el mundo. Antes de Navidad, con un dolor indescriptible, puse mi fe en el sistema sanitario espa?ol y fui recompensado con las mejores enfermeras, m¨¦dicos y personal de apoyo que jam¨¢s haya experimentado.
Estuve en Buenos Aires para terminar el a?o. Argentina es un pa¨ªs donde el 41% de la poblaci¨®n vive en la pobreza y la grieta nunca ha sido m¨¢s aparente o m¨¢s aterradora. Sin embargo, a mi alrededor, vi personas que dec¨ªan creer que hab¨ªa un futuro mejor frente a ellos.
Veo, en mi amada Espa?a, la normalizaci¨®n del fascismo y al l¨ªder del partido pol¨ªtico de m¨¢s extrema derecha que surgi¨® en d¨¦cadas compartiendo bromas en El hormiguero durante la pasada campa?a electoral y siendo invitado al palco de jugadores del Real Madrid. Elijo creer que, al final, el sentido com¨²n y la humanidad prevalecer¨¢n.
En Peter Pan, JM Barrie escribe que ¡°en el momento en que dudas si puedes volar, renuncias para siempre poder hacerlo¡±. Y aunque es tan f¨¢cil dudar, elijo creer que la fe, por muy ingenua que sea, siempre ser¨¢ recompensada. Que S¨¢nchez aprobar¨¢ la nueva ley que protege a los ni?os contra la violencia como me prometi¨® hace 18 meses. Que puedo caminar en el escenario del Liceu e interpretar a Beethoven lo suficientemente bien. Que el Real Betis alg¨²n d¨ªa gane la Liga (prueba de una vez por todas de que Dios s¨ª existe). Que a pesar de que los tiempos son desafiantes de muchas maneras y para tanta gente, fundamentalmente todos somos buenas personas, conectadas por lazos comunes y aspirando a las mismas cosas: amar y ser amados, estar sanos, y encontrar un poco de paz en un mundo problem¨¢tico.
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