El silencio que nos cura
Intentamos cambiar el mundo con ruidos y convulsiones, pero solo lo salvaremos con la silenciosa entrega a la vida
La neurociencia ¡ªel estudio de los mecanismos del cerebro¡ª est¨¢ descubriendo la dimensi¨®n terap¨¦utica del silencio. Dicen que, en contraposici¨®n al ruido, el silencio se rebela como un ant¨ªdoto fundamental de prevenci¨®n, por ejemplo, de los disturbios mentales como la depresi¨®n o el alzh¨¦imer. Tambi¨¦n lo hace en el bienestar general del organismo, empezando por un sue?o mejor y m¨¢s profundo.
Esos mismos especialistas en las din¨¢micas del cerebro y de la memoria alertan sobre la falta de espacios de silencio en nuestra civilizaci¨®n, hecha de ruido, a la que en los ¨²ltimos a?os se ha a?adido el estruendo de las redes sociales. Hoy el silencio se esconde, avergonzado, en los nichos de quienes est¨¢n descubriendo sus ventajas para el cuerpo y para el alma.
Si la b¨²squeda del silencio fue, en su d¨ªa, el objetivo de los monasterios, donde aquellos monjes que lo hab¨ªan escogido viv¨ªan hasta 20 a?os m¨¢s que la gente com¨²n, hoy empieza a ser una b¨²squeda de cada vez m¨¢s personas aprisionadas por el ruido f¨ªsico o mental.
Si, en su d¨ªa, el silencio fue un lujo que se daban los poetas y los m¨ªsticos, hoy su pr¨¢ctica se ha generalizado y es recomendada por los m¨¦dicos: en forma de meditaci¨®n, de ejercicios de yoga o como huida del estruendo de las grandes urbes para buscar ¡ªen la nostalgia de la aldea perdida de la infancia¡ª el silencio de la naturaleza.
Y los ni?os descubren en esos oasis de paz, cada vez m¨¢s escasos, el silencio del balido de las ovejas, el canto solemne del gallo o el zumbido de las abejas creando la miel, como algo in¨¦dito para ellos. Estos silencios de la naturaleza suelen ser un descubrimiento agradable para los peque?os, hijos del ruido de los motores de la ciudad.
Tambi¨¦n existen los silencios de la lectura y el barullo de la ignorancia. Se grita para ocultar las razones que nos faltan. El silencio es indescifrable pero impone respeto. En toda la literatura el silencio es tratado con distinci¨®n. El m¨ªstico espa?ol, Juan de la Cruz, habla de la ¡°m¨²sica callada y la soledad sonora¡±. Hoy hasta la m¨²sica se ha hecho ruido y la soledad infunde miedo.
Necesitamos descubrir el silencio de las plantas al crecer. Lo hacen en un silencio c¨®smico. Brotan, crecen y se revelan siempre en silencio. Conseguir escuchar la voz de una flor que va abriendo sus p¨¦talos a la luz, es vana tarea. Florecen en el silencio absoluto. Goethe, el gran poeta y cient¨ªfico alem¨¢n, admiraba, extasiado, en el alf¨¦izar de su ventana, ¡°el lento despertar de la vida en silencio¡±.
Rumi, el m¨ªstico isl¨¢mico suf¨ª, escribi¨® que el silencio es ¡°el lenguaje de lo divino¡±. Y en el libro de Job se puede leer: ¡°Guarda silencio y yo te ense?ar¨¦ la sabidur¨ªa¡±. El silencio es el coraz¨®n de fuego de donde nacen las palabras m¨¢s pre?adas de vida. El ruido es un saco de nueces vac¨ªas.
Las palabras, algo sobre lo que saben muy bien los poetas, se engendran m¨¢s en el silencio que en el ruido. A¨²n escritas en el ruido de nuestra civilizaci¨®n, el silencio precede a la poes¨ªa y la fecunda. Algo as¨ª como el silencio imperceptible de las manos del tornero modelando el barro hasta convertirlo en bella escultura.
Muchos de los males de la mente son producidos por exceso de ruido, seg¨²n los especialistas. Existen ruidos que descomponen la mente y la arrastran a la depresi¨®n, y silencios que nos recomponen y armonizan. Las enemistades son ruido. Los abrazos son silencio.
El silencio es el poema escrito en la tela del infinito. La amistad y el perd¨®n son un silencio sonoro. El odio es el ruido que nos carcome desde adentro.
Hay ruidos que son silencios profundos como el del viento golpeando la cara en medio de las dunas del desierto, o el de las piedras que arrastra el agua limpia de un arroyo de monta?a.?Se crea en el silencio de la vida que germina y se destruye en el estruendo de las guerras.
El ruido nos arrastra a olvidar quienes somos y el silencio nos revela. Intentamos cambiar el mundo con ruidos y convulsiones, pero solo lo salvaremos con la silenciosa entrega a la vida.
Para finalizar esta columna fui a buscar un poema cl¨¢sico sobre el silencio. Escog¨ª uno de la colecci¨®n del gran escritor y poeta uruguayo, Mario Benedetti. Son solo cuatro versos y resumen la infinita literatura sobre el silencio y sus bellezas. Titulado El silencio, sin adjetivos, escribe Benedetti:
Qu¨¦ espl¨¦ndida laguna es el silencio
All¨¢ en la orilla una campana espera
Pero nadie se atreve a hundir un remo
En el espejo de las aguas quietas.
El silencio est¨¢ siempre muy cargado de palabras sin pronunciar. Aqu¨ª, en este sucinto poema, Benedetti propone la preciosa met¨¢fora de las campanas y el remo de la barca que no osan interrumpir el silencio sagrado del lago.
Felices silencios, creativos de paz y di¨¢logo, para mis lectores en este 2020 que ya ha empezado a correr ruidoso con el temor de la explosi¨®n de nuevas contiendas mundiales. Si Mois¨¦s fue capaz de para el sol durante un d¨ªa, como cuenta la leyenda b¨ªblica, que nosotros tambi¨¦n seamos capaces de detener las manos suicidas de quienes a¨²n siguen amando el estruendo de la guerra m¨¢s que el silencio de la paz.
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