Media Catalu?a
Torra excluye a los no secesionistas de las propuestas a la mesa de di¨¢logo
Quim Torra se reivindica cada d¨ªa a s¨ª mismo no como presidente de todos los catalanes, que es lo que manda el perfil jur¨ªdico e institucional del cargo que ocupa, sino como jefe sectario de una fracci¨®n de ellos: la nutrida, pero minoritaria, porci¨®n de ciudadanos partidaria de la independencia. As¨ª lo certifica una vez m¨¢s el hecho de haber preparado la pr¨®xima reuni¨®n de la mesa de di¨¢logo con el Gobierno de Pedro S¨¢nchez ¨²nica y exclusivamente con los partidos parlamentarios secesionistas (Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP) y con sus terminales activistas en la sociedad civil (?mnium y la ANC).
Resulta intolerable en t¨¦rminos democr¨¢ticos (y tambi¨¦n caricaturescos) que la representaci¨®n de menos de la mitad de la poblaci¨®n catalana se arrogue el derecho de representar a su totalidad. Am¨¦n del de negociar con el conjunto de Espa?a las aspiraciones de los catalanes como si configuraran un todo monol¨ªtico, un¨ªvoco y arm¨®nico, cuando la sociedad del Principado exhibe al menos tanto pluralismo y diversidad como el propio Reino de Espa?a.
Y ello tambi¨¦n es ex¨®tico desde el punto de vista de la seriedad institucional. Si el Gobierno espa?ol trata a la Generalitat como lo que es, parte radicalmente aut¨®noma del Estado com¨²n; si reconoce en su president la capacidad representativa del autogobierno catal¨¢n; y si busca encauzar los litigios existentes mediante un mecanismo legal de di¨¢logo, es un desprop¨®sito asim¨¦trico que Torra ignore a casi la mitad del Parlament y a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. No hay demostraci¨®n m¨¢s fehaciente de la divisi¨®n social, de la fragmentaci¨®n ideol¨®gica y de la fricci¨®n pol¨ªtica interna de la sociedad catalana que los sucesivos Gobiernos separatistas se empe?an en negar. Ocurre que ni Torra es un gobernante, pues no logra acreditar hecho ninguno ni de acci¨®n ejecutiva, ni de actividad legislativa ni de hechos simb¨®licos tendentes a restaurar la cohesi¨®n de la ciudadan¨ªa; ni tampoco un dirigente que procure mejora alguna en la vida cotidiana de los ciudadanos a quienes te¨®ricamente gestiona las cuestiones comunes. Por eso es incapaz hasta de promulgar los decretos de los reglamentos que debieran hacer operativas las leyes sociales elaboradas bajo los mandatos de sus antecesores.
Si bien tanta anomia merecer¨ªa la censura parlamentaria, la excesiva prudencia (por c¨¢lculo cortoplacista) de sus socios le permite alardear de su ast¨¦nico ritmo de acciones in¨²tiles, contraproducentes y contradictorias.
No es el menor el acontecido con la mesa de negociaci¨®n, un instrumento que si se tomase seriamente podr¨ªa proporcionar cauces para el retorno a una cierta normalidad: primero, cuando sus socios de Esquerra la pactaron, intent¨® desvirtuarla, asegurando que no se sent¨ªa concernido por los compromisos de estos; luego intent¨® encaramarse a ella dot¨¢ndola de un tono radical, confrontacional, totalmente ajeno al esp¨ªritu de di¨¢logo que prometen sus patrocinadores; y ahora fragua las propuestas de la parte catalana de modo sectario, precipitado y descort¨¦s, asoci¨¢ndola a una eventual convocatoria anticipada de elecciones auton¨®micas.
Por todo ello Torra ha devenido en un prescindible engorro, principalmente para los catalanes. Entre ellos, para sus aliados, que deber¨ªan considerar su relevo sin esperar a las decisiones judiciales pendientes.
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