Los terrestres extraterrestres
El signo m¨¢s inhumano en este tiempo es la desprotecci¨®n de los ¡°ni?os perdidos¡±, de los menores aliens
DICEN QUE HAY un problema muy grande con la infancia y es el de la hiperprotecci¨®n. No estoy de acuerdo. Puede que en Espa?a haya una docena o dos de infantes sobreprotegidos, pero, en general, en este mundo, la infancia est¨¢ m¨¢s bien desprotegida. Quiz¨¢s el equ¨ªvoco radica en la idea que tenemos de protecci¨®n. Proteger ser¨ªa mantener a raya el peligro. La supuesta hiperprotecci¨®n, en realidad, consiste, b¨¢sicamente, por lo que se ve, en mantener a raya a los otros. A otros ni?os y ni?as. Sobre todo, a los aliens. As¨ª son denominados, aliens, en el lenguaje popular y en el de la ley, los ni?os migrantes en Estados Unidos. Para nosotros, todav¨ªa la primera acepci¨®n es la de extraterrestre. Pero los extraterrestres son cada vez m¨¢s terrestres y viceversa. Pasada la Navidad, hay noticias que ya se podr¨ªan publicar en primera p¨¢gina. Por ejemplo:
Cristo resulta ser un alien.
O un ¡°ni?o perdido¡±.
En Los ni?os perdidos, Valeria Luiselli cuenta su experiencia como traductora voluntaria ante una corte que decide sobre la suerte de los menores migrantes no acompa?ados. Hay una palabra precisa para definir a estas personas, ¡°indocumentadas¡±, pero la que est¨¢ en el ambiente y tambi¨¦n en la informaci¨®n es ¡°ilegales¡±. Una de las im¨¢genes que impact¨® a la escritora muestra a una pareja de ancianos sentados en sillas de playa con dos pancartas que asocian ¡°ilegal¡± con ¡°criminal¡±. La pareja viaj¨® muchos kil¨®metros para protestar contra la ubicaci¨®n de un centro de menores indocumentados en Oracle, Arizona. Valeria Luiselli, que despu¨¦s escribi¨® la gran novela Desierto sonoro, se pregunta qu¨¦ puede haber pasado en la mente de esas personas mayores y hacer semejante esfuerzo para repudiar a una gente de la que nada saben. En Estados Unidos hay m¨¢s de 100.000 menores migrantes en centros de detenci¨®n. Seg¨²n el reciente estudio de Naciones Unidas Ni?os privados de libertad, hay en el planeta siete millones de menores de 18 a?os en c¨¢rceles y bajo custodia policial.
El signo m¨¢s inhumano en este tiempo es la desprotecci¨®n de los ¡°ni?os perdidos¡±, de los menores aliens. Y el verdadero peligro es esa raya con filo de sable: nosotros y los otros.
Est¨¢ tambi¨¦n muy de actualidad el concepto ¡°suicidio demogr¨¢fico¡±. En Espa?a y en gran parte de Europa. La inquietud por la baja natalidad. En muchos lugares es noticia excepcional el nacimiento de un ni?o o una ni?a. Y hay procesiones para ir a ver a la nueva criatura. No me gusta nada esa expresi¨®n, la de ¡°suicidio demogr¨¢fico¡±, y menos si se aplica a la Espa?a vaciada. Da a entender que el hundimiento es voluntad de quienes sufren el naufragio, y no de un proceso de abandono que desahucia el lugar y lo convierte en deslugar. Hay mucho cinismo en la ret¨®rica natalista institucional.
La gente de Ver¨ªn, en Galicia, se ha movilizado como nunca antes en protesta por el cierre del ¨²nico paritorio de la gran comarca fronteriza y la supresi¨®n de la atenci¨®n pedi¨¢trica. El cinismo es ya total en aquellos que reprochan al feminismo ser causa de la baja natalidad, a la vez que hostigan y tratan de expulsar a la nueva poblaci¨®n migrante.
Cuando no nacen, malo. Cuando nacen, no se sabe muy bien qu¨¦ hacer con esas criaturas extra?as que todav¨ªa vienen al mundo. Salvo lo de siempre, y a veces a peor. Desde luego, la explotaci¨®n del trabajo infantil y la trata y esclavitud sexual. Un mapa, visible e invisible, donde se dan ¡°inimaginables horrores¡±, como dice otro informe de Naciones Unidas. Pero tambi¨¦n es descorazonador ver c¨®mo en nuestro entorno se utiliza el periodo de la infancia no para descubrir la igualdad sino para establecer distancias y marcar a la infancia con las obsesiones clasistas de los adultos. En lugar de potenciar la ense?anza p¨²blica, se retrocede hacia la distop¨ªa. Incluso hay comunidades que subvencionan la segregaci¨®n por sexo. Quien m¨¢s pierde es la infancia. Si la ense?anza consiste en ¡°aprender a pensar¡±, a esos ni?os y ni?as se les sustrae el principal conocimiento: el compartir y no solo competir. Pierde la infancia su presente, y la sociedad, el mejor recurso. El sentido colaborativo. Al final, todos aliens.
Jos¨¦phine Baker, que deten¨ªa la ¨®rbita de la Tierra al danzar, adopt¨® a los 41 a?os a 12 ni?os de diferentes ¡°colores¡± a los que llamaba ¡°mi tribu del arco iris¡±. Hab¨ªa comenzado a ganarse la vida bailando en la calle, a los 10 a?os. El baile descalzo de una ¡°ni?a perdida¡±. Este podr¨ªa ser el principio de otra historia.
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